RAPHAEL BLECHACZ, JUVENTUD INDISCRIMINADA
RAPHAEL BLECHACZ, JUVENTUD INDISCRIMINADA
Ciclo de Grandes Intérpretes, Fundación Scherzo
Obras de Mozart, Debussy, Szymanowski y Chopin. Raphael Blechacz (piano). Auditorio Nacional de Música, Madrid, 22 de marzo de 2011.
Madrid es territorio para los grandes pianistas: acaba de actuar Elisabeth Leonskaja y Lang Lang ha culminado, en este mes de marzo, un periplo de cinco actuaciones que incluían el recital, la sesión de cámara y el concierto con orquesta. A esta travesía se une ahora el polaco Raphael Blechacz, joven artista de 26 años –dos menos que Lang Lang-, ganador en el 2005 del concurso Chopin de Varsovia, y prácticamente desconocido en esta plaza, aunque su compañía discográfica, Deutsche Grammophon, insistiera en montar una firma de discos al término de un concierto en el que, casi todos los asistentes, llegaban preguntando: “¿Raphael, qué?”
Blechacz es, como tantos virtuosos de la hora presente, un “digítologo” nato, una suerte de pulpo de los dedos capaz de dar todas las notas de cualquier partitura, e incluso el doble, si necesario fuera. Su musicalidad y concentración, en un genuino programa ‘totum revolutum’, no quedaron muy altas en el primer tramo de la sesión, con el artista empeñado en ganar la mayor cantidad posible de tiempo evitando saludos y enlazando una pieza con otra (¿le esperaban para una cena de urgencia?). Sus “Variaciones en Do mayor” de Mozart resultaron aseadas, su trepidante lectura de “La isla feliz” de Debussy constituyó una mera exhibición “dedológica”, y casi lo mismo ocurrió con la apenas transitada “Sonata nº 1” de su compatriota Karol Szymanowski, aunque en esta última el quehacer de Blechacz tomó vuelo en el Finale, con la imponente fuga y la mayestática conclusión.
En la segunda parte, completamente inmersa en un repertorio que le es mucho más propio, la música de Fryderyk Chopin, el joven intérprete brillo, en varios instantes, a altura desusada, haciendo comprensibles sus premios, sus contratos fonográficos y su ascendente carrera internacional. Ya los mismos compases introductorios de la “Balada nº 1 en Sol menor” indicaron que habíamos franqueado otra puerta, y acaso lo más granado de la noche se produjo en la formidable traducción de la “Polonesa nº 2”, con una sección central para la antología en la que el artista abrió el cofre de la poética. Las dos propinas, el “Nocturno en Do sostenido menor, Op. Póstumo”, del mismo Chopin, y el Scherzo de la “Sonata en La mayor, Op. 2/2” de Beethoven, revalidaron la altura conquistada en la segunda mitad de la sesión. Blechacz hizo así su presentación en este importante ciclo instrumental con una de cal y otra de arena: es muy joven y puede decir mucho, no hay que perderle de vista. José Luis Pérez de Arteaga
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