QUIÉN LE VIO Y QUIÉN LE VE
QUIÉN LE VIO Y QUIÉN LE VE
11 de diciembre de 1993. Hacía un par de años que había quedado finalizada la instalación del órgano de la sala grande del Auditorio Nacional; Peter Hurford se sienta a la consola. El concierto está inscrito en el ciclo llamado ´de Cámara y Polifonía´, esta vez dedicado al órgano. Hurford, que hace poco ha cumplido 84 años, era entonces el niño mimado de los discos. Lo grababa todo, Bach, Buxtehude, Widor, César Franck, Mozart, Brahms, Mendelssohn… Era – junto a Simon Preston- el mejor, según decían por entonces los entendidos, que además celebraron aquel concierto como un acontecimiento. Pues bien, en semejante fiesta para la cultura musical éramos, contando a los entendidos y a mí mismo, 19 personas en el patio de butacas. Aquel ciclo, como todo el mundo sabe, no murió de éxito sino de inanición.
Un cuarto de siglo después de la inauguración del instrumento, se organiza en el mismo lugar –compartiendo honores con la Catedral de Leon, cuyo nuevo órgano quedó instalado hace un par de años- un ciclo con la Obra de Bach al completo, y hay bofetadas para asistir a los conciertos. Ahora no están agrupados en un ciclo con nombre parecido a aquel; ahora el ciclo se llama Bach Vermut, y va a durar dos temporadas con veinte conciertos en total, con El arte de la fuga y el Ricercare a seis de La ofrenda musical incluidos. ¿Qué sucede? ¿El personal, de pronto, se ha dado cuenta de quién fue el tal Bach? O es que los envoltorios de los conciertos venden a veces más que la propia música… El ataque de fundamentalismo que sufre el crítico al realizar este tipo de observaciones puede ser letal; a uno se lo ponen en bandeja. Sin embargo, es evidente que dicho crítico está al menos tan obsoleto como el famoso título del ciclo aquel al dejarse llevar por tales bondades intelectuales. Hay que abrir bien los ojos para ver al mundo de hoy como es y no como fue, por cierto un auténtico fracaso para el consumo de la música clásica, una materia tan inasible y compleja, y más cuando la música que se está consumiendo fue escrita para una iglesia que, además de ser iglesia, estaba situada en un lugar donde el pensamiento funciona a una velocidad bien distinta a como lo hace en los soleados países del Mediterráneo. Llevar a la gente a escuchar la maravillosa música para órgano de Bach parece tarea de titanes. A no ser que, eso, los envoltorios hagan más realizable la hazaña.
Bach Vermuth es una propuesta que añade algunas cosas a la escucha seca. La moja con aperitivos de verdad, de los que se beben y comen. Además, amenizado, tras la escucha de la música del maestro Bach, por un conjunto de jazz, que naturalmente hará Bach, un Bach más digerible, pero Bach al fin y al cabo. La idea tiene poco de diablura y mucho de ingenio. Porque intenta transformar los atávicos y perniciosos ritos que han de practicarse una y otra vez a la hora de asistir a un concierto. En mi opinión, si la cosa fuera tomar la música de Bach y, directamente, hacerla ´asequible´, sacaría los cañones. Pero no; aquí la que se propone es la de verdad, y además, como sucede en la entrega de esta semana, servida por un organista de bandera, como es el caso de Bernard Foccroulle, uno de los especialistas en la música para teclado de Bach más serios del momento. El programa esta vez incluye 10 corales, un preludio y una fuga. Seguramente ya sea un poco tarde para conseguir entradas, pero tomen nota, pues todavía quedan unos cuantos. Recuerden, a las 12.30, en el Auditorio, por 5 € la general y 3 € para la gente joven. Más información: http://www.cndm.mcu.es/es/noticias/ciclo-bach-vermut. Pedro González Mira
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