Recomendación: Leonidas Kavakos y Enrico Pace en Ibermúsica con las Sonatas para violín y piano de Beethoven
LEONIDAS KAVAKOS Y ENRICO PACE EN IBERMÚSICA
El violín de un pianista
El modelo de Beethoven para el género es Mozart, que escribió sus primeras sonatas para violín a los siete años. Ya en estas piezas de niñez, la norma barroca, basada en la utilización del bajo continuo, se ve alterada, pues el salzburgués supera la idea de acompañamiento opcional para pasar a otro de carácter obligado. Esas piezas de 1764, no obstante, son solo ensayos, para los que seguramente Leopoldo Mozart prestó mucha ayuda. Las siguientes seis, para clave y acompañamiento de violín, siguen los pasos de Johann Christian Bach, y son las publicadas en Mannheim, ya en 1778, las que dan el salto hacia el modelo de sonata para violín y piano en el que se fijaría Beethoven. Mozart seguiría utilizando la fórmula durante toda la década de los 80, cuando ya Beethoven había empezado a escribir adaptando el modelo, que usó reiteradamente durante la década de los 90: ocho de sus diez sonatas para violín fueron escritas entre 1798 y 1802. Ninguna fue de encargo, y lo que nadie hasta ahora ha sabido explicar es por qué un pianista que tocaba el violín bastante mal, pudo sufrir tal atracción por esta forma: ¿una manera de venerar a su ídolo?
20 años; ese es el período que abarca la composición de las obras para violín y piano de Beethoven: las Variaciones sobre ‘ Se vuol ballare’ de Las bodas de Fígaro, un Rondó, seis danzas alemanas y las diez sonatas para violín y piano. Desde las tempranas Sonatas op.12 (1797-98) hasta la última, la Op.96, de 1812, se observa, como es lógico, una gran evolución, pero desde la primera Beethoven es Beethoven. Es un gran ejercicio la escucha de la serie completa ininterrumpidamente (recuerdo: el disco sigue existiendo), pero es cierto que las últimas precipitan muchos acontecimientos. La volcánica y a la vez equilibrada Op.30/3 abre el recital de Kavakos, que desde luego ha montado yendo al grano sin contemplaciones, pues incluye, ahí es nada, las tres últimas, por este orden: la mencionada núm.8 op.30/3, la Núm.9 op.47 ‘Ktreutzer’ y la Núm.10 op.96.
La Ktreutzer, que se escuchará en segundo lugar, tiene que ver con la opus anterior, tres piezas dedicadas al zar Alejandro I de Rusia, de las que la tercera se sitúa como antesala de aquella. Ambas son igual de pasionales y líricas al cincuenta por cierto, pero la segunda da un paso más en la literatura violinística del autor. Se ha dicho alguna ver que a Beethoven le pudo estimular contar con un buen violinista para su estreno (la escribió a toda prisa). Sin embargo, musicalmente es tan inspirada que más bien parece resultado de uno de esos ataques de creatividad con que el primer Beethoven llama a la puerta de su primera madurez. Esta, en el repertorio violinístico del autor, es la medalla de bronce de las dos siguientes, el Concierto para violín, de 1806, y la Sonata núm.10. Esta data de 1812, pero fue revisada tres años más tarde y no se publicó hasta 1816. Con esta pieza Beethoven está ya al borde de la gran puerta de la complejidad que abrirá su último período compositivo. Beethoven empieza comienza a mirar hacia su interior, el lugar –quizá único- en el que empezaba a sentirse verdaderamente a gusto tras el esfuerzo épico que supuso su larga observación del hombre cara a cara; un agotador ejercicio de humanismo a flor de piel. Esta es su mejor sonata para violín, y la que más habla de sí mismo, a veces cordialmente, otras de manera menos generosa. El Adagio Expressivo parece adentrarse en los pantanosos terrenos de sus últimas sonatas para piano.
Kavakos, tiene, qué duda cabe, un duro hueso que roer. Pero la primera y anticipada felicitación debe referirse al hecho mismo de enfrentase a este repertorio en vivo, que apenas se programa en nuestras salas de concierto. Bueno, el mérito es también, naturalmente, de Ibermúsica por impulsar estas cosas. Pedro González Mira
BEETHOVEN: Sonatas para violín y piano núms. 8, 9 ‘Kreutzer’ y 10. Leonidas Kavakos, violín; Enrico Pace, piano. Auditorio Nacional de Música, Sala sinfónica. Miércoles 29, 19.30. Entre 20 y 83 €.
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