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Por Publicado el: 06/12/2019Categorías: Recomendación

Recomendación: El anillo de la verdad, de Roger Scruton

Filosofía y Música

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Sir Roger Scruton

Esta semana  no va a ser un concierto el protagonista de la sección sino un libro. Es una publicación importante.

Sir Roger Scruton, 75 años, filósofo, ensayista incansable, músico, activista, es políticamente un conservador que ha asesorado al gobierno británico en los últimos tiempos hasta que sus polémicas declaraciones sobre el islamismo y su defensa de Viktor Orbán aludiendo a los ´invasores musulmanes’ que arrasan Europa le supusieron su destitución. Antimarxista declarado, muchas veces parece más buscar la polémica vía escándalo que defender posturas en exceso ultras. Su centrismo declarado, no obstante, se encuadra en un terreno que flirtea con el populismo. Es un cerrado defensor del Brexit. Scruton ha publicado multitud de ensayos sobre estética y arte, ha escrito dos óperas, un curioso libro titulado Bebo, luego existo, que reivindica la identidad a partir de la calidad de los vinos, y un ensayo sobre el Tristán wagneriano, Death-Devoted Heart, que todavía no ha sido traducido al castellano. Sí en cambio lo ha sido su aclamado How to Be a Conservative (Cómo ser conservador), de 2014, quizá su trabajo más conocido en España.

Con  estos previos, a nadie le debe extrañar que este El anillo de la verdad resulte ser un libro cuya militancia deba de ser examinada con lupa. Desde su propio título: les confieso que, una vez leído con toda la atención que merece su prosa, no he llegado a descubrir a qué verdad se refiere. La sustancia que encierra las palabras del señor Scruton es de una apabullante ilustración; está trufada  de  pasión y versatilidad,  y como el asunto al que sirve no se queda atrás en exuberancia y riqueza de oportunidades para la interpretación, el resultado es de una brillantez inmediata. Sin embargo, un libro así debe estar sujeto a una crítica desde fuera del incondicional wagnerismo que respira, si es que ello es posible, una vez más dada las laberínticas características del asunto tratado. ¿A qué militancia me refiero?

Es un libro escrito por un filósofo, y aunque las referencias musicales son abundantes y acertadas –y objetivas- queda muy claro a través de sus páginas que el terreno analítico en el que más a gusto se encuentra el autor es el de la interpretación del Anillo como un compendio  y una consecuencia de las corrientes filosóficas que influyeron en Wagner a la hora de escribir la epopeya. Aunque  también un análisis basado en el propio encuadre del ensayista en cada una de esas corrientes. Lo que, cuando se trata de Wagner, encierra unos cuantos peligros, entre los que no es el menos importante llegar a pensar que lo que declama su interpretación es la que quiso dar Wagner. En otras palabras: Scruton interpreta la filosofía wagneriana del Anillo utilizando como herramientas sus ideas personales acerca de los inductores: de Kant (maestro indiscutible de Scruton y padre espiritual de las ideas de Johann Gottleb Fichte); de Hegel, su sucesor; de los Jóvenes Hegelianos, hijos díscolos de la marca; de Feuerbach, de Schopenhauer… Pero también, siguiendo la secuencia, de Karl Marx. Claro, es embelesador pensar que los despropósitos en los que día sí día también se embarca Wotan; o que las decisiones del indolente y a la vez irascible carácter del bello Sigfrido, nunca bien comprendidas; o que el campeón del resentimiento por negación del amor sea todavía capaz de encontrar las suficientes bondades en el sexo como para engendrar una alimaña como Hagen; o que la mujer-walkiria Brunilda dirija una operación que es la antítesis de ella misma, etc., etc.; es embelesador, digo, que todo eso sea consecuencia de un tan largo y profundo estudio antropológico y cosmológico y no simplemente un genial acto de creación pura  y dura, producto de la imaginación literaria y del genio musical. Y punto. Scruton no lo ve así (lógico; no habría escrito este tocho si no), aunque es cierto que da cierto protagonismo a los detractores más sangrantes de Wagner. A Nietzsche o a Adorno. Pero nos  recuerda el pensamiento de estos en unas pocas páginas, reservando el resto del libro, o sea todo el libro, a hacer una cerrada defensa de la idea bajo cuya cúpula él se instala, eso sí, con un conocimiento exhaustivo de los temas: el hecho de que el Anillo haya sido el resultado de un pensamiento que va desde Feuerbach hasta Schopenhauer, lo que quiere decir que se trata de una obra que debe ser leída y entendida como un ensayo musical sobre un conjunto de verdades humanas como resultado de la transformación de una serie de mitos; un camino que va desde el mito al dios, y que acaba en el ser humano.  Esta es una línea muy recurrente, y hasta conservadora, a la hora de valorar la obra. Y contraria  a la marcada por aquellos que piensan que Wagner lo que hace es disfrazar de palabrería una música absoluta y cósmicamente inigualable. (La única referencia a un montaje concreto del Anillo que se hace en el libro es al de Chéreau: para ponerlo a parir).  Por ello este libro marca una perspectiva  analítica que no supone más que la prolongación de una discusión ya clásica: ¿Wagner poeta y después músico? o ¿músico con un añadido poético de bajo contenido?

