Reproducimos un artículo de Luis María Ansón sin más comentarios.
EL MUNDO. DOMINGO 10 DE JULIO DE 2011
OTRAS VOCES. Por Luís María Anson
Página 23

La espiritualidad
de San Francisco de Asís
diluvia sobre la ciudad

Mi querido Mortier…

Has provocado en Madrid la
gran descarga de la espiritualidad.
Frente a la sociedad hedonista
que se consume entre el hastío y
las drogas, el San Francisco de
Asís de Olivier Messiaen es la llamada
del Cristo otra vez crucificado
de Kazantzakis al hombre
contemporáneo.
Saludé tu llegada al Real como
el gran acierto de Gregorio Marañón.
Había que resucitar al moribundo
y se precisaba de la tensión
y la provocación. No era fácil desbordar
los cauces de la indiferencia.
Tú lo has conseguido. Con
prudencia, con serenidad, sin convencionalismos.
Con respeto, incluso
a lo insospechado y ahí está
el éxito de Pilar Jurado para demostrarlo.
Hoy se vuelve a hablar
de ópera en Madrid con la debida
pasión. Se debate, se discute, se
discrepa o se coincide, pero el Teatro
Real ha salido de un prolongado
letargo. Gregorio Marañón ha
acertado. Tú has demostrado una
vez más lo que no necesitabas demostrar.
Estás en la cumbre del
mundo de la ópera. Tienes sin duda
defectos. Has cometido errores.
Pero el balance de lo que has hecho
es tan altamente positivo que
los horizontes del futuro se han
despejado para los aficionados a la
ópera en Madrid.
¡Ojala que tu San Francisco de
Asís hubiera entrado en el escenario
del Teatro Real! El Madrid Arena
quedó un poco desangelado.
Demasiadas oquedades, demasiado
cemento visto, demasiada distancia
y frialdad. A pesar de eso, la
ópera resultó deslumbrante con
una Camila Tilling excepcional,
soprano de vino tibio y rosas; con
un Sylvain Cambreling que no tuvo
un fallo y pudo con todo, la orquesta
y el coro gigantes a sus
pies; con una escenografía desigual
de Ilya y Emilia Kabakov;
con un Alejandro Marco-
Buhrmester, poco convincente,
demasiado plano tal vez.
A mí me gustó sobre todo el
canto de los pájaros. Lo encontré
corto. Es el gran hallazgo de
Messiaen. Y durante el tercer acto,
la música sobrecogedora se
convirtió en la cumbre de una
ópera a la que asistió el cardenal
Rouco Varela, deslumbrado por
la calidad artística y el profundo
mensaje franciscano de paz y
espiritualidad.
Enhorabuena, mi querido Mortier.
Nos has entregado a manos
llenas lo mejor que sabes hacer.
El público puesto en pie no ovacionaba
solo al coro, a la orquesta,
a la soprano excepcional, al director
impecable… Te ovacionaba
a ti que eres el alma del gran éxito.
Éxito que no enturbió la cadencia
de fondo del aire acondicionado
durante el segundo acto.
Gregorio Marañón lo resolvió con
una frase feliz: «Eran las cigarras
que yo escucho en mi campo toledano
». De vivir, tal vez Olivier
Messiaen las hubiera incorporado
al ritmo de los pájaros y a su música
de luna llena.