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Tokio, despedida en la cima
WRITTEN ON SKIN (G. BENJAMIN) Théâtre du Capitole de Toulouse
Por Publicado el: 28/11/2012Categorías: Crítica

Stephen Kovacevich, en la epidermis

EN LA EPIDERMIS

Beethoven: “Cuatro Bagatelles de la op. 126”, “Sonata nº 31”. Schubert: “Sonata nº 23, D 960”. Stephen Kovacevich. Ciclo Grandes Intérpretes  de la Fundación Scherzo. Auditorio Nacional, Madrid. 27-XI-2012.

Recordábamos a este pianista americano, nacido en Los Ángeles hace 70 años, como un artista sobrio, seguro, sólido, de criterios lógicos y muy asentados en la mejor tradición. El concierto que comentamos nos ha hecho cambiar en parte esa imagen, pues hemos detectado en el pianista inesperadas irregularidades y resoluciones de tipo técnico que a nuestro juicio han impedido que el resultado fuera todo lo positivo que podíamos augurar.

Kovacevich se sienta ante el piano en posición muy baja, parecida a la que adoptaba Gould, de manera que sus brazos quedan en plano bastante inferior al del teclado. Pero es la que considera cómoda y de la que extrae sus mejores efectos, que nacen de un bien dosificado ataque a la nota y de un experto control de dinámicas. Lo que le permitió desenvolverse con fortuna en las cuatro “Bagatelas” de Beethoven. Aplicó una convincente media voz a la “nº 1”, contrastó con habilidad en la “nº 2”, evidenció agilidad en la “nº 5” y mostró su independencia de manos en la nº 6.

Nos gustó el sonido, redondo y matizado, del pianista en la “Sonata” del gran sordo, aunque en el Allegro molto detectamos ya ciertos problemas en la aplicación del pedal: lo emplea en exceso y ello contribuyó al emborronamiento, más acusado en la “Fuga” y, particularmente, en el desarrollo del Molto moderato inicial de la “Sonata” schubertiana, del que nos hurtó la repetición. Expuso con tino el Andante sostenuto y cantó con decoro el Scherzo, bien que denotando una insólita premura, exagerada en el Allegro non troppo de cierre, tocado muy deprisa, sin la esperada hondura, sin la claridad necesaria y sin el dramatismo que anida siempre en las obras finales del compositor. A la postre, lo mejor de la noche fueron la “Sarabanda” y la “Alemanda” de Bach concedidas como bises. Explicadas con cuidado, sonido reducido y buena letra. Arturo Reverter

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