El esfuerzo de Scruton  para definir una base teórica, que corone con éxito y buena recompensa aleccionadora, es muy importante. Y encomiable. Y admirable. Bien merece un reconocimiento. Scruton se comporta al escribir como un generoso apóstol de la causa wagneriana, regalándonos razonamientos y análisis que, si bien son a veces difíciles de seguir (como muchas veces sucede con las largas y repetitivas líneas declamatorias en el relato wagneriano), debemos de agradecer por la cantidad de ideas sugeridas acerca de las diversas relaciones y niveles que propone el Anillo. Los mundos de los dioses, de los semidioses, de los mortales, de las cotas de los universos en los que se sitúan, de la evolución  en cada uno de ellos, de sus roles; la forma de exponer las relaciones entre los símbolos, el oro, el anillo, la lanza, el yelmo, etc.; la disquisición acerca de los pactos, de la ley, de los contratos en que está enfrascado el dubitativo y a la vez autoritario Wotan; el análisis que se hace de los temas del resentimiento de Alberich, del motivo del poder, del de las manzanas (al que, acertadamente, otorga mucha importancia), del personaje  de la conservadora Fricka, del rol de los gigantes; la radicalidad defensiva de Loge, etc., etc., todo ello y mucho más es objeto de una fina disección filosófica que, ya digo, si bien acaba abatiéndonos por prolija e interminable, no deja de imponer.

Me ha parecido, por otro lado, muy apropiado extraer del estudio general al personaje de Sigfrido, regalándole a él solo un capítulo. Para  tratar de desvelar la contradicción más grande del Anillo, que es él mismo, y explicar muy elocuentemente que tal cosa sucede por, primero, el cambio de perspectiva que sufre Wagner al cambiar el proyecto inicial y, segundo, por la salvaje interrupción a que sometió la composición de la obra para escribir Tristán e Isolda y Los maestros cantores de Nuremberg. Quedan muy bien explicados los matices que van desde La muerte de Sigfrido hasta El joven Sigfrido: para Wagner, casi toda una vida; los años suficientes para enfrentarse al, en mi opinión, verdadero protagonista del Anillo, un  individuo que, en su búsqueda de la libertad, no repara en el precio que ha de pagar para no ya conseguirla sino solo entenderla: el uso sistemático no del engaño, como hace su abuelo, o del sexo, como su padre, sino de la violencia con el enano, con el dragón, con el dios y con la mujer que le hace conocer el miedo. Sigfrido va a ‘cargarse’ a todo el mundo. Todo un chicarrón.

Hablábamos antes de la militancia filosófica de Scruton al explicar la gestación del Anillo. Sería injusto, no obstante, no referirnos al soberbio resumen que hace del argumento, apoyado por la selección de los motivos conductores que se reproducen al final del libro (él mismo recomienda la página www.wagnerheim.com para poder escucharlo a golpe de ratón). Es decir, que, aunque como buen wagneriano conservador no llegue a proclamar a los cuatro vientos una y otra vez (como merece) que  la música de Wagner está a años-luz de su verborrea, no se priva de hundir sus garras analíticas en los recovecos musicales más ocultos de la obra, no otros que los delineados por los casi doscientos motivos conductores que él mismo selecciona. Pero, si bien eso es todo un mérito, no avanza más sobre la música; no se detiene en el portentoso e irrepetible mensaje sinfónico que envuelve al Anillo. Porque fuera de los motivos conductores hay vida; hay una estructura, un discurso sonoro (¡qué mundo sonoro!),  que es el alma, porque es el que hace pensar a los personajes, en incluso aquello que no dicen en la marca del texto. Scruton siempre muestra  más interés por ofrecer más claves filosóficas que musicales para sus interpretaciones. Y buen ejemplo de ello es el capítulo (soberbio) titulado ‘Historia y cultura’, un auténtico manual de instrucciones al respecto.  Al final del mismo nos cuenta que  es necesario detenerse en aspectos como la política nacionalista, el amanecer de la nueva Alemania, la teoría post kantiana del yo, la filosofía revolucionaria de los Jóvenes Hegelianos, la tragedia griega, las influencias de BeethovenAsuntos todos ellos solo esbozados ahí, pero de los que se echan en falta más noticias luego. Pero en fin, quizá eso habría conducido a otro libro, y seguramente no el que Scruton ha querido escribir.

Una última mención a la traducción de Juan Lucas. No conozco el original (aunque de poco me serviría), pero no quiero dejar de dar constancia de su más que evidente esforzado trabajo, tratándose de la traslación de un conjunto de ideas formuladas muchas veces de manera críptica y en clave altamente especializada en una materia en la que las palabras, los conceptos y las ideas se escapan entre nuestras neuronas, cada vez menos avezadas para la comprensión de este tipo de lenguajes. Enhorabuena. Pedro González Mira

SCRUTON, Roger: El anillo de la verdad. Editorial Acantilado. Traducción de Juan Lucas. 513 págs. 27,55 €.

2 Comments

  1. José Luis 13/01/2020 a las 00:13 - Responder

    Wagner era un hombre de teatro.El uso de la mitología para expresarse no se puede denominar verborrea. Sísifo de Camus es verborrea?.

  2. jm 18/10/2021 a las 07:54 - Responder

    La reseña no hace ninguna justicia al libro, lo empobrece tristemente. Un libro de esta ambición no se puede juzgar con criterios tan limitados como los que emplea ostentosamente el crítico. En fin, la reseña tiene con la obra de Scruton la misma relación que una pastilla de caldo de vaca con una vaca.

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