El problema real de La Scala: los asientos vacíos
A pesar de la reciente polémica por las negociaciones con Arabia Saudí, lo que más preocupa al Teatro es la caída de ingresos en 4 millones desde 2017
Hace unos días los titulares internacionales hacían públicas las negociaciones entre La Scala de Milán y el gobierno de Arabio Saudí, una situación alarmante para la administración y el público italiano. Sin embargo, la alarma que despierta a la dirección son los ingresos del coliseo milanés, que han bajado en 4 millones en la temporada 2017/18, 2 millones más de los previstos en los presupuestos.
A pesar de los recortes y el cambio de gobierno del teatro en 2014, año en que asumió el puesto de director Alexander Pereira, los ingresos en taquilla se han vuelto la enfermedad crónica de La Scala, pasando de 39 a 35 millones de euros en los años 2017 y 2018. “A pesar de desmarcarse por sus cuentas entre las demás Fundaciones italianas”, apunta la periodista Lidia Baratta del diario Linkiesta, “su programación carece de atractivo y el coliseo de público. Una cuestión de gran importancia para un teatro de excelencia internacional”.
Los síntomas de este mal fueron patentes en la última temporada: la producción de Simon Boccanegra con el maestro Myung-Whum Chung y Leo Nucci tuvo más de 300 asientos vacíos cada noche; en Fidelio de Beethoven, también con el director Chung, el vacío creció hasta las 700 e incluso 1000 butacas libres. Entre las ocupadas, estudiantes con entrada gratuita y público con la entrada más barata, quedando desnudas las primeras filas y aquellas con más visibilidad.
Por otro parte, también se resiente la venta de abonos, pasado de los 5.900 abonados de 2008 a cerca de 3.000 en la temporada de 2017/18. Ni siquiera la misión social del teatro –que debe buscar la interacción con escuelas, jóvenes y ancianos – parece cumplir sus objetivos.
Pereira y su equipo de dirección han realizado diversas estrategias para frenar el descenso de la venta de billetes, pero ninguna ha dado resultado. Una de ellas ha sido el aumento de espectáculos para niños y la suma de diez nuevos títulos para este año, “una solución a la que recurren diversas fundaciones para taponar la pérdida de público, sin considerar que cada subida de telón conlleva un aumento del gasto del Teatro”, indica Baratta.
Sin embargo, los patrocinadores no parecen perder el interés en La Scala. Aún son muchas las que quieren situar su marca junto al nombre del célebre teatro. La multinacional de seguros Allianz se encuentra entre las últimas en sumarse a la lista de patrocinadores de La Scala con la financiación permanente de 6 millones en 5 años. BMW, socio del teatro, destaca también entre los principales colaboradores. Así, no es dinero lo que pierde La Scala, al menos hasta que las empresas sigan considerándolo atractivo, sino público y el interés de las generaciones de hoy y el futuro.
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