Shirley Verrett, mezzosoprano, la “Callas negra” Obituario
Shirley Verrett, mezzosoprano
“La Callas negra”
El Mundo, 09/11/2010
Era conocida como “La Callas negra”. Pero más que por el color de su piel, este apodo respondía a su contagioso magnetismo dramático, muy próximo al de la legendaria soprano griega. Shirley Verret, artista absoluta y considerada como una de las más grandes mezzosopranos verdianas de la historia, falleció el pasado viernes en su domicilio de Michigan. Contaba 79 años y desde hace algún tiempo sufría problemas cardiacos.
Grande entre las grandes, Shirley Verret no era solo una de las voces más poderosas y expresivas de su generación, sino también un símbolo emblemático de la gran tradición lírica de Estados Unidos. Ella, junto a su gran rival, la también mezzosoprano de color Grace Bumbry, otorgaron grandeza a su singular registro vocal. Una manera de cantar, poderosa y visceral, al mismo tiempo que delicadamente melódica, rica en armónicos, que supuso una revisión y puesta al día del mejor canto verdiano.
Shirley Verret, como también sus paisanas Marian Anderson, Grace Bumbry, Leontyn Price, Reri Grist, Martina Arroyo, Florence Quivar, logró imponer la verdad incontestable de su arte sobre los prejuicios que entonces aún existían en muchos sectores de los Estados Unidos sobre la raza negra. Famosa es la negativa de los profesores de la Orquesta Sinfónica de Houston a actuar junto a ella en los Gurrelieder de Schönberg, cuando el legendario Leopold Stokowski les propuso hacer un concierto junto a “ La Callas Negra”.
Corrían los primeros años sesenta del siglo pasado y Stokowski tuvo el buen gusto de rechazar esta actitud racista de los músicos de Houston y trasladar el concierto a la mucho menos provinciana Filadelfia, donde la Verret consiguió un éxito memorable junto a la prestigiosa Orquesta de Filadelfia. Tanto fue así que el mismo director la invitó a grabar El amor brujo, de Manuel de Falla, en el que sería su primer acercamiento como cantante profesional a la música culta española. En su autobiografía I Never Walked Alone, publicada en 2003, cuenta su lucha contra los prejuicios raciales en el mundo, y especialmente en el mundo de la lírica, “donde el color blanco de la piel domina por inmensa mayoría”.
Shirley Verret había nacido en Nueva Orleans en el seno de una familia afroamericana de profundas creencias religiosas, aunque creció en California. Pronto descolló por sus habilidades vocales demostradas en los oficios religiosos, en fiestas y celebraciones familiares. Muy joven se trasladó a Los Ángeles, para estudiar con Anna Fitziu, y luego a Nueva York, donde trabajó en la Juilliard School. En 1961, con 30 años, ganó un concurso de canto promovido por el Metropolitan para captar nuevas voces. Sin embargo, en ese momento su nombre ya era conocido en los ambientes operísticos de Europa y Estados Unidos. De hecho, en 1957 ya había debutado con la ópera La violación de Lucrecia, de Britten, y un año después se había presentado en la New York City Opera, dando vida al papel de Irina en Perdido en las estrellas, de Kurt Weill.
En 1951 se casó con James Carter, quien durante 14 años administró su carrera y su economía. Se divorció cuando descubrió horrorizada una pistola bajo su almohada. En 1963 contrajo segundas nupcias con Lou LoMonaco, con el que ha vivido felizmente hasta su muerte.
Muy pocas cantantes han abordado un repertorio tan inmenso y diversificado como ella. En este sentido, en su versatilidad vocal, su figura también aparece hermanada a la de la Callas. Cantó papeles tan diferentes como Lady Macbeth, Dalila, Amneris, Éboli, Leonora (La favorita), Dido (Los Troyanos), Leonora (Fidelio). Su grabación, en 1976, de Macbeth de Verdi bajo la dirección musical de Claudio Abbado está considerada como una cima fonográfica. Ninguna cantante ha abordado jamás tantos roles verdianos como ella.
Su dominio técnico y recursos vocales le permitieron afrontar también algunos papeles propios de soprano dramática, como Tosca, Aida, Desdémona, Medea o Norma, entre otros. Históricas son sus interpretaciones de Tosca junto al Cavaradossi de Luciano Pavarotti, en diciembre de 1978, en el Metropolitan de Nueva York. Aquellas funciones transmitidas por televisión a medio mundo, dieron inusitada popularidad a la diva de Nueva Orleans.
Célebres son también sus muchas actuaciones y grabaciones con Plácido Domingo y Alfredo Kraus. Junto al tenor madrileño triunfó con su paradigmática Carmen, con su visceral Dalila o su perversa Éboli, que grabó en agosto de 1970 en un ya histórico registro bajo la dirección de Carlo Maria Giulini con el joven Domingo como Don Carlo. Con Kraus cantó y protagonizó la grabación legendaria de la Lucrezia Borgia de Donizetti (en la que también participa Monserrat Caballé). Junto al tenor canario participó en algunas de las representaciones más logradas de otra de las obras cumbre de este mismo compositor, La favorita. En la memoria de los melómanos de Madrid y Sevilla permanecen imborrables las actuaciones que de este último título protagonizaron en 1992 la Verret y Kraus en los teatros de la Zarzuela y de la Maestranza.
Shirley Verret cantó en todos los grandes teatros líricos. Desde el Bolshói moscovita (donde en plena Guerra fría, en 1963, cantó Carmen) a su presencia reiterada en la Scala de Milán, el Covent Garden (legendaria su Carmen de 1973, con Plácido y la batuta de Georg Solti), o la Opéra Bastille de París, donde en 1990 protagonizó su inauguración interpretando el papel de Dido en la ópera Los Troyanos de Berlioz.
Trabajó también junto a Ígor Stravinski, quien en 1961 la eligió para protagonizar bajo su dirección la grabación de su cantata A Sermon, a Narrative and a Prayer. En 1962, Leonard Bernstein también recurrió a la intensa expresividad vocal y dramática de la joven Verret para sus famosos conciertos para jóvenes en el Avery Fisher Hall de Nueva York.
Ya en 1996 la cantante entró a formar parte de la Facultad de música, teatro y danza de la Universidad de Michigan, como profesora de canto. Apenas un año antes Shirley Verret había declarado en un acto público: “Siempre me alegra poder hablar con jóvenes, pues eso me hace recordar a los que fueron amables conmigo sin necesidad de serlo. Espero haber ayudado de algún modo a vuestra generación, igual que vosotros ayudaréis a la siguiente. Así es como se supone que debe ser. ¡Que siga pasando la batuta!”. Justo Romero
Shirley Verret, nació en Nueva Orleans (Estados Unidos), el 31 de mayo de 1931, y falleció el 5 de noviembre de 2010, en Ann Arbor, Michigan (Estados Unidos), con 79 años.
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