Puccini llega al Real de Mortier: Tiempos reciclables
Puccini llega al Real de Mortier
Tiempos reciclables
“El prisionero” de Dallapiccola y “Sor Angélica” de Puccini. D. Polaski, V. Priante, D. Kaasch, V. Dzhioheva, M.L. Corbacho, M. Rodríguez-Cusí, I. Mentxaka, etc. Coro y Orquesta titulares del Teatro Real. Ll. Pasqual, dirección de escena. I. Metzmacher, dirección musical. Teatro Real. Madrid, 2 de noviembre.
Gerard Mortier ha declarado que no le gusta Puccini y que no va a dejar el Real para irse a la Scala. Esto segundo es una obviedad, ya que en Milán “ni está, ni se le espera” porque nadie le ha llamado. Lo primero no lo comparto, pero lo entiendo. Un grande como Giulini me confesó que no podía dirigir a este compositor, que era cuestión de piel y simplemente lo rechazaba. No lo reconoció orgulloso, sino con lágrimas en los ojos. La diferencia es que Mortier presume de ello. Antonio Moral programó para hace un par de temporadas “El Tríptico” con dirección de escena de Ronconi en coproducción con la Scala. La etapa internacional del Real no es de hoy sino de anteayer. Y, si Obama y Romney se han olvidado de Sandy para hablar de dineros, yo les voy a dar una infrecuente perspectiva económica en esta crónica. El Real se comprometió a aportar en aquella coproducción 350.000 de los 800.000€ de coste total. Mortier canceló el proyecto. Los 210.000€ pagados a la Scala se dieron por perdidos y además se les envió gratis un “Caballero de la rosa” de Wernicke que pensaba alquilarse por 80.000€. Pensarán, como yo pensé al enterarme por casualidad en Milán, que o sólo se habían ahorrado 60.000€ o que se habían tirado 290.000€. No es sí, porque “El Tríptico” se sustituyó por una por una “Tosca” de los almacenes propios con bastantes más funciones, más taquilla y reparto muchísimo más barato. Luego, además, se alquiló “El Trítico” a la Bastilla y el Real, como coproductor, cobró su parte aún sin haber estrenado en Madrid la producción. Ya ven que la ópera tiene sus intríngulis.
El caso es que Mortier ha decidido juntar una producción de París para “El prisionero” (Florencia, 1950) -la obra se escuchó en Sevilla hace un par de años- y unirla a “Sor Angélica”, junto con “Fanciulla” uno de los dos títulos menos populares del compositor. Hacía falta estrenar aquí el Dallapiccola, como también “Asesinato en la catedral” de Pizzetti, y tiene coherencia su unión a este Puccini tardío, estrenado en Nueva York en 1918, pues ambas óperas hablan de pérdida de libertad, sometimiento y ausencia de esperanza. Quizá aún hubiera aportado mayor coherencia el dúo Dallapiccola&Pizzetti, pero la taquilla se habría resentido todavía más. Hay que tener en cuenta que a fecha de hoy quedan 4.500 entradas por vender a pesar de los precios súper reducidos para los días 6 y 13. El ajuste es el ajuste y de ello da muestra que “El prisionero” comprado por 80.000€ y “Sor Angélica” debería costar otros 80.000€, de los que la mitad llegarían del Liceo, donde se estrenará más tarde. Entre aquel “Tríptico” y éste programa doble hay muchos euros de diferencia.
Resulta en principio sorprendente la elección de sopranos no latinas, Veronika Dzhioheva y Deborah Polaski. Dzhioheva queda corta en conferir la exasperada intensidad dramática a un papel de grandes cantantes -Farrar, Tebaldi, de los Angeles, Scotto, etc- , mientras que Polaski encuentra ajuste límite a su actual condición vocal en la Madre y la tía princesa, si bien no puede emular a las grandes mezzos que han interpretado el rol. Y no me refiero a Simionato o Cossotto, sino simplemente a una Viorica Cortez. Victor Priante es artista pero barítono demasiado lirico para un papel de prisionero que requiere más timbre, densidad y, en definitiva, enjundia, sobre todo sí la orquesta es potente. Compacto todo el reparto de secundarios.
Ingo Metzmacher, que tuvo una actuación sobresaliente en “Soldados” de Zimmermanm en el pasado Festiva de Salzburgo, intenta llevar la tensión inherente a ambas partituras de la forma “callada” que demandan a fin de permitir sus contrastadas expansiones sonoras puntuales si bien falta el fluir pucciniano. A altísimo nivel coro y orquesta, como viene siendo habitual en la etapa Mortier.
Lluis Pasqual utiliza la musma jaula cónica para ambas obras. Queda muy bien en la primera, incluso con el cambio final de época para que sea un sacerdote quien suministre la letal inyeccion final al preso, pero forzada en la segunda, dejando la impresión -de otro lado seguro que correcta- de ser una forma de salir del paso con poco dinero, por más que 80.000€ por vestuario, iluminación –excelente por cierto- y concepto sea discutible. Una buena producción inteligentemente reutilizada.
El programa doble no pasará a la historia del teatro, porque faltan las tres grandes voces principales, pero yo no dejaría pasar la oportunidas de asistir a precios de oferta. Creanme que lamento escribirlo, pero el conjunto rezuma el tiempo de rebajas que vivimos y no es fácil sobreponerse a él, pero ello no es óbice para llamar a las cosas por su nombre. Gonzalo Alonso
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