Pésaro: Las dos caras del Rossini de Livermore
Las dos caras del Rossini de Livermore
El director del Palau de les Arts de Valencia da una de cal y otra de arena en el ROF pesarés
Rossini: “Il Turco in Italia”. Olga Peretyatko (Fiorilla), Erwin Schrott (Selim), René Barbera (Narciso), Nicola Alaimo (Don Geronio), Pietro Spagnoli (Prosdocimo), Cecilia Molinari (Zaida), Pietro Adaini (Albazar). Coro del Teatro della Fortuna de Fano. Filarmonica Gioachino Rossini. Dirección musical: Speranza Capucci.
Dirección de escena y decorados: Davide Livermore. Vestuario: Gianluca Falaschi.
Rossini: “Ciro in Babilonia”. Ewa Podles (Ciro), Pretty Yende (Amira), Antonino Siragusa (Baldassare), Oleg Tsybulko (Zambri), Isabella Gaudí (Argene), Alessandro Luciano (Arbace), Dimitri Phkaladze (Daniello). Coro y Orquesta del Teatro Comunale de Bolonia. Dirección musical: Jader Bignamini. Dirección escénica: Davide Livermore. Decorados e iluminación: Nicolas Bovey. Vestuario: Gianluca Falaschi. Pésaro, Teatro Rossini, 15 y 16–VIII–2016.
En su nueva producción de “Il Turco in Italia”, Davide Livermore ha vuelto a hacer un homenaje al cine, en este caso al mundo de Federico Fellini, poblando la escena de esas mujeres tremendas que tanto gustaban al filmógrafo italiano. La idea es buena en sí, y en teoría sirve para esta sofisticada comedia en que el poeta Prosdocimo va tejiendo los hilos de la trama a medida que esta historia de un triángulo amoroso con esposa maltratada y fascinada por el extranjero va tomando cuerpo. Pero otra cosa es la realización, que, si bien es bastante acertada en la dirección de los actores principales, es más genérica en el coro (el muy voluntarioso del lprecioso Teatro de la Fortuna de la vecina Fano) y en unos figurantes que en muchas ocasiones provocan situaciones de dudoso gusto. ¡Qué diferencia con la propuesta de Lluis Pasqual para el Teatro de la Zarzuela, con aquella maravillosa escenografía de Ezio Frigerio!
Lo más grave de la propuesta de Livermore es que, si la de Madrid nos hacía pensar en que la obra era mejor de lo que realmente era, ésta consigue todo lo contrario. Y es que el “Turco” tiene sus propias virtudes. Estrenada en La Scala de Milán el 18 de agosto de 1814 sobre un ingenioso texto de Felice Romani -que con el tiempo se convertiría en uno de los mejores libretistas de la época, llegando a colaborar con Vincenzo Bellini y hasta con Giuseppe Verdi en uno de sus primeros títulos, “Un giorno di regno”-, la pieza es mucho más que un simple remedo de la genial “Italiana en Argel”, presentada en la Ciudad de los Canales con clamoroso éxito un año antes. Eso fue lo que entonces se dijo, y de ahí el escaso éxito que obtuvo la nueva ópera).
El triunfo de las féminas
Hay que decir, claramente, que han sido las mujeres quienes han ‘salvado’ la función. Empezando por la directora musical Speranza Capucci, que desde el foso propuso una lectura animada y atenta tanto a mantener el ritmo del compositor como a cuidar las voces, encargándose ella misma de los imaginativos recitativos al fortepiano. No ha podido tener mejor tarjeta de presentación en el certamen pesarés.
La soprano rusa Olga Peretyatko dio vida a la casquivana Fiorilla (el personaje mejor definido; de hecho, los violentos enfrentamientos con su marido fueron de lo mejor diseñado por el regista), impartiendo toda una lección de canto rossiniano en su difícil aria final “Pallida veste”, recuperada hace unos años -por lo que no figura en la grabación de Maria Callas, que hizo una verdadera creación del papel- y mostrando una gran desenvolura escénica, caracterizada como una joven y guapa Claudia Cardinale. Estupenda también Cecilia Molinari en Zaida, convertida aquí en una atractiva mujer barbuda (el ambiente del circo está muy presente, como homenaje a “La Strada”), la esposa turca despechada y, por tanto, rival de la anterior, con la que llega literalmente a las manos en un momento dado: una prometedora mezzo muy a tener en cuenta.
A menor nivel el equipo masculino (a excepción del siempre solvente Pietro Spagnoli en el ‘pirandelliano’ Poeta, el verdadero “factótum” de la ópera). Nicola Alaimo, que ha reducido su volumen (físico y vocal) salvó al marido, Don Geronio, gracias a su poderosa fuerza escénica y su dominio del “canto sillabato”. Otro debutante en este coso, el bajo uruguayo Erwin Schrott, no rayó posiblemente a la altura esperada ya que apenas pudo lucir sus altas dotes histriónicas en un papel como el de Selim, el viajero otomano que da nombre a la obra, y que pone muy a prueba unos medios vocales nada espectaculares. El tenor René Barbera mostró facilidad en el agudo y claridad en la emisión, pero escamoteó bastantes agilidades en la ingrata parte de Narciso, otro pretendiente de Fiorilla que viene a complicar aún más las cosas.
Este montaje, que ha sido coproducido con el Palau de les Arts de Valencia, podrá verse próximamente en la capital del Turia. Aunque, como las cosas de la ópera son un misterio, a lo mejor allí resulta estupendo…
Un feliz reencuentro
Ha sido deliciosa, en cambio, la recuperación del “Ciro in Babilonia” de 2012. La primera ópera seria de un Rossini veinteañero, creada en Ferrara en la Cuaresma de 1812, es un memorial sobre el cine mudo, con sus gestos exagerados y su exotismo de guardarropía, que sigue funcionando a las mil maravillas. Cuenta además con una compañía muy potente, empezando por Ewa Podles que, cuatro años después, sigue imponiendo en una escritura que parece haber sido expresamente pensada para la contralto polaca, en el papel travestido del destronado rey. Como su esposa Amira, la soprano sudafricana Pretty Yende cautivó en su primera actuación en el festival por su absoluta holgura, su limpieza en las agilidades y su frescura. Y en el usurpador e impío Baldasarre, el experimentado Antonino Siragusa llevó el personaje muy inteligentemente a su terreno evitando odiosas comparaciones con “baritenores” más rotundos que lo han abordado últimamente. También una española (en este caso, Isabella Gaudí) defendió la graciosa aria de Argene, la confidente de la reina, sobre una única nota, que era la que tenía su primera intérprete. Al frente de los magníficos cuerpos estables del Teatro Comunale de Bolonia, el maestro italiano Jader Bignamini, quien asimismo se estrenaba en estos pagos, consiguió redondear una de las páginas más gloriosas de la reciente historia del ROF. Rafael Banús
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