Staatsoper de Viena: Cuando la emoción acude a la cita…
Cuando la emoción acude a la cita, la opera es un arte excelso
RUSALKA (A. DVORAK)
Staatsoper de Viena. 13 Septiembre 2014.
El pasado día 5 pude ver en retransmisión en directo desde Viena esta ópera con el mismo reparto y recuerdo que me asaltaban muchas dudas sobre si lo visto y escuchado coincidiría con lo que unos días más tarde iba a ver y escuchar en vivo. Tengo que decir que mis dudas estaban más que justificadas, ya que la valoración de la representación es mucho mejor que la de la retransmisión aludida, incluso en lo referente a las voces y la dirección. No sé si es un problema mío o más bien generalizado, pero está claro que una retransmisión no es sino un remedo de una representación en vivo, que le puede llevar a uno a valoraciones poco ajustadas.
He asistido a una magnífica representación de ópera, de un nivel que pocas veces se alcanza en un teatro. Tanto la lectura musical como el reparto vocal han rayado a gran altura, estando presente ese invitado tan raro que es la emoción. Sin embargo, cuando acude a la cita, convierte a la ópera en un arte excelso.
La producción escénica lleva la firma del alemán Sven-Eric Bechtolf y se estrenó durante el pasado mes de Enero. Se trata de un trabajo bastante tradicional, aunque no faltan toques personales superficiales y poco afortunados. La escenografía de Rolf Glittenberg centra la acción en la naturaleza como lugar de desarrollo, aunque en dos niveles, ofreciendo el superior un gran ventanal con cristales que no permiten ver mucho, que es lo que separa el mundo de los humanos del de los que podemos llamar acuáticos. En el escenario durante los actos I y III hay un espacio nevado con algunos arbustos, por donde deambulan los personajes, mientras que en el segundo acto nos trasladamos al mundo de los humanos con una gran cama, en la que la pobre Rusalka sueña con sus fantasías, desarrolladas por la pareja de bailarines principales. Lo menos aceptable de la producción es el hecho de que Jezibaba mate al Mozo de Cocina y al Guardabosques, siendo el primero devorado por ella misma y las Ondinas en una extraña escena de antropofagia. El vestuario de Marianne Glittenberg funciona razonablemente bien, resultando exageradas las largas cabelleras con las que adorna a las Ondinas, a Vodnik y a la propia Rusalka. La dirección de escena es buena y la cosa funciona razonablemente bien.
En esta ocasión la dirección musical estuvo encomendada al checo Tomas Netopil, que nos ha ofrecido una estupenda lectura de la ópera. La dirección de Netopil ha tenido todos los ingredientes para hacer brillar esta obra maestra de Dvorak, consiguiendo que la emoción estuviese siempre presente. Es la actuación más convincente que le recuerdo hasta ahora y ha demostrado que sin cumplir los 40 años es ya un maestro de gran altura. A sus órdenes estuvo la Orquesta de la Wiener Staatoper, cuya calidad es indiscutible, y cuya prestación ha sido la mejor escuchada en los tres días transcurridos en mi estancia en Viena. Magnífica orquesta. Correcto el Coro de la Wiener Staatsoper en su breve intervención, aunque por debajo de lo ofrecido el día anterior en Wagner, especialmente en cuanto a empaste de voces.
Rusalka tenía que haber sido la soprano letona Kristine Opolais, pero suspendió, siendo sustituida por la ucraniana Olga Bezsmertna, que forma parte de la compañía estable de Viena desde hace un par de años, siendo, por tanto, la cover en estas representaciones. No cabe duda de que la Opolais es una gran artista en escena, pero tengo el convencimiento de que hemos ganado con el cambio. Estamos ante una joven (31) soprano lírica de timbre atractivo, fácil por arriba y algo corta en la parte baja de la tesitura. Las cancelaciones han sido históricamente ocasiones para que grandes cantantes se den a conocer al público y hoy se ha repetido la experiencia. La impresión que ha dejado ha sido muy positiva y seguro que oiremos hablar de ella en un futuro próximo.
Olga Bezsmertna
Piotr Beczala encarnó al Príncipe y tuvo una muy buena actuación. Su centro se ha ensanchado, pero mantiene intacta la belleza de timbre y sigue habiendo un buen equilibrio entre registros. Cantó con el gusto exquisito del que siempre ha hecho gala y no es fácil pensar en un Príncipe mejor. No rehuyó las dificultades de su última intervención, donde, por cierto, ofreció lo más emocionante de toda su actuación.
Piotr Beczala
Günther Groissböck fue un destacado intérprete de Vodnik o el Espíritu de las Aguas, rol en el que se ha convertido en un auténtico especialista. La emoción y localidad siempre estuvieron presentes en su canto.
En el resto de intérpretes destacaba poderosamente la soprano eslovena Monika Bohinec, que hizo una estupenda Princesa Extranjera, plena de poderío, aunque la voz pueda resultar un tanto metálica. Podría hacer una gran Eboli. Finalmente, Janina Baechle era la bruja Jezibaba y lo hizo bien, mejor en las notas graves que en las agudas, donde está apretada.
En los personajes secundarios hay que destacar la estupenda actuación de las 3 Ninfas, interpretadas en esta ocasión por una brillante Valentina Nafornita, Ulrike Helzel e Ilseyar Khayrullova. Stephanie Houtzeel lo hizo bien como Mozo de Cocina, mientras que Gabriel Bermúdez exhibió pectorales y mayor volumen vocal que en otras ocasiones en el personaje del Guardabosques. Mihail Dogotari cumplió como Cazador.
El teatro ofrecía una nuevo lleno absoluto. El público dedicó una triunfal acogida a los cantantes, en la que hubo sonoros bravos para Olga Bezsmertna, Piotr Beczala y Günther Groissbock. Monika Bohinec saludó al final del segundo acto y fue también braveada. No faltaron bravos merecidos para Tomas Netopil.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 3 horas y 22 minutos, incluyendo dos intermedios. Duración musical de 2 horas y 35 minutos. Diez minutos de aplausos. El precio de la localidad más cara era de 199 euros. En los pisos superiores los precios oscilaban entre 175 y 92 euros. La entrada más barata costaba 33 euros. Las tradicionales entradas de pie tenían un precio de 13 euros.
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