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La Traviata en Zurich
Lohengrin, un momento mágico
Por Publicado el: 19/02/2005Categorías: Crítica

Poppea en Zurich

Poppea en Zurich
Un Monteverdi actual
L’incoronazione di Poppea de Monteverdi. J.Lascarro, J.Kaufmann, F.Provvisionato, F.Fagioli, L.Polgar, S.Trattnigg, J.P.Fouchecourt, K.Pessatti, G.Bermúdez, etc. A.Murschetz, decorados. H.Kastler, vestuario. M.Gerhardt, iluminación. J.Flimm, dirección escénica. N.Harnoncourt, dirección musical. Opera de Zurich, 18 de febrero.
Por no se qué cosas de la vida, de pronto se pone de moda una ópera y todos quieren programarla. Así sucede en estas fechas con “L’incoronazione di Poppea” de Monteverde. Recientemente se ofreció en el sur de Francia con William Christie, en Sevilla con Rousset y ahora Zurich estrena producción nada menos que de la mano de Nikolaus Harnoncourt y Jürgen Flimm. Fue años atrás el propio Harnoncourt en el mismo Zurich, pero en compañía de Ponnelle, quien comandó la más renombrada de las últimas producciones de una ópera que llegó a también a Viena en 1963 con Karajan y Swarowsky. Nuestro Teatro de la Zarzuela la ofreció en 1999 a través de una revisión de Zedda, en medio de rascacielos neoyorquinos en vez de palacios romanos.
Estrenada en Venecia en 1642, su partitura permaneció perdida hasta 1888. De inmediato empezó una recuperación que hubo de afrontar muchos interrogantes.¿Qué camino tomar? ¿El de buscar las condiciones originales en que fue escrita o el de acercar su lenguaje al del mundo actual? ¿por qué fuente decidirse de las dos existentes, ambas incompletas y ninguna original? Monteverdi, que nunca dio indicaciones muy precisas de instrumentación, escribió: “los instrumentos deben llorar como las voces, las voces han de alcanzar la agitación de los instrumentos”. Harnoncourt aligera mucho la partitura con sabias tijeras, introduce réplicas de instrumentos originales y nos devuelve una partitura fresca. Tan fresca como la puesta en escena a través de una gran plataforma giratoria de cuatro escenarios y dos niveles. Una supuesta casa moderna donde se plantean las intrigas de amores y traiciones. Años sesenta para “gangs” como la orden telefónica de Nerón para que Séneca se suicide o la llegada de los repartidores de Pizza para una cena improvisada. Sin ser un lujo, suena muy bien la orquesta de Zurich, el teatro dirigido por Fernando Pereira desde hace catorce años.
Todo funcionó bien a pesar de una epidemia gripal que afectó a Vesselina Kasarova, que hubo de ser sustituida por Juanita Lascarro un par de horas antes de la función. El reparto homogéneo, con predominio de jóvenes de la Opera Estudio como nuestro Gabriel Bermúdez, cada día con mayor proyección, alternando con veteranos como Lazlo Polgar, sirvió para dar vida a una nueva producción muy refrescante, aplaudida a su final con entusiasmo durante más de quince minutos. Gonzalo ALONSO

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