Pogorelich, el ocaso de un divo
Juventudes Musicales
Pogorelich, el ocaso de un divo
Obras de Schumann y Mendelssohn. Ivo Pogorelich, piano. Orchester des Staatstheathers am Gartnerplatz München. Michael Guttman, director. Auditorio Nacional. Madrid, 25 de abril de 2017.
Quienes asistieron a este concierto lo hicieron en su mayoría expectantes ante su solista: Ivo Pogorelich. Es inevitable que los años pasen, pero para unos pasan mejor que para otros. No lo han hecho bien para Pogorelich y él parece no darse cuenta, lo que es aún peor. Tocaba el concierto para piano de Schumann, pieza absolutamente de repertorio, pero salió partitura en mano. El ocaso se percibió también en su orondo aspecto físico, muy lejano a aquel guapete mozalbón que conocimos. Tras tomar asiento en su banqueta, empezó a cambiar la posición de la del chico que le iba a pasar las páginas. No le quería cerca. Luego, entre tiempo y tiempo, le realizaba indicaciones y luego pasó el mismo muchas de las páginas. Falta de concentración. Pogorelich siempre ha sido personal en sus interpretaciones, modificando dinámicas, rubatos, etc. Sigue siéndolo. Siempre tuvo un sonido poderoso, pero ahora lo multiplica con el pedal y casi aporreando el piano. Así su Schumann tuvo poco que ver con el que un día tocara Clara. Fue aplaudido al final, pero sin la insistencia para que concediese una propina. Habrá que pensarse si volver a un concierto de Pogorelich.
Tras las brumas que dejó el famoso pianista se programaban las escocesas de la “Tercera sinfonía” de Mendelssohn. Curiosamente fue esta obra la que elevó el concierto y, precisamente, despejando las brumas. A Mendelssohn le gustó Escocia y le dedicó esta sinfonía, pero él era alemán y no escocés y Michael Guttman y la Orquesta del Teatro GartnerPlatz de Munich también. De ahí que la lectura de Guttman, sin batuta y mucho gesto, sonase con todo su romanticismo alemán y llena de brío. Se puede discrepar del concepto, pero fue una versión con vida y una excelente ejecución orquestal. Aquí si se multiplicaron los aplausos. Gonzalo Alonso
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