Reivindicación de los críticos
Reivindicación de los críticos
Resulta que los críticos somos obreros que, cuando acudimos a un espectáculo, vamos a trabajar. Como ningún obrero va a la fábrica con su pareja, pues tampoco los críticos deben hacerlo cuando tengan que ir a un concierto. Por tanto sólo hay que darles una entrada. Eso sí, los directores de sus diarios sí pueden disponer de dos entradas porque ellos no van a trabajar. Y, claro, los jerifaltes de salas y teatros de conciertos suelen ir con sus parejas. ¿Será porque ellos no están trabajando? Así lo consideraron en inauguraciones algunas inauguraciones de relieve e incluso nos enviaron al gallinero. Parece que se anda con ganas de ponernos a los críticos a trabajar como asalariados normales.
Hay también quienes mantienen un curioso argumento para justificar otra diferencia entre aquellos con derecho a una o dos entradas. Y es que los invitados no críticos van tras un arduo día laboral. Son las ocho de la tarde y si no fuesen con sus parejas no las verían hasta entrada la noche. Como si los críticos estuviésemos todo el día en casa jugando al parchís con nuestras parejas. Y los críticos, que o tenemos otra profesión o nos dedicamos a fondo a la música, pasamos en cualquier caso todo el día trabajando, y vamos a los espectáculos al final de una jornada laboral normal. ¿Cuándo veríamos a sus parejas si todos los días vamos a un concierto y, en Madrid, frecuentemente empiezan un día y terminan al siguiente (sí, de 22,30 a 01,00? Y ¿qué decir si, encima, hay que enviar la crítica nada más terminar un concierto u ópera, como es mala costumbre con el Real, con apenas media hora para escribirla para llegar al cierre de la segunda edición?
Hay entidades que lo de una sola entrada se concibe como castigo al crítico perverso que se atreve a escribir con dureza o ironías. Que se lo pregunten a un crítico del norte respecto a la entidad de la cual fue además dirigente.
Ningún crítico musical figuramos en la nómina de nuestro periódico. Todos somos “colaboradores” a tanto la pieza, con rebajas cuando la crisis y sin siquiera subidas de ipc después. Cuatro horas para el concierto de turno contando desplazamientos y luego un mínimo de otra hora para escribir. ¿Qué nos queda por hora y pieza, descontando gastos de desplazamiento, impuestos y la seguridad social de autónomos?
¿Y qué decir de los riesgos que corremos? Sepan ustedes que ya hasta nos llegan demandas por un artículo o una crítica. Y, a alguien hace tiempo, hasta se le ocurrió demandar colectivamente a los críticos de su ciudad.
Pero claro, como no existe corporativismo en la profesión, sino muchas envidias, cada cual se las apaña como puede. Aquí entran las notas a programas de mano, las moderaciones a coloquios o las conferencias. Tema para otra ocasión. Gonzalo Alonso
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