Semiramide Liceo: ¡Che casino!
Semiramide Liceo
¡Che casino!
“Semiramide” de Rossini. D.Takova, D.Barcellona, I.Abdrazakov, J.D.Flórez, S.Pastrana, M.A.Zapater, etc. D.Kaegi, director de escena. R.Frizza, director musical. Orquesta y Coros del Liceo. Teatro del Liceo. Barcelona, 21 de noviembre.
Estrenada en La Fenice en 1823, fue la ópera más larga que hasta el momento había escrito Rossini. Hoy día hay que emplear tijeras, pero el Liceo no lo ha hecho, como tampoco lo hicieron Pésaro, Turín o Madrid, cuyos teatros la coprodujeron esta presentación. Es más, el Liceo ha abierto un aria de tenor en la escena de la boda de Idreno, que jamás se canta. Era casi obligado teniendo en cartel a Juan Diego Flórez, debutando una parte que es la menos importante y agradecida de las cuatro principales. Con dos arias ya queda igualada a las de soprano, mezzo o barítono.
Sin duda era él la gran atracción y los medios barceloneses apenas hablaban de otra cosa. No defraudó. La belleza de ese centro vocal, la brillantez de los agudos, la perfecta dicción, las impresionantes coloraturas, tantas y tantas cosas ya tan dichas, volvieron a cautivar a todos. Fue ovacionadísimo tras cada aria. Daniela Barcellona mostró una mayor proyección vocal de lo habitual y el timbre ganó metal. El resto del reparto cumplió con corrección, lejos del nivel citado. Darina Takova no posee el interés vocal de unas Caballé o Anderson, ni la chispa escénica de Blancas. Su gran aria pasa sin pena ni gloria. Ildar Abdrazakov convenció sin entusiasmar. Dignos también Zapater y Pastrana.
Desde la obertura se percibió que a la Orquesta del Liceo le falta ligereza para este repertorio, pero Frizza llevó bien los tempos y no permitió desmayos. El “Kubrickiano” escenario nos sitúa en el interior de una pirámide galáctica. Vestuario y figuración poseen riqueza y variedad, representando un cruce de culturas de todos los tiempos, desde los Caballeros de la Tabla Redonda a Startreck, en una especie de ONU espacial, pero sin orden ni lógica. Como se dice en Italia, ¡Che casino! Hubo tanta unanimidad al juzgar positivamente el apartado musical como negativa al escenográfico. También es justo reconocer que esta producción gusta cuanto más se ve y que anima con detalles de segundas acciones -las azafatas sirven copas o hacen la manicura a la reina Semiramide mientras la tripulación practica clases de esgrima o juega a la ruleta- las cuatro horas de música con momentos bellísimos, pero excesivamente larga.
Gonzalo Alonso
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