Andras Schiff: radicalmente musical
Radicalmente musical
Cuando Andras Schiff salga al escenario de la sala grande del Auditorio Nacional este martes hará una semana exacta de su cumpleaños: 64 años de vida y más de cuatro décadas de carrera, desarrollada desde sus músicas favoritas, que son bastantes, pero producto de una selección que deja entrever a un músico alejado del populismo, siempre anteponiendo el intimismo y la reflexión intelectual a los fuegos de artificio. La lista de sus autores favoritos es fácil de enumerar. En primer lugar, Bach, que ha pilotado su carrera desde el primer momento. Y después Mozart y Schubert, para llegar a Beethoven. Hay en su particular catálogo otras incursiones importantes, como Mendelssohn o Schumann, para coronar en Bartók, del que es un reputado intérprete. Y hay una característica de su hacer que me parece particularmente resaltable: su amor por los ciclos, por la obra total, por la búsqueda del autor en toda su trayectoria y no solo en sus momentos fulgurantes: hay mucho de humildad y deseos de conocimiento en actitudes como esa, lo que, lo uno y lo otro, abundan poco en el circuito musical actual, dominado por la iconoclastia cuando no por la pura ocurrencia.
El programa que Schiff presenta en esta ocasión es, como siempre sucede en sus propuestas, todo un estudio. Aunque ande algo descompensado en los tiempos: no llegará a media hora la primera parte; unos setenta minutos para la segunda. Pero está claro que con las obras escogidas el orden debe de ser ese. La primera parte se compone (bueno, en el programa anunciado no se precisa, pero se da ese orden) de dos obras de Manedelssohn y Beethoven, respectivamente, la Fantasía en Fa bemol menor op.28, llamada ´Escocesa´, del primero, y la breve Sonata núm.24 en Fa bemol mayor op.78, del segundo, ambas unidas por la tonalidad en los dos modos, pero también en su espíritu de penúltimo y exaltado clasicismo. Y en realidad, el meollo del programa estará, luego, en dos ciclos brahmsianos, perfumados de último romanticismo pianístico, las 8 Klavierstücke op.76 y las 7 Fantasien op.116. Como es de sobra sabido, la superación de una vez por todas del clasicismo pianístico para regresar a un arcaicismo sonoro que solo se puede explicar desde el último Bach. Hubiera estado bien que tras esas series Schiff hubiera programado algunos preludios de El clave bien temperado, o mejor, unos cánones de El arte de la fuga. Pero no; él ha preferido la última de las Suites inglesas, la Núm.6, una música de equilibrios sonoros máximos y de una belleza sencilla pero prodigiosa. Lo dicho: un programa que no suma cosas, sino que camina en busca de resultados globales. Así los suele construir Schiff, un pianista poco espectacular pero radicalmente musical. Pedro González Mira
Andras Schiff, piano. Obras de Mendelssohn, Beethoven, Brahms y Bach. Auditorio Nacional de Música, Sala sinfónica. Mrates 28, 19.30. Entre 25 y 57 €.
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