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Por Publicado el: 02/06/2024Categorías: En vivo

Critica: Romeo Castellucci o perderse en lo simbólico, «Tannhäuser»

Romeo Castellucci o perderse en lo simbólico: ‘Tannhäuser‘

Tannhäuser, música y libreto, Richard Wagner. Reparto: Klaus Florian Vogt como Tannhäuser (Heinrich en el libreto), Vida Mikneviciute como Elisabeth, Ain Anger como Hermann, landgrove de Turingia, Markus Eiche, sustituyendo a Christian Gerhaher, como Wolfram, Okka von der Damerau como Venus. Otros: Evan LeRoy Johnson, Martin Snell, Andrés Agudelo, Alexander Köpeczi, Jessica Niles, solistas del coro. Bayerisches Staatsorchester, Bayerisches Staatschor, Opernballett der Bayerischen Staatsoper. Sebastian Weigle, director musical. Christoph Heil, director del coro. Romeo Castellucci, director de escena y diseño de vestuario y luces. Cindy Van Acker, coreografía. Bayerisches Staatsoper, Múnich, mayo 2024.

TANNHAUSER MUNICH

Escena

Tannhäuser es una ópera soberbia, magistral. Comienza con una de las oberturas más hermosas de la historia de la ópera a la que sigue (si el director escénico lo interpreta así) una bacanal en forma de ballet. Incluye uno (varios en uno) de los coros más conocidos (el coro de peregrinos) y unos duetos y arias que pueden ser en forma ‘canónica’ o ya en un estilo más propio que el autor irá desarrollando en óperas sucesivas (no en vano esta obra forma parte de su conocido como período medio compositivo). Está presente el uso de leitmotiv pero aún no tanto como en ‘El oro del Ring’. Es una tragedia que acaba con la muerte de los protagonistas, pero con la connotación sagrada que recorre cada acto no deja de ser una redención que en realidad lo convierte en un final de alguna manera feliz.

Está entre las 50 óperas más representadas de los últimos 10 años, en el quinto lugar de las de Wagner. En Múnich se ofrece una reposición de la versión de Romeo Castellucci de 2017. La comprensión es difícil. Hay que estar en la piel del creador italiano para saber qué quiere decir, porque no es evidente. Esto es un problema de los directores escénicos ‘estrella’, los que plasman su visión personal: en este caso es demasiado personal, incomprensible para la mayoría de los espectadores, y tras haber leído varias crónicas de la época del estreno, diría que también para los mismos críticos, ya que las interpretaciones son diversas y raramente convergen en algún elemento que sí parece más evidente.

En esta reposición se ha realizado algún pequeño cambio, pero sigue sin ayudar. Y lo peor no es la incomprensión, es que la escena tapa mucho la acción y el espectador no puede seguir el desarrollo de la partitura y la historia que cuenta libreto con lo que ve sobre el escenario, porque en ocasiones distrae demasiado, es muy ruidosa.

TANNHAUSER MUNICH-1-2024

Escena

Así, en el primer acto, aparecen numerosas arqueras que dispararán a un oído sin que adivinemos realmente porqué. El ballet prácticamente desaparece y se conforma una masa de carne que representa el amor carnal, el disfrute del sexo, que puede ayudar a entender los motivos de Tannhäuser para dejar el Venusberg pero que creemos que va en contra de la intención del autor y del mensaje de la obra: no es asco físico lo que siente el protagonista, es frustración, ansia de libertad, añoranza del mundo real y seguramente también la falta de su amada.

El castillo de Wartburg, en el segundo acto, serán enormes paredes en forma de cortinas de gasa semitransparente que van moviéndose y parecen actuar por su cuenta. Entre ellas encontraremos a Elisabeth, algo perdida con tanto movimiento, aunque estéticamente es impactante y hermoso. No acabamos de entender en este acto porqué los cantantes y público del concurso están tumbados, como humillados, esperando su turno para participar. Sí podemos valorar la identificación del arpa con el arco, que puede representar tanto el desafío como la lucha interna del vate entre el amor carnal y el amor espiritual.

