Público abroncado
Ciclo de Ibermúsica
Público abroncado
“La bella molinera” de Schubert. Thomas Quasthoff, barítono y Charles Spencer, piano. Auditorio Nacional. Madrid, 3 de noviembre
Cuando los patrocinios bajan y los costes de programación suben no hay más remedio que introducir en los programas de abono algunos conciertos que rebajen el promedio de coste. Esta vez Ibermúsica no trajo a una gran orquesta, pero sí a un gran solista. El barítono Thomas Quasthoff es una de las máximas figuras del género y además muy querido en Madrid. Posiblemente él también quiera mucho a Madrid, pero a los abonados del ciclo de lied de la Zarzuela, que no tanto a los del Auditorio Nacional. Este género musical encaja mucho mejor en las intimidades de Jovellanos que en las frialdades de Príncipe de Vergara.
Ya tuvo ocasión en el 2002, dentro del mismo ciclo, de comprobar la mala educación que cunde en el Auditorio Nacional, con toses y móviles como efectos especiales en cualquier música. Entró y lo avisó: iba a cantar “La bella molinera”, sin interrupción como es lógico, y rogó se moderasen las toses. Las hubo y en abundancia. Y no sólo eso, sino que un móvil no paró de sonar en las alturas y, en uno de los momentos más delicados, “El molinero y el arroyo”, volvió a sonar otro. Impresentable.
Tanto fue el enojo del solista que, además de no conceder propina alguna, se dirigió al poco respetable para abroncarle. “Amo este auditorio y sé que muchos han venido a escucharme con ilusión, pero no entiendo a esos otros que se comportan como se comportan. Por favor, en otra ocasión, tiren los móviles lejos”, se desahogó. Todo hay que decirlo: el público es maleducado al no ponerse un pañuelo en la boca al toser o al desenvolver los caramelos sin cuidado alguno, pero también es verdad que los chorros verticales de aire acondicionado resecan las gargantas como en ninguna otra sala y fomentan la tos. Es algo a revisar cuando se cierre por obras el Auditorio.
Por lo demás asistimos al recital esperado. Uno tiene la referencia de este ciclo en Fritz Wünderlich, pero Quasthoff no le va en zaga. La voz lírica se aviene perfectamente a canciones como “El curioso”, perfectamente matizadas y siempre con clarísima dicción e intención. No había entrado en calor en la que abre la serie, pero el resto tuvo nivel altísimo. Sesión para disfrutar, aunque amargada por los acontecimientos. Gonzalo ALONSO
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