Crítica: Taburete dorado, De Ghana al ‘Danubio Azul’ ¡Un cuadro!
Taburete dorado, De Ghana al ‘Danubio Azul’. ¡Un cuadro!
EL TABURETE DORADO, “afrópera” de Gorges Ocloo, con libreto del compositor y Josse De Pauw. Nobulumko Mngxekeza-Nziramasanga (soprano), Nonkululeko Nkwinti (mezzosoprano). Coro, danza y percusión: Doris Bokongo Nkumu, Nathalie Bokongo Nkumu, Gloria Abena Biney, Titilayo Oliha, Saar-Niragire De Groof, Briana Stuart, Maïmouna Badjie, Somalia Williamson.
Dirección musical, escenografía y vídeo: Gorges Ocloo. Vestuario: Gorges Ocloo, Kasia Mielczarek. Iluminación: Pino Etz & Gilles Roosen. Sonido: Víctor Hidalgo. Dramaturgia: Josse De Pauw. Lugar: Palau de les Arts (Teatre Martín i Soler). Entrada: Alrededor de 350 personas (lleno). Fecha: Jueves, 19 septiembre 2024
Comenzó la 46 edición de Ensems –“Festival Internacional de Música Contemporánea de València”- con un espectáculo largo, tedioso, tópico y con un tufillo rancio que casi da grima. Fue, sin embargo, un éxito de público, que tras casi dos horas sin interrupción de espectáculo, aplaudió con ganas a las diez cantantes/bailarinas/percusionistas/actrices que participan en esta historia de mujeres bautizada como “Afrópera”, que de africano tendrá algo -casi todo el tiempo transcurre en inglés-, pero de ópera tiene menos que este crítico de rockero. Un éxito de público, sí, pero un fracaso para inaugurar un festival que debería ser escaparate de vanguardias, y no exhibición de trufadas músicas pseudo-étnicas, que igual te canturrean la Carmen de Bizet, el Rinaldo de Händel que la Novena de Beethoven o El bello Danubio azul. Un cuadro, vamos.
La “afrópera” dura casi dos horas. Lo mismo que La Traviata, La Bohème, El Barbero de Sevilla o tantas óperas de verdad. El asunto es sustancioso: la historia de la lucha de mujeres del Imperio Ashanti, en el interior de la actual Ghana, por la libertad de su pueblo y cultura frente al imperial dominio inglés. No deja de ser paradójico que esta obra que reivindica la cultura y formas autóctonas se titule precisamente en inglés, y casi toda ella transcurra en la lengua de Shakespeare, los Beatles y la Reina Victoria. The Golden Stool, que así se llama el invento, hace alusión al “Taburete dorado”, el trono sagrado que simboliza, como una bandera, el poder y el amor propio de los Ashanti. La historia tiene fondo, interés y perpetua actualidad, y se centra en el formidable personaje protagonista de Nana Yaa Asantewaa (1840-1921), reina madre del Imperio Ashanti, una especie de Agustina de Aragón, Pasionaria, Juana de Arco, Frida Kahlo y tantas otras heroínas de la historia de la humanidad que fueron, son y serán.
Pero el tratamiento que hace Gorges Ocloo (1988), coautor del libreto, de la música y hasta del montaje, escenografía y vídeos incluidos, destila ingenuidad dramática y parvulez musical. Las buena intenciones y la honorabilidad que desprende este invento estrenado en Amberes, en abril de 2023, no bastan para conferir interés y peso artístico a una narración cansina y a retazos, en forma de cajón de sastre en el que se acumulan ideas, detalles, sonido y efectos sin ton ni son, ni más hilo que la fascinante vida de Asantewaa, que merecería un tratamiento más ambicioso conceptual y estético, más profundo, y menos demagógico. Sobran tópicos y lugares comunes. También una imaginación dramático más audaz, capaz de rentabilizar con mayor efectividad los parcos recursos escenográficos.
La amplificación, la mezcla de sonidos grabados con el directo, y la ensalada de estilos y registros de la partitura descarta cualquier análisis o comentario crítico riguroso. Solo señalar que el personaje de Nana Yaa Asantewaa fue defendido con credibilidad y convicción por la soprano Nobulumko Mngxekeza-Nziramasanga, quien comparte protagonismo con la mezzo Nonkululeko Nkwinti, que simboliza la presencia del Imperio Británico en el país africano. Una historia de mujeres contada, cantada, bailada y tocada con pinceladas obvias y poco recurrentes, pero que cala en el espectador bienintencionado, que se identifica con las fuerzas e ideas del bien, aunque sean plateadas de modo tan ingenuo y simplista. Un espectáculo en el que sobran minutos a montones, tópicos e inglés a espuertas. Como dice el viejo maestro de periodismo: “El punto final, lo más cerca posible del comienzo”. Justo Romero
Últimos comentarios