Con todo, el tercer acto será escénicamente el que perturba más al espectador. Al fondo predomina el vacío y está bien, pero en el frente aparecerán dos túmulos, con los nombres no de los personajes, sino de los cantantes: Vida (Elisabeth) y Klaus (Heinrich-Tannhäuser) y sus esqueletos. Se irán proyectando sobre el escenario textos con períodos de tiempo (un segundo, un minuto, una hora, una semana, un mes, un año, una década, …), sí, que querrán decir la eternidad, pero que resultan aburridos. Numerosos extras aparecen y desaparecen llevándose la representación corpórea de la descomposición de los cadáveres y cambiando huesos… No es creíble ver a Tannhäuser cantando a una Elisabeth muerta teniéndola enfrente, de pie (¿esperando la muerte de él?). 

Y a lo largo de toda la obra hay otros símbolos, a veces colgando del escenario, a veces portado por algún personaje o el coro, …, que no sé sabe muy bien qué hace ahí, qué significan.

Me siento sobrepasado por el pensamiento de Castellucci. Y creo que si un autor hace esto debe dar la oportunidad al espectador de comprenderlo, al menos a un espectador medio y no sólo a doctores en filosofía.

Por suerte nos queda el disfrute de la música, muy bien dirigida por Sebastian Weigle, quizá algo dubitativo al comienzo pero enseguida con mano firme, estupendo cuando sumaba el enorme coro a la orquesta y un tercer acto muy emocionante, a pesar de la dificultad de soportar coro, duetos, arias, … Muy preciso, un encaje de bolillos perfecto.

TANNHAUSER MUNICH-3-2024

Escena

Y nos quedaban también las magníficas voces, a las que no obstante faltaba un poco en su trabajo puramente actoral, se impulsaba más el escenario y simbología y se perdía en las relaciones entre personajes, parecían muy fríos entre ellos, incluso en la escena final en la que se supone que se hace uno solo según Castellucci (o según lo que creemos que cree):

Klaus Florian Vogt, un especialista en papeles wagnerianos y con presencia habitual en Bayreuth normalmente no acaba de gustar como Tannhäuser, sin embargo me parece injusto, ya que nos brindó una representación muy acertada, tanto en sus propias arias como participando en diálogos, especialmente emotivos en la discusión con Venus del primer acto y la charla con Wolfram en el tercero. 

La lituana Vida Mikneviciute encarnó a Elisabeth, con una voz potente y muy pura, muy hermosa, con una tesitura que recordaba un papel de heroína de ópera italiana, casi puccinesca, con momentos en que nos hizo llorar.

El barítono Markus Eiche, que sustituía a un enfermo Christian Gerhaher también realizó un gran papel, evidente sobre todo en su diálogo con Tannhäuser en el tercer acto, ayudando a su redención de una forma conmovedora. Es de agradecer además porque, aunque ya conoce este personaje la escenografía es nueva y no dispuso de mucho tiempo de preparación (aunque como hemos dicho, el trabajo actoral en general no sobresale en esta visión del escenógrafo).

Brillaron también la mezzo Okka von der Damerau, meritoria en su intento por retener a Tannhäuser en el primer acto y el bajo Ain Anger, que tan hermosamente lo recibe e invita a unirse al grupo tras la salida del Venusberg y que aturdido contempla el desarrollo del concurso de canto.

Todo aquel que continúe viendo esta obra seguirá disfrutando porque es conmovedora, y sentimos no poder valorar mejor al director italiano pero pensamos que las cosas se pueden hacer más fácilmente y seguir siendo creativo. Francisco Javier Lillo.

Un comentario

  1. Jorge 02/06/2024 a las 11:08 - Responder

    Totalmente de acuerdo con estos comentarios. Asisti a la representación durante el Festival de Pascua de Salzburgo y tuve la misma impresión

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