Haitink: Regreso al (buen) pasado
REGRESO AL (BUEN) PASADO
Quedan ya pocos grandes directores de la generación de Bernard Haitink, que nació en 1929; como Harnoncourt, por ejemplo. De 1930 era Lorin Maazel y del 31 lo es Genadi Rozhdestvensky. Abbado, de 1933, también está ya ausente. Y para encontrar otros de similar o parecida categoría habríamos de avanzar hasta 1936 (Seiji Ozawa o Zubin Mehta) o 1937 (Vladimir Ashkenazy); o, retrocediendo, a Pierre Boulez, que nació en 1925, o Sir Neville Marriner, que vio la luz un año antes. Los conciertos protagonizados por directores como estos tienen, pues, varios pluses añadidos a su propia calidad: son señores mayores que están en ejercicio, lo que quiere decir que seguramente, uno, son muy buenos; dos, es muy probable que dirijan de manera notablemente diferente a los jóvenes talentos de hoy; y tres: cada vez les va quedando menos tiempo para demostrarlo (y a nosotros para comprobarlo). La conclusión es que sí, Ibermúsica se ha comprometido a lo largo de su existencia con los intérpretes jóvenes, pero cuando decide traer a un auténtico histórico convierte el concierto en acontecimiento. Es el caso: Bernard Haitink, a sus 85 años cumplidos, sigue entregando lo mejor de sí mismo, algo que estoy seguro va a suceder, lo que desde luego no tiene precio.
Dos conciertos; y con obras que el maestro siempre dirigió muy bien. Porque Haitink es un director que se ha movido estupendamente en los repertorios tardorrománticos centroeuropeos, pero también en el francés y ruso (de lujo su Shostakovich y extraordinario Stravinsky) de la primera mitad del siglo XX y aledaños. Fue importantísimo su Mahler cuando nadie conocía a Mahler (recuerdo su Tercera de 1966 como algo muy especial), y algo parecido se podría asegurar de su Bruckner. Así que la obra programada para el primera de las sesiones (lunes, 3 de noviembre) no puede ser más significativa en ese contexto: la Octava Sinfonía de Bruckner, una obra que supone todo un test para cualquier director. Y he de decir que el Bruckner que he escuchado a Haitink últimamente (por ejemplo, tengo muy presente una Octava en los Proms de 2007) es muy superior al que le dio fama en los años 70 y 80 del siglo pasado. La maduración ha sido grande, y el resultado final, de auténtico esplendor.
El otro concierto (martes, 4) dará comienzo con una obra de la que Haitink siempre hizo una creación personal: el Preludio a la siesta de un fauno, de Debussy. Haitink es un director que se mueve especialmente bien entre las sutilezas y los matices sonoros del repertorio impresionista, de cuyas obras más representativas ha dejado espléndidas versiones en disco. Pero también se ha movido a gusto en la banda sinfónica clásica y romántica (no así en la ópera: su Anillo wagneriano, por ejemplo, es muy flojo), que es precisamente la que conforma el grueso de este concierto: la Quinta de Schubert y la Cuarta de Brahms.
En fin, dos conciertos que concentran varios puntos de interés. No es el menor la participación de una de las orquestas más camaleónicas del circuito, la Sinfónica de Londres. Quedan entradas, que naturalmente se pueden adquirir en taquilla, o llamando al teléfono 902 22 49 49. Pedro González Mira
Orquesta Sinfónica de Londres. Dir.: Bernard Haitink. BRUCKNER: Octava Sinfonía (lunes 3 de noviembre). Obras de Debussy, Schubert y Brahms (martes 4 de noviembre). Entre 60 y 168 €.
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