Rodríguez & Iolkicheva: los colores de la noche
Los colores de la noche
Noches en los Jardines del Real Alcázar. Programa: Obras de J. S. Bach, F. Naderman, J.Tulou, G.Fauré, C. Debussy y C. Saint-Saëns. Flauta: María A. Rodríguez. Arpa: Daniela Iolkicheva.Lugar: Jardines del Alcázar. Fecha: Viernes, 18 de julio. Aforo: Lleno.
Pocas combinaciones instrumentales se nos vienen a la cabeza más adecuadas para una fresca noche de verano en los jardines del Alcázar que la de flauta y arpa. Una combinación de timbres que, si como en la noche del viernes, se centran en el repertorio francés del tránsito del siglo XIX al XX, pueden hacer que el oyente se eleve a otras dimensiones de la percepción, que trascienda la cruda realidad cotidiana y que, arrullado por el gañido de los pavos reales en lontananza, viva por una vez la experiencia del salir de si, del puro disfrute de los sentidos, del vivir en una nueva dimensión de la percepción.
Claro que nada de ello hubiese sido posible sin el concurso necesario e imprescindible de dos grandes artistas que, si por separado son consumadas maestras en sus respectivos instrumentos, consiguen en conjunto que la suma sea superior a la adición de las partes. María Antonia Rodríguez abordó la pieza original de J. S. Bach desde la contención del vibrato de su instrumento. Ornamentó con sobriedad pero con eficacia, especialmente en el último movimiento, y articuló sin dejarse llevar por el legato más exagerado, optando siempre ambas intérpretes por tempi vivos y de ritmos bien marcados. Iolkicheva pareció tener algunos problemas con los pasajes más rápidos del Nocturno de Naderman/Tulou, pieza en al que en cambio Rodríguez brilló en su delicadolegato y en los pasajes más cantabile, exhibiendo un generoso fiato y una perfecta definición del sonido en toda la gama dinámica, con un magnífico trino in crescendo al final del Rondoletto. Lo mejor, con todo, estaba por llegar con las piezas del impresionismo francés, estilo al que la combinación flauta/arpa le viene a la perfección, con las sinuosas líneas de la flauta perfectamente sostenidas de Rodríguez y el juego de colores en el arpa de Iolkicheva, aquí totalmente en su terreno. Andrés Moreno Mengíbar
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