PIERO CAPPUCCILLI, un grande olvidado
PIERO CAPPUCCILLI, un grande olvidado
El pasado 11 de julio falleció en Trieste el gran barítono italiano Piero Cappuccilli. Su desaparición ha pasado inadvertida en la gran mayoría de la prensa internacional. Apenas unas breves líneas en Ansa o alguna página musical especializada han servido de adiós a quien fuera uno de los más significados intérpretes verdianos de las últimas décadas, heredero de la tradición de los Tagliabue, Bastianini, Protti o Taddei. El mundo cada vez olvida antes a quienes fueron sus ídolos en otro tiempo. Cappuccilli, de otro lado, no era ni tenor ni soprano y de ahí la poco relevancia que se ha dado a su muerte. Pensemos que meses atrás falleció también la soprano Elena Suliotis y prácticamente nadie se acordó de ella y que el mismísimo Franco Corelli fue despedido con un cuarto de columna en la propia prensa italiana.
Cappuccilli nació en la misma Trieste en 1930. Aunque estudió inicialmente arquitectura, sucedió lo contrario de lo habitual: su padre prefirió que siguiese con el canto. Tras alguna intervención en el teatro local, le llegó el debú como el Tonio de “Pagliacci” en el Teatro Nuovo milanés en 1956. En aquella época se recorrían los teatros de “provincia” hasta llegar a la Scala y así lo hizo, debutando en el templo con “El Trovador” en 1964. Luego vendría el “Rigoletto” veronés (1966), “La Traviata” en Londres (1967) con Visconti, “I Due Foscari” en Chicago (1969) y, naturalmente, el inolvidable “Simon Boccanegra” de 1971 en la Scala, en donde junto a Abbado y Strehler marcó una época, visto también en Paris en 1978. Tampoco puede olvidarse su trabajo junto a Carreras en el Salzburgo (1975) de Karajan.
Tuvo un accidente de coche, del que no se recuperó nunca y que le obligó a retirarse a la docencia. Sus últimas actuaciones tuvieron lugar en Viena y Verona, en 1992, con “Otello” y “Nabucco”. Fue rey en al Arena –le llegaron a llamar el “príncipe” de los tenores-, abordando todos los grandes personajes verdianos con su voz poderosa, su timbre puro en la cuerda y la claridad de la dicción durante 20 años.
En el Teatro de la Zarzuela de Madrid cantó varias veces, desde “Otello” a “Macbeth”, y aún recuerdo su comentario cuando un bisoño y pretencioso barítono español muy promocionado comercialmente en un época y cuyo nombre no deseo recordar le dijo: “yo también canto Simon”. “¿Quién es este pobre tonto?”, preguntó.
Ha muerto un gran cantante, para quien cantar era vivir. Espero que más de uno tenga la necesidad de escucharle la escena de la muerte del Doge. Gonzalo ALONSO
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