Recomendación: Benjamin Alard, Bach con mascarilla
Bach con mascarilla
BACH: Partitas núms. 1, 5 y 2 . Benjamin Alard, clave. Auditorio Nacional de Música, Sala de cámara. Martes 2, 19.30. Entre 10 y 20 €.
El clavecinista y organista francés Benjamin Alard (Ruan, 1985) tenía que haber dado un concierto, en el Auditorio Nacional, el 14 de enero, que tuvo que ser aplazado por el fenomenal enfado del cielo con la ciudad de Madrid, traducido, como podremos recordar, en la nevada más importante del siglo. Gracias a quien haya que dárselas, y seguramente a los tiempos de pandemia que corren, Alard ha encontrado una fecha sorprendentemente próxima para recuperar la cita, e iniciar así la que va a ser una aventura programada en seis sesiones: interpretar las cuatro partes del Clavie- Übung bachiano. Será, naturalmente, al clave y al órgano. En este concierto programa parte de la primera, tres de las seis Partitas BWV 825-830: las número uno, cinco y dos. La idea del ciclo se sostiene en el hecho de que Alard está abordando (para Harmonia Mundi) la grabación de la integral para teclado de Bach, autor del que es un reputado intérprete.
Por consejo de un buen amigo, y sin embargo aficionado empedernido, he buscado información acerca de Alard. No esa que se suele dar para acreditar la figura de un músico, sino la más sustancial: cómo aborda su trabajo. Y tras un buen empacho, pues Alard tiene un repertorio descomunal, que se puede repasar sin problema en las plataformas, he llegado a la conclusión de que se trata de un intérprete de primerísimo orden. Ya estoy deseando que llegue el final de su proyecto para el Auditorio; se le pueden adivinar unas más que interesantes Variaciones Goldberg (parte IV y última de la serie), aunque en esta temporada (mes de marzo) solo vaya a completar el conjunto de Partitas.
Alard es un clavecinista de una limpieza portentosa. La claridad (en todos los sentidos, no solo en la separación sino en la iluminación) es cegadora. Y su sentido de la métrica no añade ni quita al discurso, que es claramente hijo de un sentimentalismo de alto control. Toca con cierto reposo; rara vez acumula el sonido, que surge con pasmosa naturalidad. Y posee un control de los mensajes que le acreditan como extraordinario músico. Sí, ya sabemos que salir a la calle a hacer cualquier cosa es para pensárselo. Pero no ir al Auditorio este martes sería un grave error. Mi recomendación es máxima. Aunque sea forrado de mascarillas y geles. Pedro González Mira
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