El Palau de la Música se impone sobre “la condición humana”
El nuevo equipo del Palau de la Música (Vicent Llimerà, flamante director) y los recién llegados inquilinos del Ajuntament de València han hecho bien en respetar y asumir al pie de la letra la programación de la temporada 2023-2024 que les habían dejado preparada en bandeja de plata sus predecesores, Vicent Ros y Gloria Tello. Como catalizador entre unos y otros, Alexander Liebreich, director musical y artístico de la Orquestra de València y pieza clave de este juego de sucesiones y medallas. Al César lo que es del César, así que justo es reconocer la autoría y los méritos de una programación que recupera los esplendores y relumbrones que siempre han distinguido a la primera sala sinfónica de la ciudad.
En esta nada nueva programación, ya avanzada por Levante antes de verano y refrescada ayer por Voro Contreras en estas mismas páginas, ocupa lugar esencial la Orquestra de València, formación cuya presencia dominante llega acompañada por un evidente incremento en el nivel de los solistas y directores invitados. En este sentido, la OV se sitúa en el nivel máximo del sinfonismo español, junto con la Orquesta Nacional. A ello no es ajeno la figura de Alexander Liebreich, quien utiliza sus contactos con honestidad y exigencia artística, sin que se aprecien los “trapicheos” frecuentes de tantos directores de orquesta de medio pelo que utilizan su poder programador para practicar la aborrecible y sucia costumbre de los “intercambios”.
Aplauso en este sentido a Liebreich, quien, por otra parte, tendrá que ser prudente y menguar su presencia -a todas luces excesiva- en la programación de la orquesta de la que es titular. El exceso es beneficioso para las arcas domésticas, pero ineludiblemente fatal para la relación con la orquesta. Como dice Josep Pons, los directores de orquesta “llegamos a la orquesta con la fecha de caducidad marcada en la frente”. Una presencia excesiva no hace sino adelantar esa fecha de caducidad. Pan para hoy, hambre para mañana. Por el bien de la OV y del propio Liebreich, sería conveniente que la omnipresencia de Liebreich -12 programas, 15 conciertos; más conciertos extraordinarios- se moderara a cifras más razonables. También tendrá que ser prudente el director bávaro en su papel “programador” en el Palau de la Música, y constreñir esta labor al ámbito de la OV.
Como ya consideró Levante-EMV, “nunca la OV ha tenido tal cúmulo de estrellas de la música en una misma temporada”. Basta repasar someramente algunos de sus protagonistas. Entre los instrumentistas, los pianistas Javier Perianes (Noche en los jardines de España en el concierto inaugural del 18 de octubre); Saleem Ashkar (Primer concierto de Mendelssohn-Bartholdy); Lucas y Arthur Jussen (Concierto para dos pianos de Mendelssohn-Bartholdy, 23 febrero); Denis Kozhukhin (Segundo concierto de Beethoven, 3 mayo); y Yulianna Avdeeva (Concierto de Grieg, 24 mayo); los violinistas Frank Peter Zimmermann (Concierto para violín de Elgar; 1 diciembre); los violinistas Isabelle Faust (Concierto para violín de Ligeti, 22 diciembre; obra que estrenó en España la propia OV, con Zimmermann, en marzo de 1997), Benjamin Beilman (Concierto de Glasunov, 19 enero), Clara-Jumi Kang (Sinfonía española de Lalo, 5 abril), Leonidas Kavakos (Segundo de Bartók; 10 mayo); el viola Antoine Tamestit (14 diciembre y 1 marzo, un lujo que, además, es artista en residencia), o la violonchelista Alisa Weilerstein, que el 25 de abril tocara Outscape, de Dusapin, dirigida por Baldur Brönnimann.
La presencia de destacadas orquestas invitadas -como la Filarmónica Checa con Semión Bichkov, la Nacional de Francia, Radio de Berlín, SWR de Stuttgart, Hallé de Manchester o la Philharmonia de Londres con el director-boxeador John Eliot Gardiner-; el regreso de la ópera en concierto, y la crecida presencia de formaciones específicas para la enriquecida programación barroca -oratorios, o la añadida versión de Dido y Eneas de Purcell- confirman que el Palau de la Música recupera sus no olvidadas excelencias. Una redención de la que todos son partícipes: nuevos y anteriores políticos, nuevos y anteriores gestores. Aplausos a unos y otros. Tello y Moreno, Ros y Llimerà. Y a Liebreich, por medio. Pero sobre todo, al personal de la casa (profesores de la OV incluidos, claro), y a una afición fiel que ha sabido aguantar con paciencia más que santa los errores de unos y de otros. La música y su catedral del Paseo de la Alameda se han impuesto sobre la condición humana. ¡Alabada sea Santa Cecilia! Justo Romero
Publicado el 13 de septiembre en el diario Levante
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