Pánico en el Real
Gerard Mortier se fue de la lengua y obligó a adelantar el comunicado del Real. Se dedicó, quizá influído por los efluvios de su cumpleaños, durante toda la tarde del miércoles 26 de noviembre a enviar sms a sus amigos contando que ya había encontrado la forma de salir del paro viniendose a Madrid. Una vez enterado todo el mundo internacional de la música -esta web incluída- la Comisión Ejecutiva del Real no tuvo más remedio que sacar una nota de prensa y llamar a los patronos del teatro, a los que no se informó de negociación alguna, para darles novedades.
El pánico entró en la Comisión Ejecutiva del teatro al quedarse sin Lissner, en quien habían confiado a pesar de cuantas advertencias se pudieron leer en prensa sobre la nula probabilidad de la vuelta de Lissner a Madrid y la gran probabilidad de que sólo estuviese usando el nombre del Real para renovar su contrato en la Scala, como finalmente ha sucedido. Mortier estuvo en Madrid hace dos semanas, ya dimitido de Nueva York, sin que nadie del teatro hablase con él. A partir de la negativa de Lissner, el lunes 17, entra la desesperación. Ya no es válido Lissner ni Harding. Toda la arena se escapa por entre los dedos de la mano. Se llega a ofrecer la dirección musical a un director invitado de nombre internacional que pasaba por una orquesta española. Lo único que importa es lograr un nombre. Cueste lo que cueste. Vela del Campo lo comprende y se trae de nuevo a Madrid a su amigo Mortier, a quien le empieza a organizar citas. En el Real, quienes hoy mandan sin conocer el medio musical, se agarran al clavo ardiendo. Viajan a París, beben champagne en el 65 cumpleaños de Mortier y acuerdan los restos.
Lo grande del caso es que es tal la improvisación en el teatro que nada de esto hubiera sucedido si Mortier no se ve obligado a dimitir de NY hace una semana. Un pan como unas tortas tras la crisis López Cobos&Moral, pues el teatro disponía de otras alternativas mucho más lógicas que ni siquiera se han explorado. Claro que para hacerlo hacía falta conocer y poder contactar a los individuos, lo que posiblemente no estaba al alcance de las prisas de una Comisión Ejecutiva con muchas prisas, poco experta musicalmente y con demasiados otros quehaceres sobre sus espaldas.
Ahora quedan muchas cosas por saber:
¿Estará todo el Patronato de acuerdo con la decisión adoptada y las formas o, como en el caso de la justicia y de cualquier entidad democrática que se precie, existirán votos particulares razonados?
¿Cuánto va a cobrar Mortier y qué va a ofrecer como mejora respecto a Sagi o Moral, quienes cobraban menos de 120.000€ anuales brutos?
¿Cuándo Nortier se va a hacer residente en España para tributar de acuerdo con su relación laboral?
¿Quién va a encargarse de decidir de qué músicos de la orquesta hay que prescindir y cuántos y a quienes contratar? ¿Quién de organizar las plantillas en función de las necesidades reales del teatro y no las de los profesores de la orquesta? El sistema Mortier funciona, como e Salzburgo, con orquestas consolidadas que cada día pueden ser dirigidas por un director distinto, no con la del Real.
¿Quién va a mandar de verdad en el Real a partir de mañana? ¿Marañón, Muñiz o Mortier? ¿Qué papel va a desempeñar Miguel Muñiz? ¿Va a formar pareja con el director administrativo, se le va a jubilar anticipadamente, va a ir al cementerio de los elefantes o va a bregar con Mortier?
Tantas y tantas dudas… Aunque El País se dedique a vendernos que Mortier es la gran figura y el deseado, la única verdad es que se ha contratado a un señor en paro a partir de la próxima temporada y al que, como él mismo declaraba hace dos semanas en el New York Times, “nadie me quiere ya”. ¿No era esa una canción de Los Brincos? Pues todos a brincar.
Dios pille confesado al público del Real y al erario público español.
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