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Por Publicado el: 11/02/2013Categorías: En la prensa

PLÁCIDO DOMINGO: «Hay que sacar toda la corrupción a flote»

PLÁCIDO DOMINGO:

«Hay que sacar toda la corrupción a flote»

VICENT BOSCH. EL MUNDO, 10 de febrero 2013

 Esta es la historia de un portero de fútbol que quiso ser alcalde de Madrid, que acabó convirtiéndose en el mejor intérprete lírico del mundo y que ahora ha mutado «a tenor que canta repertorio de barítono». De un hombre de educación impecable, con calcetines de hilo bueno y botones anacarados, que se quita la corbata con una mano y se entrega a una conversación también múltiple. Sobre su voz, sobre tejemanejes políticos, sobre la vida. Fuera del Palau de les Arts el viento hace que los turistas rueden por el césped verde apio como si fueran huevos. Dentro, Domingo se muestra más que plácido.

Primero, el deporte. La cosa viene a cuento porque en I Due Foscari, la ópera que ha estado representando durante el último mes en Valencia, el cantante recrea una muerte que parece terminar en fractura de cadera. Suenan las campanas de San Marcos y ¡zas!, estirada. «Puedo hacerlo gracias a mis características deportivas. Sé cómo caer. Yo era portero», sonríe. «Y mañana», apostilla, «también me tiraré».

Y tras la chanza, a por lo sustancial, aprovechando que su ópera es, «pura casualidad», un relato cargado de intrigas políticas.

– Maestro, ¿qué opina de la situación en la que está España en estos momentos, con tantos casos de corrupción a la vista?

– Espero que se solucione de la manera en la que esperamos todos. No desde un punto de vista político, no me interesa el hay que tirar a tal o el y tú más, sino desde un punto de vista judicial. Hay muchas cosas que no se saben pero hay que hacer por que se sepan. Sacarlo todo a flote.

Domingo no necesita dar rodeos y habla de forma concreta de la labor de EL MUNDO contra la corrupción. «Su periódico responde a todos los partidos. No me interesa leer un diario y que ya sepa qué es lo que va a decir mañana. EL MUNDO va hacia la verdad. Caiga quien caiga».

También advierte Plácido Domingo que todos estos asuntos «distraen al exterior», que fuera «hay preocupación por España». Pero, en positivo, mira a los ojos, sonríe un poco, y sentencia: «La crisis se va a arreglar. Este Gobierno va a ser responsable».

Él hubiera sido buen político. Lo intentó, de hecho. Más o menos. Su candidatura fantasma a la Alcaldía de Madrid, en tiempos de Tierno Galván, fue «una broma a medias». «Mi vida era ya entonces muy ocupada. Siempre he querido hacer algo por mi país pero eso exige mucho trabajo, tendría que haberme retirado», reconoce. Además, entiende que en la música «el porcentaje en contra es muy pequeño»; en política, «incluso un 40% negativo es mucho». Esto es, puede que su popularidad no hubiera sido suficiente en las urnas.

I Due Foscari, con trama de sobornos y asesinatos, es una apuesta personal para dar a conocer al Giuseppe Verdi menos manido. «El público no se había dado cuenta de que existía Foscari y, aprovechando el año verdiano, creí que era una buena idea». Cuenta que se le ocurrió «en Los Ángeles» y que su intención era aprovechar una obra no lo suficientemente valorada. «Ahora la he resucitado», apunta.

Es una apuesta conjunta entre cuatro teatros: Les Arts, Los Ángeles Opera, Theater an der Wien, y Royal Opera House. «Es que lo que cuesta una ópera es increíble…», razona el artista, «¿cuántos teatros van a gastarse este año una millonada en obras sólo para ellos? Entiendo que cada espacio quiera tener su Traviata, su Aida… pero no otras cosas».

También defiende la idea de «sacar nuevas estrellas». En Valencia ha estado coordinando el Centro de Perfeccionamiento que lleva su nombre. Ha aprovechado, también, para visitar el campus que la prestigiosa Berklee College of Music tiene en el Palau de le Arts. «Es una maravilla tenerlo todo concentrado aquí y ver cómo los jóvenes progresan».

Su ideal de teatro sería «uno al que la gente normal fuera para ver una ópera, un título concreto… y no a un artista». Los nombres llenan teatros, claro; él los inunda. Pero «no siempre se pueden traer nombres». «Sería estupendo coger a todos esos jóvenes talentos y hacer espectáculos con ellos. Con un público nuevo y a bajo precio», dice el maestro. Lo piensa en serio. Asiente con la cabeza. Se emociona. Se trata de una apuesta global porque, entiende, la crisis está en todas partes. En Valencia, en Madrid, en Italia, en Los Ángeles…

Pero es curioso que cuando se refiere al Palau de les Arts, a su programación, a algunos planes, Domingo diga «tenemos». Se incluye. Participa. Y así surge, es inevitable, la recurrente posibilidad de que se haga cargo del coliseo valenciano. «Ésta ha sido mi quinta producción en Les Arts; la verdad, estoy muy comprometido… pero artísticamente». No le interesa la gestión y, de hecho, alaba a la intendente Helga Schmidt.

