Recomendación: Piano infrecuente con Pires
Piano infrecuente
Parece, tendría que parecer, normal un concierto de piano solo con obras de Mozart. Sin embargo, uno se pone a repasar programas y le cuesta bastante encontrar recitales monográficos del salzburgués por estas latitudes. Así que no es tan normal. Por eso cuando sucede hay que alegrarse y proclamarlo a los cuatro vientos: no puede ser más inteligente, y la verdad es que rozaría la pedantería siquiera explicar por qué; por qué tocar solo Mozart tiene todo el sentido del mundo. Hubo un tiempo en que se hacía esto con Beethoven (años 80 y 90 del siglo pasado) y ahora está de moda hacerlo con Schubert. Ambas cosas, una maravilla. Pero parece que Mozart no merece tales honores, cuando poder escuchar en una sesión varias de sus sonatas, por ejemplo, sería semejante motivo de regocijo. No sucede con asiduidad. Ni sin ella; yo, hace años que no lo veo.
Vuelve Maria João Pires para recordarnos que se puede y se debe. Ella siempre fue una mozartiana de primera, así que tiene dos motivos para sentirse estimulada a hacerlo: Mozart y ella misma. Sin embargo, compartirá cartel y honores con Lilit Grigoryan, pues la idea es bucear no solo en el mundo de las sonatas para piano del autor de Don Giovanni (ella tocará la famosa K.333 y su discípula, la armenia Lilit Grigoryan, la doliente K.576) sino también en su piano a cuatro manos, repertorio ese sí definitivamente fuera de las programaciones habituales. De las 20 sonatas para piano que escribió Mozart se ha hecho una elección estupenda: una del grupo de las sonatas Paris/Mannheim (1777-78) y otra del grupo de madurez (1784-1789) La elección para el resto ha sido más laboriosa. Muy curiosa la presencia de la tempranísima K.19d, en Do mayor, pieza tocada por primera vez “por un pequeño compositor y su hermana”, como rezaba el cartel del concierto en Londres en 1765. Los pequeños viajaban por Europa entones como si de artistas de circo se tratara. Pero bueno, ese es otro asunto. La siguiente pieza, el Adagio y Allegro K.594, data de 1794 y fue escrita entre Francfort y Viena, para órgano a cuatro manos. No es seguro que la presente versión para piano sea auténtica, pero el haberse tocado durante décadas como tal la ha acabado convirtiendo en pieza de repertorio. En cambio la Sonata K.521, de 1787, con la que finaliza el recital, es una auténtica obra maestra, y última representante del género en el catálogo de Mozart. Otra vez en Do mayor, es una música delicada e íntima, plagada de finos detalles de la mejor cosecha mozartiana. La Fuga en Sol menor K. 401/375e (1782) es una verdadera rareza, pues originalmente fue escrita para órgano, como segunda parte de un díptico para acompañar al Allegro K.312. Pero es una gozada escucharla, pues suena como a un Bach evolucionado. Y muy hermoso.
En fin, no hay mucho más que añadir, salvo que cuando se programan recitales con repertorio tan poco manido, hay que celebrarlo. No quedan entradas, pero ya se sabe: a última hora siempre se puede pescar algo. Pedro González Mira
Maria João Pires; Lilit Grigoryan, piano. Obras de Mozart. Auditorio Nacional de Música, Sala de cámara. Miércoles 14, 19.30. 45 y 60 €. Entradas agotadas.
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