Ricas paletas sonoras en la ORCAM
RICAS PALETAS SONORAS
Obras de Torres, Buide y Brahms. Coro y Orquesta de la Comunidad de Madrid. Director: Paul Daniel. Auditorio Nacional: 24 de octubre de 2016.
Se daban cita en este concierto dos obras españolas nuevas. En estas mismas páginas Gonzalo Alonso daba hace unos días noticia del estreno, en la temporada de Ibermúsica, de “Tres pinturas velazqueñas”, que le valió a Jesús Torres el VIII Premio AEOS/Fundación BBVA. Nuestro compañero alababa la hábil combinación de sensualidad y espiritualidad en sus tres movimientos, “La Venus del espejo”, “Cristo crucificado” y “El triunfo de Baco”, así como su rica tímbrica.
Tras la escucha en esta su segunda presentación madrileña, hemos de coincidir en este juicio y, de paso, subrayar que, en efecto, el compositor aragonés, ha evidenciado seguridad en el manejo de la polifonía y solidez en un discurso atravesado de atractivas sorpresas. Nos ganan las sonoridades espejeantes, los toques ravelianos del primer número, el refinado expresionismo, las llamadas de las violas, el triste aire de marcha del segundo y los “ostinati” y nerviosismo perenne del tercero. La interpretación nos pareció excelente. Como lo fue la de los muy líricos “Dous cantares” de Buide, versión definitiva, en este caso para coro y orquesta, de dos poemas de Rosalía. Retazos de motivos galaicos, aires de “muiñeira” en el segundo, en el que pulula, desde que es expuesto por el clarinete, un nostálgico tema que circula entremedias de las líneas de una escritura a cuatro voces, arropada por una orquestación exquisita, que sirve perfectamente al tono de los textos.
Daniel, alto, esbelto, de gesto claro y móvil, sin batuta, amigo de constantes subdivisiones del compás, enérgico y convincente, planteó una “Tercera Sinfonía” de Brahms de sonoridades crudas y de rítmica virulenta, aunque ello no impidió que en determinados momentos la cuerda –que sonó a veces poco muelle y no siempre del todo conjuntada- cantara con apasionamiento frases como la que encumbra el tercer tema del primer movimiento en su exposición más amplia y cálida. O que aplaudiéramos los estratégico silencios del “Andante”, con unas maderas inspiradas; o que nos gustara la manera de acentuar el arranque del “Allegretto”, tocado sin peligrosas elongaciones. O que, en fin, apreciáramos buenas intenciones en los contratiempos del “Allegro” postrero. En general, Daniel hizo tocar bastante fuerte y no pareció buscar especiales refinamientos poéticos. Arturo Reverter
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