«Espero que continúe, que siga contando con el respaldo de la Administración. Creo que se está siguiendo el camino bueno. Este teatro tiene problemas de crisis, es cierto… pero hay una cosa que nunca hay que perder de vista: se puede reducir la cantidad pero nunca la calidad». Y vuelve ese plural subconsciente: «Hemos hablado de hacer más cosas, claro. Ojalá. Pero cuesta mucho dinero ese ‘más’», sonríe de nuevo.

En su reciente tour por la Comunidad Valenciana -«llegué el día 6 de enero, he estado casi un mes aquí»- también ha dirigido en tres ocasiones a la Orquestra de la Comunitat Valenciana, un conjunto «arrollador» que, dice, tiene mucho potencial. «Y la mayoría son españoles», apostilla. Sólo le queda lanzarse, en Valencia, al ruedo de la zarzuela, una opción que el Palau de les Arts tiene todavía por explotar. «¡Claro, me encantaría! Lo hemos hablado ya, de hecho. Tengo una producción en mente que no costaría demasiado…». También se ha hablado mucho sobre la posibilidad de que se haga cargo de la Orquestra de forma permanente a partir de 2014. De momento, él sólo demuestra gratitud por el ofrecimiento.

Y gratitud quizá no, pero sí muestra cierta condescendencia hacia los que han criticando sus últimas actuaciones. Que no encaja en el registro de barítono, que su voz no es la misma, que como escribió Coleridge, ahora se acerca al «músico viejo, y canoso, a quien, desde los brazos del alma, besé un día». Él se defiende: «No siempre bajo el tono, no siempre. Además, soy un intérprete que lo da todo. Sobre el escenario siempre estoy expresando». Animal escénico.

«Mire, yo soy mi crítico más severo», matiza, «pero algunas críticas son risibles. ¿Quieren decir que el público está distraído y por eso aplaude?». De forma concreta, sobre su labor en I Due Foscari, apunta que incluso en el tercer acto, el más exigente, «me siento cómodo»; pero también hace autocrítica: «Le digo una cosa, si estas apreciaciones son sobre el día del estreno, las entiendo. Pero después, la cuarta, la quinta función… sinceramente, no lo creo».

– ¿Le afectan las críticas?

– A este nivel, en este momento… No le voy a decir que no me molesta pero…

Vamos, que no demasiado. «Mientras el público siga aplaudiendo, mientras me trate bien, seguiré». Pues eso.

Otro tema. El pasado jueves, 7 de febrero, EL MUNDO publicaba en una entrevista exclusiva con el arquitecto Santiago Calatrava. Entre otras cuestiones, se le abordó sobre los problemas de construcción que se están denunciando en la Ciudad de las Artes y las Ciencias. El teatro de la ópera, por ejemplo, presenta arrugas en su fachada, apenas siete años después de su puesta de largo y los expertos desconfían de su estado. Calatrava dijo que con el coste total de la inversión (alrededor de 1.200 millones; 382 sólo en Les Arts) se había hecho mucho: «Hemos hecho puentes, un museo, un planetario, un aparcamiento, una estación de autobuses, hemos hecho el Palau de les Arts, hemos hecho una escuela de perfeccionamiento con la Fundación Plácido Domingo que aún no ha entrado en servicio pero está ahí…».

Y no es así. «Quiero que quede muy claro», dice el tenor. «No se ha movido una piedra para mí en este complejo. No se ha gastado un euro por mí, no se ha construido nada». Está en lo cierto porque el Centro de Perfeccionamiento aprovecha una sala existente del Palau. No se diseñó ni levantó nada de manera expresa.

Además, Calatrava vuelve a equivocarse con el otro dato. «El centro lleva ya cuatro años funcionando, estudian muchos jóvenes allí cada temporada», apunta. Colaboran con producciones oficiales de Les Arts, incluso.

Pero, sea como sea y una vez aclara este punto, Domingo quita algo de hielo a las arrugas de la fachada del teatro de la ópera. «Cuando se construye un edificio tan grande, algo puede fallar. También me dijeron que se había inundado ¿no? Creo que es algo que ha pasado en todas las épocas, cuando se construyeron los grandes teatros. No sabemos exactamente qué les pasó, no estábamos allí para verlo como ahora, pero seguro que tuvieron problemas al principio», explica.

Cree además que el complejo de Calatrava «ha hecho de Valencia una ciudad con valor turístico». Porque antes «se podía visitar en un día; ahora necesitas como mínimo pasar tres para verlo todo». Sobre la necesidad de tener ópera en la ciudad, Domingo defiende que Europa «es pequeña». Así, es razonable «viajar un fin de semana» para disfrutar de alguna producción. Mira por el enorme ventanal que le sirve de marco y finaliza: «Todo este terreno… tiene todavía muchas posibilidades». Y puede que tenga razón.

Con la sensación de que su visita ha sido un éxito («el público salió siempre encantado»), el maestro se despide hasta tres veces. La conversación se reengancha; las fotos continúan. Fuera el viento sigue soplando duro. Pese a los desconchones, el Palau no se ha venido abajo ni nada. Mejor.

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