Sobre Radio Clásica
Sobre Radio Clásica
Felipe González nunca fue un aficionado a la música clásica. Por eso se cuenta que, al ser informado del coste y la audiencia de la entonces Radio 2, exclamó con toda naturalidad «sería más barato regalar un tocadiscos a cada uno de sus oyentes». Han pasado los años y los índices de audiencia de la ahora Radio Clásica no sólo no han subido, sino que todo apunta a que han descendido. Algo tendrá que ver con ello la nueva línea emprendida por su director. La apuesta se fundamenta en la divulgación, pero la cosa no funciona. Nadie duda de la habilidad de Fernando Palacios en este tema. Tampoco se oculta la dificultad que supone tener que haber prescindido de valiosísimas personas de la casa por prejubilaciones obligadas. Sin embargo difícilmente puede encargarse la divulgación a locutores con tan escasa preparación musical que no saben pronunciar ni los nombres de los compositores, cayendo en tópicos dignos de chiste. También resulta criticable el protagonismo que se ha reservado personalmente en la propia programación, aunque la fuerza de los hechos le haya obligado a dar algún paso atrás.
El descontento entre los oyentes tradicionales de la casa se ha generalizado, como puede comprobarse en los foros de internet que se dedican a pedir la dimisión del director de la emisora con títulos como «¡Salvemos Radio Clásica!» o en los frecuentes textos publicados en las secciones de «Cartas al director» de los periódicos. Resulta muy problemático que este descontento, que si no se ha traducido en un apagón es porque no existe ninguna emisora alternativa, pueda compensarse con un nuevo público. El enganche de esos nuevos oyentes se tendría que buscar a través de programas en radio generalistas como el añorado «Clásicos populares», de Argenta y González Campa, pero el Expediente de Regulación de Empleo lo hizo desaparecer de las parrillas, sucediéndole un intento frustrado del propio Palacios por ocupar personalmente aquel lugar.
Es obvio que ha de lograrse un equilibrio entre ciencia docta y divulgación, sin olvidar que lo más importante será siempre el propio contenido musical, y que la solución no es fácil, pero Alberto Oliart haría bien en meter este tema en su agenda. Gonzalo Alonso
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