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Por Publicado el: 25/08/2017Categorías: En vivo

ROF: La Fura no hace aguas con Rossini

ROF: La Fura no hace aguas con Rossini

Festival Rossini de Pésaro. Gioachino Rossini: Le Siège de Corinthe

Luca Pisaroni (Mahomet II), John Irvin (Cléomène), Nino Machaidze (Pamyra), Sergey Romanovsky (Néoclès), Carlo Cigni (Hiéros), Xavier Anduaga (Adraste), Iurii Samoilov (Omar), Cecilia Molinari (Ismène). Coro del Teatro Ventidio Basso. Orchestra Sinfonica Nazionale della RAI. Dirección musical: Roberto Abbado. Dirección escénica: Carlus Padrissa (La Fura dels Baus). Decorados y vestuario: Lita Cabellut. Pésaro, Adriatic Arena, 19–VIII–2017.

Había una enorme expectación por la presentación, en el Festival Rossini de Pesaro, de La Fura dels Baus, conocida por haber hecho montajes muy rompedores y también espectaculares en el mundo de la lírica. Traer aquí al grupo teatral había sido un proyecto acariciado con mucho cariño por el recordado Alberto Zedda, a quien muy merecidamente se ha dedicado esta edición número XXXVIII y cuyas cenizas reposan para siempre junto a su amado músico en el Conservatorio de esta encantadora ciudad adriática.

La principal producción de este año, “Le Siège de Corinthe” (más conocida por su traducción italiana, “L’Assedio di Corinto”) es una auéntica “tragedia lírica”, que narra los últimos días del sufrido pueblo griego en la numantina defensa de su tierra ante la invasión turca que cerca inexorablemente su patria. Añadiéndose a todo ello, además, el hecho de que la aguerrida protagonista se haya enamorado -previamente, eso sí- del invasor.

Estrenada en la Ópera de París con un éxito clamososo y algunos de los mejores cantantes de la época, se trata del primer trabajo destinado por su autor a la capital francesa, justo después de la encantadora cantata escrita para celebrar el efímero reinado de Carlos X Il Viaggio a Reims. Gran parte de la partitura provenía del Maometto Secondo, creada en 1820, una de las más modernas y experimentales piezas de su periodo napolitano, a la que quiso dar una nueva oportunidad, como también hizo con el Moïse et Pharaon a partir del Mosè in Egitto (aunque en este caso jugaba sobre seguro), antes de acometer la monumental y grandiosa Guillermo Tell con la que culinaría su producción y que, curiosamente, fue mejor acogida por la crítica que por un público algo desconcertado.

La visión de La Fura

La compañía catalana ha presentado un espectáculo totalmente ‘furero’, en el que apreciamos muchos de los elementos ya consustanciales a la compañía, como esos personajes envueltos en monos de trabajo que sugieren desde esqueletos hasta carne y pieles humanas. O esos movimientos del coro y los numerosos figurantes, tan participativos. Vemos también las famosas “lecheras” iluminadas que tanto juego dieron a la Condenación de Fausto salzburguesa, aquí convertidas en grandes bidones. Y es que la idea que aquí subyace -como los residuos de basura en el reciente Holandés madrileño- es la guerra por el agua, algo que sin duda vamos a padecer muy seriamente en los próximos años.

En cualquier caso, la propuesta no ha sido muy “invasiva”. Y ha dejado que sonara en todo su esplendor la música de Rossini, que alcanza en este trabajo unas cotas muy altas de madurez e inspiración, con esos coros patrióticos que anuncian ya al Nabucco verdiano. Y que fue expuesta con mano magistral por Roberto Abbado al frente de la Orchestra Nazionale della RAI (que ha sustituido muy dignamente al anterior conjunto titular, el del Comunale de Bolonia), ya desde la estupenda obertura, en la que se sobreleían en un telón frases de Lord Byron sobre los padecimientos del pueblo heleno. No olvidemos que el poeta inglés moriría en la batalla de Missolonghi, defendiéndolo a lo romántico, con solo 36 años.

Espléndida también la contribución de la “masa” coral procedente de la cercana localidad de Ascoli Piceno, y de todo el elenco, encabezado por la soprano georgiana Nino Machaidze (que, curiosamente, tanto recordaba vocalmente a Beverly Sills, defensora acérrima de esta obra, que cantó en La Scala y en el Met en los años 60 y 70 del pasado siglo). Magnífico también, en canto y presencia, el bajo-barítono de origen venezolano Luca Pisaroni como Mahomet II (papel que anteriormente hizo suyo Samuel Ramey), así como los dos tenores, el norteamericano John Irvin como el riguroso padre de la protagonista, Cléomène, que la llevará a la inmolación, y el ruso Sergey Romanovsky en su amado Néoclès, de inclemente tesitura. El bajo Carlo Cigni se lució en su última arenga como el líder Hiéros, y Cecilia Molinari pudo destacar en su aria como Ismène más que el español Xavier Anduaga.

Antes de la función hubo un emocionado recuerdo para Barcelona, tan castigada en estos días como la propia Corinto. Rafael Banús

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