Recomendación: La damoiselle élue y Juana de Arco en la hoguera en el Teatro Real
Entre el espíritu y la carne
Debussy, La damoiselle élue. Camilla Tilling, soprano; Enkelejda Shkosa, mezzosoprano. Honegger, Juana de Arco en la hoguera. Marion Cotillard, actriz; Sébastien Dutrieux, actor; Sylvia Schwarz, Elena Copons, sopranos; Enkelejda Shkosa, mezzosoprano; Charles Workman, tenor; Torben Jügens, bajo. Coro y Orquesta del Teatro Real. Dirección musical: Juanjo Mena. Dirección escénica: Alex Ollé. Martes 7, 19,30 h: entre 20 y 413 €. Miércoles 8, Viernes 10, Sábado 11, Martes14, jueves 16 y viernes 17, 19.30 h: entre 16 y 259 €. Domingo 12, 18.00 h: entre 16 y 259 €.
Una lectura de la antología de poesía inglesa traducida por Gabriel Sarrazin, Poètes modernes d’Angleterre, de 1883, proporcionó a Debussy la idea de componer una cantata sobre el poema The Blessed Damozel, del poeta y pintor Dante Gabriel Rossetti. Nace así La damoiselle élue, una especie de gran madrigal dramático para coro y dos solistas, que conoció su estreno en París, en 1893, cinco años después de su composición, el mismo en que el compositor deja lista su ópera Pelléas et Mélisande, y casi medio siglo antes de que viera la luz la página de Honegger con la que la se emparejará en el programa que presentará la semana que viene el Teatro Real, y del que se ofrecerán ocho funciones, en coproducción con la Ópera de Frankfurt (entre el 7 y el 17 de junio). Las obras se representarán sin interrupción.
La Damoiselle élue, es producto de un movimiento de repulsa al wagnerismo, y, al mismo tiempo, una profunda inmersión en un simbolismo que fue fraguándose sobre la música de Debussy a medida que se apartaba de Tristán. Ese proceso va desde la Damoiselle hasta Pelléas, pasando por el Preludio a la siesta de un fauno, hasta llegar a la obra maestra del género, El martirio de San Sebastián, pieza mollar tan poco presente en las salas de concierto y teatros. Debussy se refirió a La damoiselle élue como un “pequeño oratorio pagano”, aunque quizá sería más preciso hablar de una cantata para la intimidad, por su esencialidad dramática, que se expande sobre un gran tapiz de sentimientos románticos y una serena traza contemplativa, de una belleza hecha de sonoridades vocales y orquestales de una admirable y sugestiva pureza. Poco que ver, quizá, con la latente agresividad de la ópera de Honegger que la va a acompañar, que la complementa admirablemente, pero sin renunciar a constituirse en un anuncio de emancipación definitiva del wagnerismo, que unos y otros tanto intentan, y a los que a todos tanto les cuesta. Por todo ello, La Demoiselle élue y Jeanne d´Arc au bücher se entrelazan en una especie de encadenamiento que las hace cómplices, y por eso tiene todo el sentido escucharlas y verlas una tras de la otra. Hay, todavía, una última razón para la elección de esta Juana de Arco: es otra cara de la locura existencial de la mujer que llenó la escena del Real hace muy poco: la Renata de El ángel de fuego, de Prokófiev. No tengo la menor duda de que se trata de un guiño del programador, que, por otro lado, tiene todo el sentido del mundo. Dos heroínas del propio existir se funden sobre músicas radicalmente diferentes, pero entroncadas sobre una circunstancia que las lleva a autodestruirse sin piedad. Son mujeres sin acomodo. El fuego ha de devorarlas.
Juana de Arco en la hoguera es la ópera (en realidad un oratorio representado) más conocida del compositor francés Artur Honegger (1892-1955). Fue escrita por encargo de Ida Rubinstein, una bailarina que trascendió el arte de la danza (en realidad estudió poca danza), siguiendo la línea imperante en la vanguardia de su tiempo, capitaneada por Diáguilev y su compositor favorito, Igor Stravnski, para el que también trabajó como coreógrafa. La pieza supone un ejemplo muy significativo de un nuevo estilo de ópera corta, en teoría antiwagneriana, pero, a la vez, consecuencia de ese mundo, al que Claudel – el autor del texto- y Honegger no pueden dejar de rendir pleitesía. Exactamente al contrario de lo que hace el resto del Grupo de los Seis, que aborrece abiertamente el wagnerismo. Paul Claudel escribe recitados muy empastados en el complejo sonoro, a veces envueltos entre sugestivas ondas Martenot, que aportan al conjunto un simbolismo muy agarrado a un catolicismo casi militante, de un potente y penetrante realismo, y que transmiten a la música de Honegger una modernidad que, paradójicamente, sigue el recto y ortodoxo camino de la comprensibilidad. La partitura fue estrenada en versión de concierto el 12 de mayo de 1938 en Basilea, con la propia Rubinstein en el papel de Juana de Arco. Llegó a Francia, un año después, en versión de concierto, siendo recibida con sonoros abucheos en la Ópera de Orleans, como es sabido, la patria chica de Juana . Hans Reinhard, en 1942, la adaptó al alemán para la escena en la Opernhaus de Zúrich, y en 1946 se pudo ver en Montevideo y Buenos Aires, ya en una versión revisada. Pues la pieza original conoció un importante cambio, al decidir Claudel y Honegger añadir un prólogo para actualizarla, haciendo una traslación de épocas desde la Guerra de los Cien Años hasta el siglo xx, buscando una denuncia de las monstruosidades de Hitler. La pieza quedó desde entonces definitivamente delineada en un prólogo y once escenas, que es la versión que se escuchará en el Real. Roberto Rossellini la filmó en 1954, con Ingrid Bergmann como Juana, estableciendo así un vaso comunicante que se vuelve a dar en la representación que se podrá contemplar ahora en el Teatro Real con Marion Cotillard, una senda que también transitó Felicia Montealegre, al ocuparse de la pieza con su marido, Leonard Bernstein, en el podio (1958). España ha tratado bien este título, estrenado en Madrid, en el Teatro de la Zarzuela en 1957. En 1971 se interpretó, en versión de concierto, en el Teatro Real (Orquesta Nacional/Odón Alonso), y en 2003, en el Festival de Granada, fue protagonizada por Aitana Sánchez Gijón. Marion Cotillard, ahora explicará su propia experiencia interpretativa de la página, que es ya larga y potente. Se puede esperar de ello lo mejor.
La puesta en escena del espectáculo corre a cargo de Álex Ollé, que concibe la obra de Debussy como una especie de preludio de sonidos lejanos y celestiales, antes de entrar en materia con Honegger, donde se explaya en una denuncia de la guerra de muy largo alcance, en continuo contraste con el mundo de la espiritualidad. El escenario, diseñado por Alfons Flores, es un decorado único con dos niveles que quieren situarnos en los dos focos a través de los que se desarrollan los relatos: lo divino y espiritual, y lo tangible. Hay mucha magia en todo ello, y un equilibrio entre la carnalidad de Juana y la pureza de la divinidad no encarnada, que queda en las voces de los coros, que gozan de un importante y bellísimo protagonismo. Juanjo Mena debuta en el foso del Real, situándose al frente de un grupo de cantantes de reconocida calidad, con el ya mencionado protagonismo esencial de la actriz Marion Cotillard en el papel de Juana de Arco. Camilla Tilling será el reclamo vocal más vistoso en La demoisell élue. Pedro González Mira
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