Presidencia enlatada
Presidencia enlatada
La gala inaugural de la presidencia española de la Unión Europea ha dado ocasión para comprobar la excelencia artística de Tamara Rojo y María Pagés, los solistas y el cuadro flamenco que las han acompañado. Nada que objetar por tanto, sino todo lo contrario, a la calidad de los artistas invitados. Sí a la falta de criterio de un acto cuya organización no ha sido todo lo perfecta que la ocasión requería.
Carece de sentido que la gala se desarrolle en un teatro, al que el gobierno subvenciona con más de un 30% de su presupuesto total, que cuenta con una orquesta titular y que sin embargo se recurra a música enlatada para la mitad del programa. Se trata de la misma falta de criterio que acompaña la actuación de un gobierno al que todo se le vuelven pulgas. El espectáculo terminó, contra todo pronóstico, con una fantasía sobre el “Himno a la alegría”, tan querido en la Unión, en la que Rojo y Pagés simbolizaron maravillosamente la unión de culturas. ¿Qué hizo la Unidad de Música de la Guardia Real sentada en el gallinero durante todo el acto, esperando en vano volver a tocar el himno nacional al final del mismo? El desconcierto allí y en el Palco Real era evidente. Como fue evidente para todos la ausencia de presidentes de los países de la Unión. Ni siquiera estuvo el de Suecia, nación a la que España releva. Un fallo que poco dice a favor de nuestra diplomacia y del actual peso de España en Europa. ¿Será verdad que a nuestro presidente le sucede lo que al Fausto de Berlioz en su última escena? Su título es, simplemente, “La carrera hacia el abismo”. Gonzalo Alonso
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