Critica: Puccini desde las alturas en el Garaje Lola con Maite Alberola
PUCCINI DESDE LAS ALTURAS
Puccini for ever. Arias de Puccini: Maite Alberola, soprano. José Ramón M. Díaz, piano. Dirección de escena: Emiliano Suárez. Garaje Lola, Madrid. 17 de septiembre de 2024.
Para el comienzo de la temporada Emiliano Suárez ha preparado un acto en homenaje a Giacomo Puccini, de cuya desaparición se cumplirán cien años el próximo 29 de noviembre. Y qué mejor que reunir algunas de las mejores arias del compositor y contar con una buena voz de soprano, que es el timbre elegido en esta ocasión. Miel sobre hojuelas si ese instrumento es el de una cantante como Maite Alberola (1982), una artista en continuo crecimiento y transformación, algo normal, aunque hay casos en que esto no sucede.
Esta soprano valenciana, que se inició como una lírica de timbre satinado y perfumado, de fácil y bien apoyada emisión, es ahora, a sus 42 años, una edad ideal para un cantante, una lírica plena con tendencia a lo lírico-spinto. El instrumento tiene enjundia, cuerpo, carnosidad, con notas en el centro y el primer agudo de rara plenitud, de cercana vibración y calor, bien apoyada en el fulcro, con lejanas resonancias tebaldianas, aunque no tan argénteas, y cercanas a las soleadas moradas de una Caballé.
Canta por derecho, con soltura y respeto general a lo escrito y no se esconde: afronta con temple y decisión los momentos más exigentes, tanto en fraseo como en ascensos y descensos; con valentía y formidable temperamento. Desde luego los que hay que tener para mantener el resuello, la línea y la expresividad a lo largo de una sesión en la que, con muy ligeros descansos -los empleados para leer el texto dramático con imágenes alusivas a cada personaje y situación-, la voz tuvo que estar dispuesta y en tensión durante más de cuarenta minutos. Y hubo, claro, instantes en que no todo fue perfecto.
La soprano emite frontalmente, sin titubeos, y se entrega a fondo. A veces empuja en demasía con peligro de perder la línea y la posición, y suele cantar casi siempre a plena voz, expandiendo su bella sonoridad a los cuatro vientos. A veces los agudos suenan un tanto agrestes, con emisiones poco redondeadas. Hay pocos pianos, sutiles medias voces en su proceder, con el que quiere dimensionar y proyectar su caudal. Echamos en falta una mayor delicadeza, reguladores más exquisitos en algunos momentos, como en el aria de Lauretta de “Gianni Schicchi”, para la que su voz es en exceso fornida; o en el aria “Si, mi chiamano Mimi” de “La Bohème”, en la que las notas altas quedaron un tanto forzadas. Mucho mejor, de la misma ópera, “Donde lieta uscì”, delineada con finura, encanto y tristeza y con sonidos delicadamente labrados.
Falta de cristalinidad y un tanto exagerada en los acentos el aria de Musetta de la misma ópera, “Quando m’en vo”, pero ideal la maravillosa de Liu “Tu che di gel sei cinta” de “Turandot”, bien regulada, sentida, dicha y perfilada. Ahí Alberola se encontró cómoda. Como en “In quelle trine morbide” de “Manon Lescaut”, a falta quizá de un mayor toque de ligereza en las agilidades. Bien expuesto el recitativo de “Vissi d’arte” de “Tosca” y bien atacado el Si bemol agudo, aunque luego esperáramos un cierre más delicado y poético.
Desde el piano estuvo atento, como siempre, eficaz y musical, con interludios expresivos, José Ramón M. Díaz. La soprano iba ataviada con un traje negro y maquillada de manera un tanto fantasmal y luctuosa. Demasiado fúnebre la escenificación. La forma de exponer los textos, provistos de una retórica quizá en exceso artificiosa, pero muy evocadores y eficaces, buscaba sin duda ese contacto con el más allá desde el que nos mira y escucha desde las alturas Don Giacomo. Arturo Reverter
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