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Un Holandés lastrado por las cancelaciones
Esta vez, al menos, hubo voces.
Por Publicado el: 23/05/2017Categorías: En vivo

Retrato Polaco

 

 

RETRATO POLACO

Obras de Kilar, Chopin y Lutoslawski. Iván Martín, piano. Director; Krzysztof Urbanski. Auditorio Nacional, Madrid. 19 de mayo de 2017. Temporada de la Orquesta y Coro Nacionales.

Hubo en este concierto temperatura ambiente, calor –aunque el Auditorio estuviera lejos del lleno-, buenas maneras y mejor música, bien que la partitura de Kilar, titulada “Orawa” (nombre de una región de Polonia), nacida en 1986, nos pareciera superficial y algo facilona en su construcción a base de frases repetidas y elaboradas, sin duda con habilidad, en torno a un tema simple y a una impronta rítmica muy directa conectada con la música popular. Tuvo una reproducción impecable, justa y animada. Como lo fue la del “Concierto para orquesta” de Lutoslawski.

Obra ésta compleja, terminada en 1954, sólo once años después que la composición de igual título de Bela Bartók y que se acoge en cierto modo a similares presupuestos; una “amplia construcción sinfónica en la que además de vagas referencias nacionalistas se ponen en juego referencias a formas musicales del pasado”, como expresa en sus enjundiosas notas García del Busto. El lenguaje disonante, concentrado, de un refinamiento y una sutileza extraordinarios, fue bien traducido por la clara, armoniosa, elegante, briosa, fúlgida en ocasiones, siempre atenta a cualquier accidente del pentagrama, del joven director polaco –no podía ser de otra manera- Urbanski, que encontró en la Nacional adecuada y precisa respuesta.

La tuvo asimismo en el acompañamiento cuidadoso, hasta cierto punto intimista y discreto, a Iván Martín en el “Concierto nº 1” de Chopin. El pianista canario mostró una vez más sus reconocidos valores: fraseo exquisito, en el que destaca un sensible y nada fácil manejo de las dinámicas y de los reguladores; suaves y precisos ataques, elocuente acentuación, muy medido empleo del pedal y sonido de notable calidad, tanto en el “forte” como en el “piano”. Atributos necesarios y aquí más que suficientes para tocar como se requiere una obra de las características de la que se situaba en los atriles. Las imparables melodías, los temas, ora melancólicos, ora gozosos, salieron de las manos del instrumentista, que cantó y se ensoñó sin pudores, sólo con el peligro, salvado en última instancia, de caer en indeseados amaneramientos o de alambicar en exceso el discurso. Arturo Reverter

 

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