Recomendación: Literes. Cuatro cantatas sacras
A. LITERES: CUATRO CANTATAS SACRAS (C. MENA, CONCERTO 1700, D. PINTEÑO)
Explosiones entusiastas
Carlos Mena, contratenor. Concerto 1700. Dirección: Daniel Pinteño.
Grabado en San Lorenzo de El Escorial durante el verano pandémico, lo primero que llama la atención de este disco (y hay muchas que la llaman mucho) es la espléndida toma sonora. Hace poco me quejaba desde esta misma página de que una de las multinacionales más reputadas se había cargado una grabación muy importante porque, supongo, lo mismo al ingeniero de sonido le había entrado una rara pájara. El que se ha encargado en esta ocasión de los menesteres técnicos ha estado bien despierto, empapando bien los sonares en un espacio, además, de no fácil tratamiento. Primera felicitación (el nombre, apunten, es Jesús Trujillo).
No sé muy bien a quién dirigir la segunda; tengo dudas. Aunque lo más justo sería (y lo pasaría al primer lugar, por supuesto) dársela al extraordinario cantante que es Carlos Mena. Está, literalmente, para llevárselo a casa. Ignoro quién ha realizado la elección del repertorio, pero ese (o esos) debería (n) situarse también en los primeros puestos de los parabienes. La música religiosa de Literes es una auténtica desconocida entre nosotros, y, amén de su indiscutible calidad y belleza, como elección para enlatarla a perpetuidad es ya todo un acierto, pues el disco se va poco a poco convirtiendo en un objeto cada vez más de culto, y por ello merecedor de protagonizar gestas como estas. Para ello se requiere de músicos e intérpretes comprometidos y con buena memoria histórica, lo que sucede exactamente con el grupo de profesionales que integran Concerto 1700. Mena y Daniel Pinteño, violinista y director del grupo, plantean un barroco muy moderno, lleno de guiños rítmicos y de una contagiosa viveza. Muy al contrario de lo que a día de hoy protagonizan algunos aburridos defensores de la literalidad y el fundamento.
Antonio Literes nació en el pueblo mallorquín de Artà en 1673, pero a los trece años se trasladó a Madrid, donde desarrolló su carrera. Ha sido un compositor olvidado durante mucho tiempo, hasta que algunas instituciones (a veces cantantes o grupos ) se han ocupado de su música profana. Lo ha hecho la Fundación Juan March, que hace un par de años nos regaló una de sus obras más celebradas, Los Elementos; o también la Orquesta Barroca de Granada, que en 2019 hizo una versión de concierto de Acis y Galatea, otro título insigne del catálogo de Literes. Recuerdo, igualmente, que a principios de los ochenta del siglo pasado, la soprano Ángeles Chamorro nos descubrió la hoy ya bastante conocida ‘Confiado jilguerillo’ de la mencionada zarzuela. Es decir que, más bien que mal, la música profana de Literes ha gozado ya en nuestro país de un cierto acercamiento al meollo de su producción. Este disco es otra cosa; se ocupa de las cantatas (o ‘cantadas’, como las llama el autor de las notas de la carpetilla del disco, el investigador musical Antoni Pons Seguí) religiosas, una música que contiene, no obstante, un profundo tono profano, manifestado a través de preciosas y sutilmente sensuales melodías, a veces, otras de un marcado carácter festivo.
Literes era un maestro en el arte de situar una nota tras otra hasta conseguir dibujos de espléndida factura y, muy interesante, para ser cantados con un efectividad. Muestra de ello son las arias de las cuatro cantatas, casi siempre verdaderos cantos a la luz de una naturaleza que celebra la existencia de las fuerzas del bien. Las piezas se componen de cuatro partes (Recitativo-Aria-Recitativo-Aria), con excepción de la primera cantata, que intercala unas coplas y una parte clasificada como Grave, como dice Pons, en la mejor tradición hispana. En general, en las cuatro cantatas la música refulge bajo la intervención permanente de los instrumentos de viento, y singularmente la trompeta, como elementos de acompañamiento de la melodía cantada, que viene a ser un modo de operar bastante singular, e incluso de una relevante modernidad.
En fin, un disco para disfrutar de una música que no solo es muy buena; además, nos traslada una especie de alegría, de comunicatividad, que bien nos hace falta. Las arias, tras melancólicos y recatados recitativos, surgen como explosiones entusiastas desde la garganta de un Mena que, una vez más, se sitúa en el ‘top’ de nuestros cantantes. Como contratenor, seguramente en el número uno. Pedro González Mira
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