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Por Publicado el: 19/04/2005Categorías: Crítica

Pollini, frío pero intenso poderío

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Pollini, frío pero intenso poderío
Obras de Chopin. Mauricio Pollini, piano. Auditorio Nacional. Madrid, 18 de abril.
Mucho hay que agradecer a la revista Scherzo su interés por el piano, que ha llevado a crear un público nuevo y quizá peculiar en Madrid. No sólo promueve un ciclo que es de los de mayor expectación en la capital, sino que incluso lanzó una revista alternativa dedicada por completo al piano. ¿Alguien hubiera apostado años ha por llenos como el logrado con Pollini y en un recital fuera de abono? Han logrado que en sus conciertos “haya que estar”. Agradecimiento por tanto esfuerzo y felicidades por esos veinte años de vida de la publicación que la convierten en una de las más veteranas, tras los impresionantes 75 años de vida de Ritmo.
Escuché por vez primera a Pollini en Munich allá por 1972. También toco Chopin, de quien provenía el único disco de vinilo que había grabado hasta entonces: el primer concierto para piano con el sello Capitol-Seraphim. Luego vendría el de los “Estudios”. En aquel recital ofreció como propina, uno tras otro, todos los nocturnos del compositor. Fue inolvidable. De ahí que su vuelta a Madrid con el mismo autor provocase en mí una emoción muy superior a la que transmiten sus aproximaciones, siempre algo frías, casi quirúrgicas. Escuchar a Pollini tocar Chopin es como escuchar a Gruberova cantar Bellini y los “Nocturnos” de uno son como la “Casta diva” de la otra. Chopin llevó el belcanto al piano y, si Gruberova llevó poder y plasticidad a las melodías cantadas, otro tanto hizo Pollini al piano. Claro que para muchos la “Casta diva” es la de Callas, como para otros los “Nocturnos” son los de Rubinstein. Cuestión simplemente de gustos.
Pollini alcanzó, muy merecidamente, un éxito de los auténticamente indescriptibles y concedió cuatro nuevas obras del polaco. Fue un recital magnífico de principio a fin y quizá fueran precisamente la primera y la última piezas las mejores de una tarde que será inolvidable, hasta para quienes tuvieron que lidiar con el disgusto del solista a los diversos pianos que iba probando, incluidos los dos que mandó traer de Italia. Cautivador, de lejana belleza, el “Nocturno N.1” de los Op.9 y de soberbio poderío la “Sonata Fúnebre”, con gama dinámica y claridad que no admiten comparación. Recitales como el de Pollini compensan de los de otros solistas aupados por el marketing y el mismo público de Scherzo recordará esta última obra tocada en marzo por una joven muy publicitada. Años luz. Gonzalo ALONSO

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