Semana Strauss con Salomé en Berlín
Comienza la Semana Strauss con una producción desconcertante
SALOME (R. STRAUSS)
Deutsche Oper de Berlín. 6 Abril 2016.
Este año la Deutsche Oper de Berlín ha programado una Semana Strauss, en la que se representarán 5 óperas del compositor alemán, tres de ellas entre las más conocidas de su autor (Salomé, Elektra y El Caballero de la Rosa) y otras dos menos frecuentes en la programación (Helena Egipciaca y Los Amores de Danae). Recuerdo que hace casi 10 años se hizo algo parecido en Dresde, donde se ofrecieron 10 títulos de Strauss en otros tantos días, auque la experiencia no ha vuelto a repetirse. El arranque de la Semana Strauss en Berlín ha sido con Salomé, que ha tenido un brillante resultado musical, algo menos en la parte vocal, y una producción desconcertante, como tantas veces ocurre en los teatros alemanes durante los últimos años.
La producción escénica se debe a Claus Guth y fue estrenada a fines del pasado mes de Enero, habiendo sido recibida por un auténtico concierto de abucheos por los espectadores. Cuando se trata de un trabajo de Claus Guth, uno ya sabe que va a ver algo original y rompedor, pero en esta Salomé se le ha ido la mano.
La acción se trae a tiempos modernos, donde Herodes y Herodías son los dueños de una tienda de ropas de hombre de alto standing, mientras que Salomé trabaja en la tienda de su madre y su padrastro. Ya comprenderán que a partir de esto, cualquiera puede preguntar qué hace ahí el Bautista, los soldados, el jefe de la guardia y todos los demás personajes. Evidentemente, no hay manera de meterlos ni con calzador, por lo que, como pasa tantas veces, hay que recurrir a la socorrida idea de que se trata de un sueño de la protagonista, rememorando experiencias de abusos por parte de su padrastro y obsesiones personales. Ya se sabe que los sueños no responden a ningún concepto lógico y así hay que aceptarlo en este caso. Para complicar más las cosas Jochanaam, tras su aparición ante Salomé en la primera parte de la ópera, reaparece posteriormente por la tienda casi como un doble de Herodes y también él asiste a la supuesta danza de los 7 velos, que no es tal, sino en todo caso la danza de las 7 Salomés, ya que hay una presencia casi continua de unas cuantas niñas y adolescentes, que no son sino Salomés pasadas. Los personajes secundarios (Narraboth, el Paje y los Soldados,) son maniquíes de la tienda, con movimientos de autómatas. La cabeza de Jochanaam no es sino la de un maniquí y así se desarrolla la escena final, que no acaba con la muerte de Salomé, que ciertamente poco sentido tendría en este caso. Me temo que cada vez más tendremos que refugiarnos en las interpretaciones oníricas para dar un mínimo sentido a las producciones escénicas de los “genios“ actuales.
Si la producción chirría por todos los lados, hay que decir que resulta atractiva a la vista, con una escenografía de Muriel Gerstner, que también se encarga del vestuario. La tienda de ropas no puede ser más atractiva, ofrecida en dos niveles unidos por una escalera. Cuenta también con una brillante iluminación por parte de Olaf Freese. Lo que destaca por encima de todo es el impresionante trabajo de dirección de escena por parte de Claus Guth. Por absurda que pueda parecer la concepción escénica, la dirección de actores es espectacular. Mi vecino de localidad me decía que también se puede hacer una dirección escénica excepcional en Blancanieves y los 7 Enanitos, pero que en este caso estábamos en Salomé. No le faltaba razón.
Como en su estreno hace dos meses la dirección musical estuvo en manos del francés Alain Altinoglu, que hizo una lectura brillante de la partitura. Para mi gusto fue lo mejor de toda la representación, aunque se pueda decir que su dirección fuera más wagneriana que straussiana. No hay duda de que Salomé necesita un maestro capaz de dar brillantez a la ópera y Altinoglu lo hizo siempre, obteniendo un resultado estupendo de la Orquesta de la Deutsche Oper de Berlín en una de las mejores actuaciones que recuerdo de esta formación.
La protagonista fue la soprano británica Alison Oakes, que sustituía a la previamente anunciada Catherine Naglestad, que fue quien interpretó Salomé en el estreno de esta producción. Alison Oakes fue una convincente Salomé en escena y cumplió bien vocalmente, aunque reconozco que eché en falta a Catherine Naglestad, cuya voz es más adecuada para el personaje que la de la británica. Estamos ante una soprano más ligera que lo que estamos acostumbrados en el personaje, con un centro no muy poderoso y unos graves claramente insuficientes. Donde más brilla es en la parte alta de la tesitura, aunque tiene que forzar en más de una ocasión para atravesar el gran muro orquestal de Richard Strauss.
Lo mejor del reparto y con gran diferencia fue la actuación de Michael Volle como Jochanaam. No sólo mostró su voz poderosa y bien timbrada, sino que cantó con enorme expresividad, demostrando que hoy por hoy es seguramente el mejor Bautista.
Herodes fue interpretado por Thomas Blondelle, tenor más conocido por sus interpretaciones mozartianas y que en el estreno fue Narraboth. La voz tiene su atractivo, pero no me resultó muy convincente, teniendo que forzar en muchas ocasiones, en una actuación que fue de más a menos.
Jeanne-Michèle Charbonnet es un caso más de soprano que se recicla a mezzo soprano al perder las notas altas. Ofreció una buena interpretación de Herodías, un tanto débil en las notas bajas.
Narraboth fue interpretado por el tenor Attilio Glaser, que comienza a afrontar personajes más importantes en la temporada próxima. La voz es atractiva, aunque no muy destacada en cuanto a volumen y proyección.
Los numerosos personajes secundarios fueron un auténtico lujo. Bastará decir que los dos soldados eran Alexei Botnarciuc y Tobias Kehrer. Este último será hoy Orestes en Elektra y el año próximo está anunciado como Fasolt y Hunding en la Tetralogía de la Deutsche Oper. El Paje de Herodías era Annika Schlicht, que cumplió.
El teatro estaba prácticamente lleno, con largas colas en taquilla de última hora por parte de jóvenes. El público se mostró cálido con los artistas, siendo las mayores ovaciones para Alison Oakes, Michael Volle y Alain Altinoglu.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 1 hora y 40 minutos, sin interrupción. Siete minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 81 euros, habiendo butacas de platea desde 41 euros. La entrada más barata costaba 24 euros. Así da gusto. José M. Irurzun
Fotos: Monika Rittershaus
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