Recomendación: La Calisto. El sexo y el espíritu
El sexo y el espíritu
Los aficionados a la ópera de Madrid conocemos a Francesco Cavalli (Pier Francesco Caletti-Bruni, 1602-1676) por sus óperas grabadas en disco; sobre todo por las óperas que registró Raymond Leppard a finales de los 60 y principios de los 70 del siglo pasado. Y aunque después hemos podido acceder a realidades más barrocas de la mano de René Jacobs (mucho peor cantadas, pero más barrocas), se puede afirmar que La Calisto es una desconocida entre nosotros, a pesar de tener las suficientes referencias indirectas que aseguran que se trata del mejor título de su autor.
Este señor, como muchos en su época que se distinguieron de alguna manera, fue un tipo singular. Se cambió el apellido por el que ahora se le conoce, porque era el de su protector, el gobernador de la preciosa ciudad italiana de Crema, Federico Cavalli; era judío y se pasó al bando católico para poder entrar de Cantor en la catedral de Venecia, donde mandaba Monteverdi; y, con este al frente, se dedicó a escribir óperas para que el –en todos los aspectos- alegre público veneciano se dejara sus dineros en taquilla en la nueva industria operística que había nacido en los teatros de la ciudad. No es de extrañar que escogiera con tino a sus libretistas, quienes habrían de escribir para un público siempre dispuesto a la fiesta y al juego de las suplantaciones personales (léase disfraz, travestismo, carnaval) en el conspicuo pero populista mundo de relaciones humanas a la moda en la Serenísima. Trabajó allí con buenos beneficios, pero su ambición le perdió cuando le fue encargada desde París una obra para la celebración de la boda del rey Luis XIV con María Teresa de Austria, hija de Felipe IV. La pieza, Ercole amante, no se representó; tenía poco ballet y demasiado canto; un exceso para el volátil espíritu francés. Así que regresó a Venecia, pero sus imitadores ya le habían hecho la cama. Aunque mal, porque mientras Cavalli se había fijado en Monteverdi, los ´nuevos cómicos´ habían ya perdido el rumbo. Perdió Cavalli y perdió la ópera. A Cavalli se le olvidó y la ópera italiana prosiguió su errático camino hasta mejores tiempos. El compositor resucitó en los años 60 del siglo XX, pero, a mi entender, por razones espurias. Este señor no es un belcantista, ni de lejos. En Cavalli, se canta el texto; no se adorna el texto.
Programar esta ópera en un teatro de referencia como el Real madrileño es un signo de inteligencia. Porque hay muchas maneras de salirse del carril convencional, unas más incómodas pero infinitamente más pedagógicas e interesantes, y otras por la pura tangente de lo nuevo por lo nuevo. La Calisto es una pieza llena de virtudes, pero hacerla subir a escena conlleva riesgos evidentes. Van a ser nueve funciones, que no son una exageración pero sí las suficientes para que el voluble público madrileño deje algún día al teatro con demasiados agujeros. Sin embargo, a mi entender, nada de esta ´agorería´ tiene que ver con que un teatro público dé cosas que no sean las de siempre. Siempre y cuando, como sucede con esta ópera, se trate de un buen producto, con el que, además, los aficionados puedan descubrir otros caminos.
Hemos visto en el Real unos buenos Haendel; y en buen número. También las óperas que se conservan del maestro de maestros, Claudio Monteverdi. Pero poco de lo que le sucedió al género entre el uno y el otro. No fue mucho, o sí, depende de cómo se mire, si lo que queremos situar en primer plano es lo realmente bueno. La Calisto es una excelente representante de esto último, desde su limpio y estupendamente escrito libreto, que buena parte de culpa tiene en el resultado final. Es una ópera barroca, y por ello cargada de recitativos, como es sabido el gran invento desde los Peri y compañía, a cambio de renunciar a la caduca polifonía catedralicia. Pero, afortunadamente, y mirando muy de frente a su maestro (que no renunció a nada, y así le fue), a Cavalli se le va la mano, y algún que otro pasaje fugado aparece por aquí y por allá. Y hay en La Calisto más de una aria que nos transporta al mundo espiritual de Monteverdi, lo que ya sería en buena medida suficiente. Sin embargo, no se acaban ahí los aciertos, y, al margen de la buena música y la buena orquestación barroca en los recitativos, la idea dramática general funciona sin cortes o desmayos. Hay dos tramas entrecruzadas, más sólida la primera, la que se establece por la relación entre Júpiter, su esposa Juno, Diana y la propia Calisto; y la que protagonizan Endimione y Diana, con Ninfea como telón de fondo del mundo de las ninfas y sátiros. Ambas funcionan, pero sobre todo la primera (que es, además, la histórica, la real). No le sobra nada; nunca tenemos la impresión –tan extendida en la ópera barroca- de encontrarnos vacíos de contenido o flotando sobre el típico e interminable relleno de ´da capos´. Palabra y música corren paralelas. Una rara avis en el género en este período. Cavalli ´versus´ Monteverdi. O casi.
He traído a esta sección de Recomendación semanal esta Calisto no solo por la obra. Que también, y en primer lugar. Pero también porque quiero aventurarme al opinar sobre su probable éxito. Creo que va a ser una versión importante, porque Ivor Bolton, que sale de unas buenas prácticas con Idomeneo, es un valor muy seguro para esta rutilante ópera, y más con los instrumentos que le han dado; creo que su temperamento y el de la obra van a correr bastante unidos. Y creo también que el reparto vocal va a ser más que adecuado, cosa poco cuidada en las producciones de La Calisto en los últimos tiempos. En cuanto a la producción, lo poco que he podido ver de la del estreno en Múnich –con quien el Real coproduce– me ha parecido plausible. Es una puesta sicodélica, es decir, pasada de color, pero mientras que para otras óperas este tipo de cosas me llegan a molestar, aquí la ambigüedad me parece bien. Al fin y al cabo la trama principal se desarrolla sobre una digresión sexual, que se puede interpretar de manera jocosa. No obstante, a mí me parece que esa ambigüedad ha de ser bien dosificada; que en el fondo estamos ante las típicas elucubraciones sobre la moral de las personas encarnadas en sus mitos, que siempre acaban dando por resultado una conclusión edificante. En este sentido, habrá que ver si el señor Alden, y su coloreada escena, son capaces de cerrar con sentido esa dicotomía entre la lascivia natural de los personajes y su catadura moral a la hora de dar explicaciones al mundo. Y ante el universo de las estrellas, que es en última instancia el que protagonizará la gran transformación del espíritu de la Calisto.
CAVALLI: LA Calisto. Dominique Visse, Karina Gauvin/Rachel Kelly, Monica Bacelli/Teresa Iervolini, Luca Tittoro/Wolfgang Schwaiger, Nikolay Borchev/Borja Quiza, Louise Aldee/Anna Devin, Tim Mead/Xavier Sabata, Guy de Mey/Francisco VaS, Ed Lyon/Juan Sancho,Andrea Mastroni. Monteverdi Continuo Ensemble. Orquesta Barroca de Sevilla. Director musical: Ivor Bolton. Dirección de escena: David Alden. Domingo 17, 18.00. Resto funciones: 18, 19, 20, 21, 23, 24, 25 y 26. Entre 84 y 390 €. (Domingo). Entre 67 y 219 €. (resto)
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