Recomendación: Por Navidad, un disco, Debussy por Perianes
Por Navidad, un disco
En la página 71 del número de RITMO de enero de 2019 va a aparecer (aparece ya de hecho) un artículo dedicado al último disco de Javier Perianes, conformado íntegramente por música de Debussy. El editor de la revista ha decidido, por otro lado, situarlo como número uno entre los mejores discos del mes, cosa que me parece excelente.
Explico allí la impresión que recibí cuando recibí el disco. Y cómo me tomé la licencia de montarme, aun furtivamente, una comparativa -que allí mismo negué por pura hartura de ese asunto- para ponerlo en valor. Me va a resultar difícil añadir ahora algo nuevo, pero aunque solo logre decir lo mismo con otras palabras, lo haré. Porque este es un disco muy importante. No digo yo, querido lector, que coja a sus hijos pequeños y se los lleve a cualquier concierto navideño al uso, que como es lógico proliferan por todos los rincones de la geografía, pero esta vez mi recomendación no va a ser un concierto sino este disco.
Heinrich Neuhaus, 1948. Walter Gieseking, 1953. Werner Haas, 1961. Samson François, 1968. Arturo Benedetti-Michelangeli, 1978.Claudio Arrau, 1979. Krystian Zimerman, 1994. Jean-Yves Thibaudet, 1996. Daniel Barenboim, 1998. Maurizio Pollini, 2000. Pierre-Laurent Aimard, 2012… Son algunos oficiantes con cuyas aproximaciones discográficas al primer libro de preludios de Debussy cuento en mi discoteca. Y bien podría ampliarse la lista, tratándose de la música que se trata. El resultado de la prospección fue, sobre todo, muy gratificante; hay unos cuantos pianistas que han hecho maravillas con estas ya en sí mismas maravillas. Y después, ya calentito, escuché las versiones de Perianes. Confirmado: Debussy constituye un pozo sin fondo para los pianistas, para los intérpretes. Como recuerdo en ese artículo, “hay mil y un ´debussys´ en este Debussy, que se manifiestan en cada momento con un acento que acaba deviniendo en puro ejercicio sociológico. Al principio, años cuarenta y cincuenta del siglo pasado, se trataba de distanciarlo, a la manera brechtiana, de todo romanticismo posible. Y quizá tal vocación implicaba un cierto descuido en el color, en el aspecto del sonido, poco atractivo. A mi entender, la culminación del debate entre lo anti y lo pro estuvo en las soberbias e históricas interpretaciones de Michelangeli y Arrau, que además se grabaron casi al mismo tiempo. He aquí dos visones muy impresionistas, pero opuestas en su grado de acidez expresiva. Una diferencia que estaba sobre todo en el sonido. A mi entender, luego Zimerman profundizó en la línea de Michelangeli, aunque quizá a partir de un sonido todavía más objetivado, aunque para un discurso de dinámicas más expansivas, y quizá atractivas. El asunto se queda más o menos ahí desde entonces, en esa discusión permanente sobre la situación real de esta música en su contexto histórico, es decir, una música que apetece ser escuchada bajo un prisma sonoro moderno pero sin perder el espíritu y el misterio románticos. A propósito, Perianes tiene un disco en el que alterna músicas de Chopin y Debussy”.
Este disco ha constituido para mí una cierta mirada atrás; me ha permitido buscar, o más bien repasar, “vivencias que siempre me condujeron a la pura fascinación y que creía recordar como algo de marca única. Y quedaba vida fuera de ese compendio de versiones de toda una vida, confirmando algo que, por un lado, ya sabía, que el piano de Debussy es de una riqueza sensorial sin límites, y, por otro, que en música, siempre, quedan cosas por decir”. Javier Perianes es dueño de un mundo personal distinto, que además es muy accesible porque es perfectamente comprensible y entendible. Y tan admirable como cualquiera de ellos. Y no sé si más hermoso. Exhibe, por otro lado, una gama sonora que le hace plantear una severa batalla en ese campo, en lo que quizá también tiene que ver la extraordinaria toma sonora del registro. La serie completa es una continua sorpresa a medida que avanza; seduce preludio a preludio, “hasta acabar en una especie de extenuación feliz y placentera con las tres Estampes” . Pero hay más cosas. “ La pulsación, de una extraña redondez, que parece ha sido objeto de especial reflexión en todo el trabajo; el sutil planteamiento dinámico: el tempo, nunca sujeto a variaciones agógicas de efecto, fijo pero volátil; la flotante atmósfera creada por texturas que siendo tenues, ingrávidas, evolucionan hacia una solidez de implacable carácter; los silencios y el valor individual de las notas, que campan como pequeños universos independientes que tratan de buscarse los unos s a los otros; la suspensión del tiempo. Y no sé cuántas cosas más. Todas esas impresiones (¡bendita palabra!) se van acumulando entre misterios sin desvelar y verdades adivinadas hasta un auténtico punto culminante y explosivo, no otro que el preludio diez, La Cathédrale engloutie, que el maestro Perianes aborda como lo que es, un conjunto de arcos y bóvedas del que se van precipitando todas y cada una de las cosas que se puede hacer con un piano. Y de manera absolutamente magistral”.
¿Comprenden por qué esta semana no recomiendo un concierto? Pedro González Mira
DEBUSSY: Preludios, Libro 1.Estampes. Javier Perianes, piano. Harmonia Mundi, HMM, 902 301
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