Crítica: Concierto requetefantástico en la Quincena con Gustavo Gimeno
Concierto requetefantástico
85 QUINCENA MUSICAL DE SAN SEBASTIÁN. Programa: Obras de Berlioz (Sinfonía Fantástica) y Shostakóvich (Cantata La ejecución de Stepan Razin, opus 119). Alexander Vinogradov (bajo). Coro Easo Ahots Mistoen. Orquesta Filarmónica de Luxemburgo. Director: Gustavo Gimeno. Lugar: Auditorio Kursaal (San Sebastián). Fecha: Viernes, 2 de agosto de 2024.
Fue un concierto fantástico. Realmente “fantástico”, más allá de que en él se escuchara una “fantástica” versión de la Sinfonía fantástica, la temprana gran sinfonía romántica con la que Berlioz y su genio orquestador abrieron en 1830 el mundo sinfónico a la opulencia de colores, timbres y nuevos registros y usos instrumentales. Ocurrió el viernes, en la segunda y última comparecencia de la Filarmónica de Luxemburgo y Gustavo Gimeno en la 85 Quincena Musical de San Sebastián. Orquesta y maestro han vuelto a dejar el mejor sabor de boca (¡y ya tiene mérito en una capital tan gastronómica como Donostia!) en un público que colmó el Kursaal y que los aprecia con particular apego desde que, en 2017, se presentaran con un Réquiem de Verdi que siete años después nadie ha olvidado.
El alucinante fresco romántico de Berlioz quedó repleto de colores y registros en una versión dibujada con mano precisa e imaginativa, en la que los músicos luxemburgueses dieron lo mejor de sí de la mano de un Gustavo Gimeno empeñado en revelar los mil detalles y destellos del “drama instrumental” que narra el compositor en sus cinco movimientos. Romanticismo en vena para los “episodios de la vida de un artista” alumbrados por una visionaria imaginación musical que se anticipa al impresionismo. Gimeno cinceló la sinfonía maestra con pinceladas cargadas de refinamiento y sentido expresivo. Generó atmósferas y ambientes sonoros, tanto en los episodios más sutiles como en los pasajes de mayor exuberancia sonora.
Fantasía en los ensueños y fascinaciones iniciales; flexible sentido métrico en el cantable vals del segundo movimiento (con cuatro arpas); ecos y resonancias pastorales en la escena campestre (sobresaliente corno inglés y oboe); estremecimiento y heroicidad en la “Marcha al suplicio” (bravo fagotes), y misterio y virtuosismo en el aquelarre final, con exhibición de requinto, flauta y sus novedosos glisandos; campanas de verdad (no tubulares), el col legno de los violines, tubas enunciando inmisericordes el Dies Irae como pórtico del grandioso despliegue final… Exégesis redonda, milimétricamente perfilada, en la que la Filarmónica de Luxemburgo se mostró como una de las principales orquestas de la órbita francófona y su formidable repertorio sinfónico.
No menos “fantástica” que la Fantástica es la muy poco conocida cantata La ejecución de Stepan Razin, obra de plenitud compuesta por Shostakóvich en 1964. Poco más de media hora de música de sobrecogedora intensidad dramática, que fue interpretada en la primera parte del programa con la participación del coro Easo Ahots Mistoen y el concurso solista del bajo moscovita Alexander Vinogradov, que cantó, contó y dijo el fabuloso texto de Yevgueni Yevtushenko con voz tan poderosa como su operístico sentido dramático. Interpretación de referencia, desde una voz vigorosa capaz de hablar de tú a tú con la enorme masa coral e instrumental de una cantata que, pese a su olvido, se emplaza entre lo mejor de Shostakóvich.
Además del decir sobrecogedor, dramático y cargado de énfasis de Vinogradov, la cantata se enriqueció con la visión abrasadora y descriptiva de Gimeno, quien en 2017 ya dejó constancia de su Shostakóvich en la Quincena, cuando dirigió la Primera sinfonía. La OFL sonó con brillantez y finas calidades en todos sus secciones, desde una percusión que Shostakóvich utiliza profusamente, a unos vientos y cuerda de rápida y precisa respuesta. La trágica historia del campesino Stepan Razin no ha podido tener así mejores contadores, incluido el Coro Easo Ahots Mistoen. Fue una versión “de disco”, de la que es difícil imaginar traducción más convincente y acabada. La escena en la que el verdugo deja caer el hacha sobre el pescuezo del pobre Stepan, y que tanto evoca el final straussiano de Salome, sintetiza la inmensa fuerza teatral de la cantata. El hecho de que la cabeza decapitada comience a reírse ante el mismísimo zar evoca, por otra parte, la surrealista fantasía de La nariz, la ópera maestra que sobre el cuento homónimo de Gógol el joven Shostakóvich había compuesto muchos años atrás (en 1928). Obra e interpretación inolvidables. Tanto como este requetefantástico comienzo de una Quincena cargada de músicas y exóticas emociones. Justo Romero
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