… Que ochenta años no es nada …
… Que ochenta años no es nada …
Parafraseando unos versos de la letra del tango Volver, escrito y compuesto en 1934 por el cantante y músico Carlos Gardel y el poeta Alfredo Le Pera, que rezan “Volver con la frente marchita, las nieves el tiempo platearon mi sien. Sentir que es un soplo la vida, que veinte años no es nada…”. Bien se pudiera airear este mensaje de porteño a modo de felicitación, preñado en alegría y afecto, a don Plácido José Domingo Embil Ferrer Echaniz, quien, en el día de hoy, 21 de enero de 2021, cumple para la vida la edad de ¡ochenta años! Significativo es que en 1981, cuando tenía ya cuatro décadas de existencia, diera luz a su disco titulado “Tangos”, en el que el famoso Volver ya estaba en su voz.
Cierto es que su frente está ya marchita, carece de la tersura de aquellos momentos juveniles y poderosos, pero a pesar de todo sigue pletórica en frescor y vitalidad, como lo viene demostrado año tras año, desde que en el 1959 (21 de mayo) -a los 18 años-, saliera a escena cantando en la tesitura de barítono un papel de Pascual de la ópera ‘Merina’ de Emilio Arrieta, y un año antes, en 1958, a los 17, hiciera de bajo en la ópera mexicana “Eréndira”. Él, con la hélice genética impresa, de nacimiento, por sus padres, quería cantar a toda costa. Incluso de niño, en casa y dentro de ámbito estrictamente familiar era conocido como “El Granado”, pues se pasaba el día entonando la canción Granada de Agustín Lara, o bien tarareaba la obertura de la zarzuela “El Caserío”, un género lírico, netamente español, que siempre ha enseñoreado por todo el mundo. Desde que le conocí personalmente, allá por el año 1988 (20 de octubre), hasta la fecha, sigo pensado que estamos ante un ser humano a-normal, o sea fuera de norma. Su vida, su fuerza interior, su constitución física, su vehemencia intelectual, no se rigen por los cánones del común de los humanos. Tiene una positiva y luminosa anormalidad espiritual que le hace un ser distinto, diferente, lleno de sutilezas y de un arte incomparable con cualquier otro cantante lírico.
No es este el lugar, no pretende serlo, apropiado para hacer una semblanza biográfica sobre Plácido Domingo Embil, de quien creo que más galeradas de letra impresa se han escrito que de ningún otro cantante. El tiempo y los especialistas lo confirmarán o negarán. Este es un espacio de eterno agradecimiento por cuanta belleza nos ha regalado con su arte del canto. El ars canendi, como latiniza sobre este precioso oficio el maestro A. Reverter.
Plácido ha sentido en su propia encarnadura qué es un soplo la vida y ahí está su desconcertante historial médico que lo confirma. Hay que tener mucho coraje para con los 79 años cumplidos, después de pasar el pandémico Covid-19 se encerrara, a solas, durante 20 días, para ejercitar su tono muscular respiratorio, para doblegar aquellos pulmones anquilosados y machacados por el virus, y en sesiones de 7 intensas horas diarias, ejercitar el método de respiración de pecho, de diafragma y el intercostal para colocar el mayor volumen de aire en sus cajas de resonancia y, cual atleta que está preparándose para una final olímpica, empezar a emitir sonido, forzando a su organismo para que todos sus resonadores volvieran a adquirir el calor y el calor que ya en aquella edad tenía antes. Fue un sacrificio constante para dar lo mejor de sí a esa edad. Otros hubiesen pensado” bueno, pues hasta aquí”. ¡Él no!, tenía que volver a la misma posición de salida antes de que le atacase el bicho, y con sus “nieves del tiempo plateando su sien” volvió a la pelea, a pesar de la conjura/linchamiento/condena sin juicio/impresentables rechazos, que tuvo que sufrir. Alguna vez -seguro- tuvo que pensar al igual de Julio César “¿Tú también, Bruto?”. La prudencia y el respeto hacia su persona me han impedido preguntarle ¿hasta cuándo? Un día lo sabremos y entonces no nos extrañará. Él, mejor que nadie, sabe que su voz, desde hace tiempo, no es la de antes, como también sabe que este tránsito al campo baritonal no ha de durar mucho, como también sabe que los canes que siempre le azuzaron hoy se están convirtiendo en licántropos que quieren devorarle a toda costa. Pero ese empeño carnívoro, va a caer por sí solo, pues, cuando deje los avatares escénicos, en modo definitivo, seguirá en el mundo de la música, con clases magistrales, con su Operalia, y, sobre todo con algo que le apasiona, como es subirse a un podio (desde el foso o desde un escenario), tomar con la mano diestra una batuta y dirigir una ópera, una zarzuela -tan querida para él- o un concierto, al modo que hizo Nello Santi, casi hasta el final de sus días (6-II-2020).
Por eso, mi particular Txikito de Getaria (licencia que me permito escribir por primera vez) sigue ¡por favor! adelante, pues aunque “es un soplo la vida” no dejes que la jauría (de distintas castas) te hagan carne. “Ladran, Sancho, señal que cabalgamos” cual dijo Alonso Quijano y su fiel escudero. ¡FELICIDADES, ZAGAL! Manuel Cabrera.
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