Pikovaya Dama en Londres: Buena interpretación musical
PIKOVAYA DAMA (P. I. TCHAIKOVSKI)
Coliseum de Londres. 30 Junio 2015.
Londres es una de las ciudades mas atractivas para dedicar en ella unos días a ver óperas. La actividad en este campo es siempre importante y no faltan atractivos en los repartos ni en otras actividades musicales que se desarrollan al mismo tiempo en la ciudad. En estas fechas el atractivo está fundamentalmente en el Covent Garden, con la reposición de Don Giovanni y una nueva producción de Guillaume Tell, que ha producido un escándalo en el teatro hace un par de días en su estreno absoluto. Como espectáculos que podríamos llamar de relleno están la Dame de Pique, que ahora nos ocupa, y un Ernani como despedida de la ciudad el próximo día 3. Lo que no acompaña es la climatología, ya que el calor es sofocante, con temperaturas por encima de 30 grados, lo que, unido a la tradicional humedad londinense, se convierte en una tortura.
La producción de La Dama de Picas lleva la firma del americano David Alden, siendo una coproducción con la Fenice de Venecia, habiéndose estrenado en el Coliseum el pasado día 6 de Junio. Los trabajos escénicos de los gemelos Alden siempre se caracterizan por ofrecer originalidades en escena, que unas veces funcionan mejor y otras, peor. Lo que no se puede esperar de ninguno de los gemelos es producciones tradicionales y eso lo saben perfectamente los teatros que les contratan. En este caso el trabajo es de los que no tienen interés, trasladando la acción a la Rusia soviética (no deja de ser una chapuza de acuerdo con el libreto) y, como tantas veces ocurre en esta ópera, parece tratarse de un flash back del protagonista, recluido desde la primera escena en un psiquiátrico. A partir de ahí, la escena supongo que es la visión desequilibrada de la realidad por parte de Hermann, ya que, de no ser así, habría que decir que la estética no forma precisamente parte del bagaje artístico de David Alden.
La escenografía de Gideon Davey ofrece casi como escenario único un espacio semicircular, cerrado por paredes lisas, que ofrecen dos niveles, caracterizándose el inferior por la presencia de numerosas sillas apiladas al fondo, que pueden significar cualquier cosa. El vestuario se debe al propio Gedeon Davey y no tiene más atractivo que el de la Condesa. Iluminación adecuada de Wolfgang Goebbel. La dirección escénica de David Alden está bien trabajada, aunque la verdad es que ofrece muy poco interés. Sus toques personales resultan bastante aburridos, empezando por la Pantomima o Intermezzo, que pasa de ser una representación mitológica a un espectáculo de travestis bastante absurdo y de escaso gusto. El capricho personal del regista convierte a Polina, la hermana de Lisa, en una figura a medio camino entre el alcoholismo y la prostitución. La escena de Lisa y Hermann en el último acto, en un escenario reducido y lleno de sillas resulta patética, con el colofón de que la desgraciada Lisa no se lanza al Neva, sino que se abre las venas.
Escena
La parte musical de la representación fue lo mejor servido de todo el espectáculo, aunque se echara en falta, especialmente en la primera parte de la ópera, una mayor carga dramática. Tampoco tiene mucho de extraño, teniendo en cuenta lo que el director musical, Edward Gardner, tenía delante de sus ojos. En cualquier caso, fue una dirección muy cuidada, en la que falló algo la tensión y en la que destacó la estupenda prestación de la Orquesta de la English National Opera. Algo parecido se puede decir del Coro de la ENO, particularmente en el último acto de la ópera.
Es bien sabido por los aficionados que las representaciones de la English National Opera se caracterizan por ofrecer las obras en inglés y con repartos más bien mediocres. En el primer aspecto, considero que estas traducciones hoy no tienen sentido, existiendo los sobre-títulos en todos los teatros de opera y tampoco faltan aquí (por supuesto en inglés, tal como los artistas cantan el texto). En cuanto a la calidad del reparto, el de esta ópera no ha sido una excepción a la norma general.
El personaje que da título a la obra, aunque no sea precisamente el más importante de la ópera, es el de la Condesa, que tiene más que actuar que propiamente cantar y que normalmente se suele ofrecer con alguna vieja gloria del pasado. Así ha ocurrido también aquí, encargándose de su interpretación la veterana (71) Felicity Palmer, que fue una Condesa intachable en escena y en mejor estado vocal que muchas de sus colegas que se han enfrentado al personaje.
Hermann fue interpretado por tenor británico Peter Hoare y hay que decir que no tiene precisamente la voz requerida para el personaje, ni en anchura ni en volumen. No obstante, salió bien del paso, dando una buena interpretación y salvando los momentos más complicados con habilidad.
La irlandesa Giselle Allen fue una Lisa bastante decepcionante en términos vocales. Su timbre no resulta muy atractivo, quedando claramente destemplada en la parte superior, teniendo que recurrir al grito en las notas más altas. Es una buena intérprete escénica, pero insuficiente para el personaje de Lisa.
El Conde Tomsky era el barítono Gregory Dahl y lo hizo bien, teniendo que hacer el ridículo en la ya mencionada pantomima. Nicholas Pallesen no fue más allá que ser un digno Príncipe Yeletsky, que no pasó de la modestia en su preciosa aria.
En cuanto a los personajes secundarios, cumplieron bien. Eran Catherine Young en la parte de Polina, a la que David Alden convierte en protagonista escénica, aunque yo creo que para su desgracia. Colin Judson cumplió como Chekalinsky, así como Wyn Pencarreg en Surin y Peter Van Hulle como Chaplinsky. Buena impresión la dejada por Katie Bird como Masha.
El Coliseum ofrecía una entrada apenas superior al 80 % de su aforo. El público se mostró poco entusiasmado con la representación, siendo lo mayores aplausos para Felicity Palmer, Edward Gardner y la orquesta.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 3 horas exactas, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 34 minutos. Cinco minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 115 libras, equivalentes a 160 euros, habiendo butacas de platea al precio de 94 libras (130 euros). La entrada más barata costaba 25 libras (35 euros). José M. Irurzun
Fotos: Donald Cooper
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