Rachmaninov siempre gana; Beethoven pierde
Fue en 2005, edición nº 15 del Concurso de Piano de Santander. La orquesta era la misma, la camaleónica Sinfónica de Madrid; el director, Jesús López Cobos, un músico de prestigio reconocido. Tocaba el «Concierto Emperador» de Beethoven el alemán Herbert Schuch; interpretación soberbia, llena de fuerza y lirismo. Pero no ganó. Tocaba el «Segundo» de Rachmaninov el italiano Alberto Nosé; lectura espectacular, perfecta exhibición de dedos. Y ganó. Lo dice una rara ley no escrita: quien llega a la final con Beethoven, se queda con la miel en los labios; quien trae Rachmaninov, se lleva el gato al agua.
2012. Edición XVII. La georgiana Tamar Beraia se presentó con el «Quinto» beethoveniano bajo el brazo: emotividad, nobleza, momentos de intimismo de cortar la respiración, grandeza en los pasajes épicos, y algún humano despiste. Pero el jurado la dejó en la cuneta. La coreana Ah Ruem Ahn salió a escena con el «Concierto de Do menor» de Rachmaninov: brillantez, gracia, frescura, técnica a raudales, y varios humanos despistes. Y el jurado le otorgó el segundo premio.
Pero, ¿y el primer premio?; pues no hubo. El jurado, presidido perennemente por Antoni Ros Marbá, lo dejó desierto, la misma decisión adoptada en 2002, en la edición número 14; una resolución así no beneficia para nada al concurso. Dio a Ahn el segundo puesto, y el tercer premio lo repartió entre Beraia y Janos Palojtay, el finalista húngaro. Con lo cual, el palmarés fue injusto, primero, y vejatorio, después. Porque el solista magiar, que había hecho excelente papel en las etapas previas, mostró el límite de sus posibilidades en la tercera pieza en concordia, el tan extraordinario como difícil «Concierto en La menor» de Schumann, que tocó descentrado y con sensación de inconexión entre movimientos, con buen estilo, pero con una dominante preocupación por dar las notas y llegar indemne al final de la obra. La realidad es que estaba muy por debajo de las dos solistas femeninas, y emparejarlo en un tercer premio con una de ellas es casi provocación, amén de humillante para la pianista.
Pero todavía quedaba un galardón, el Premio del Público, otorgado a través de los votos de los asistentes: y ese senado colectivo, que sólo da un premio honorífico, consideró que la mejor pianista del concurso era la georgiana Tamar Beraia. Conclusión: el público sí que sabía, o aún mejor, aplicó el sentido común. El jurado, por su parte, levitaba por otros parajes. Moraleja: en Santander olvida a Beethoven y ven con Rachmaninov. Y si no lo haces así, que decida el público. José Luis Pérez de Arteaga
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