Pésaro: las dos caras de Rossini
Una consagración y una sorpresa o las dos caras de Rossini
ROSSINI OPERA FESTIVAL
“La gazza ladra”. Nino Machaidze, René Barbera, Marco Mimica. Dirección musical: Donato Renzetti. Dirección escénica: Damiano Michieletto. “La gazzetta”. Nicola Alaimo, Hasmik Torosyan, Maxim Mironov. Dirección musical: Enrique Mazzola. Dirección escénica: Marco Carniti. Pesaro, Adriatic Arena y Teatro Rossini, 16 y 17-VIII-2015.
La gran ópera de esta 36ª edición era, sin duda, la reposición de “La gazza ladra” en el montaje de Damiano Michieletto. Este talentoso director es, junto a Davide Livermore (el nuevo director artístico del Palau de les Arts de Valencia), el mayor renovador de la escena lírica italiana, y este festival ha sido uno de sus principales trampolines. Apoyado en unos inmensos tubos que se van moviendo al son de la música, va subrayando la grandeza trágica de esta imponente partitura, creada por Rossini para La Scala de Milán en 1817, y que relata un hecho real por el que la protagonista estuvo a punto de ser condenada a muerte, acusada injustamente por un robo que, al final, se descubrió que había cometido la urraca ladrona del título.
El estreno de la producción en 2007 contó con la soprano granadina Mariola Cantarero. Ahora ha sido otra estrella del canto, la georgiana Nino Machaidze, quien defendió a la desdichada Ninetta con plenitud en el agudo, dominio de las agilidades e impecable estilo, además de una intensidad expresiva de primer orden. A su lado estuvo el tenor norteamericano René Barbera con elegante línea, encabezando un reparto extenso y sin fisuras, en el que solo repitió el excelente bajo Alex Esposito como el proscrito padre de la joven, que, para no ser delatado, es el involuntario autor del conflicto. Donato Renzetti demostró su absoluta maestría en los mejores fosos internacionales.
Pero, posiblemente, la mayor sorpresa haya sido la vuelta de “La gazzetta”, una elegante comedia ambientada en París en torno a un nuevo rico que, para casar a su hija, decide poner un anuncio en la prensa. Rossini la escribió en 1816 para ‘desengrasarse’ de tantos títulos serios y, al tiempo, demostrar al público de la ciudad del Vesubio su dominio de cualquier género. Tenía en tanta estima la composición que reutilizó varios pasajes en la inmediatamente posterior “Cenerentola”, a la que tanto recuerda en muchos números. Dario Fo realizó un inolvidable montaje en 2001, lleno de poética ironía. Mario Carniti ha seguido, muy inteligentemente, una línea totalmente distinta, más tradicional, quizá, pero plenamente válida, que casaba a las mil maravillas con el brío del foso, donde el español Enrique Mazzola supo imponer un ritmo continuo, sin altibajos, al frente de una Orquesta del Teatro Comunale de Bolonia que ya la víspera había vuelto a probar su calidad de siempre, al igual que el coro homónimo, preparado impecablemente por Andrea Faidutti. Un acierto fue la invención del personaje de Tommasimo, a cargo del actor Ernesto Lama, que dio al espectáculo un divertido toque de auténtico teatro napolitano.
Nicola Alaimo hizo una verdadera creación de Don Pomponio Storione -¡vaya nombre-, mientras que la soprano turca Hasmik Torosyan fue su descarada hija Lisetta, con seguridad en toda clase de acrobacias vocales, al igual que el tenor ruso Maxim Mironov en su enamorado Alberto, de elegante canto, como también su rival, Filippo, a cargo del barítono Vito Priante.
Todo un hallazgo. Como también la de un quinteto que se creía perdido y ha sido milagrosamente descubierto, y que ayuda enormemente a comprender el argumento, además de ser de incuestionable valor musical. En el montaje anterior, el impredecible Premio Nobel hacia declamar las frases del texto, que sí se habían conservado, en una escena de incuestionable teatralidad. Rafael Banús
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