Real y Liceo ante sus aperturas de temporada

En días pasados han vuelto a abrir sus puertas nuestro dos principales teatros líricos: el Real y el Liceo. Ambos inician en paralelo nuevas etapas. Esta es la primera temporada auténticamente de Joan Matabosch, aunque aún queden flecos del pasado si bien readaptados. Su triunvirato –Marañón, García Belenguer, Matabosch- funciona manteniendo un difícil equilibrio de protagonismos y en su patronato nadie discute nada porque todo llega pactado. No hay tensiones pero tampoco aporte de ideas. Una cosa por la otra. La institución se ha vacunado de la política, aunque veremos qué sucede después del 20D. Las cuentas, tras los descalabros que causó la etapa Mortier, parecen nuevamente encauzadas, aunque no quede nada de las reservas acumuladas durante años. Los abonos empiezan tímidamente a recuperarse gracias a la vuelta de las grandes voces a la programación y los patrocinios se asientan en claro perjuicio de las demás instituciones musicales, pues el Real acumula todos. Una de las mayores virtudes de Marañón ha sido la comunicación, enfocando los problemas con espíritu positivo. Incluso ha echado imaginación a la hora de vender un bicentenario realmente inexistente, pero que mantendrá al teatro en el candelero y atraerá más mecenazgo gracias a las desgravaciones fiscales adicionales. De ahí que la situación se contemple con bastante optimismo, sin que ello quiera decir que no haya cosas que mejorar.

La desaparición de Leopoldo Rodés supuso un considerable pérdida para el Liceo. De alguna forma era continuador de la importante labor de mecenazgo que efectuó durante años Josep Vilarasau. El actual director general, Roger Guasch, aporta un buen conocimiento empresarial y ha logrado que el Gobierno impulse bonificaciones fiscales del 90% para las donaciones al teatro vía enmienda a los Presupuestos Generales del Estado. El plan abarcará de 2016 a 2020. De alguna forma se trata de compensar las ventajas del Real con su bicentenario y aquí la excusa será el veinte aniversario de la reapertura tras el incendio de 1994. Christina Scheppelmann, la sucesora de Matabosch en la dirección artística, aún no presenta temporada realmente propia pero tiene la suerte de poder apoyarse en muchos de los artistas apalabrados por su antecesor, con bazas claves como las de Flórez y Camarena por citar dos tenores ligeros en la cumbre. Esta semana abrió con “Nabucco”, obra muy politizada, entre vítores a Mas si bien no nadie aprovechó para quejarse de victimismo como hiciera Muti en Roma con la misma partitura. Fue bisado el célebre coro y muy aplaudida la orquesta, bien dirigida por el experto Orén, pero ello no debe llevar a engaño: ambos conjuntos pasan por una mejora fundamental para el Liceo. Otro de sus urgentes retos es recuperar a público y sociedad civil con los que aprovechar la enorme ventaja económica respecto al Real que supone su mucho mayor aforo, pero esto no será fácil con los nuevos dirigentes políticos catalanes y es que en el Liceo pesa mucho más la política que en el Real. Gonzalo Alonso