Tancredi en Sevilla
Tancredi en Sevilla
DIARIO DE SEVILLA, 15-02-2009
Feliz reencuentro con la emoción del canto
Nueve años nada menos que han pasado desde subiese al escenario del Maestranza la última ópera de Rossini, La Cenerentola. Demasiado tiempo ha pasado desde entonces y no creo que sea buena una tan larga ausencia de la música del genio de Pesaro. Más que nada por motivos de higiene auditiva y, sobre todo, para reencontrarnos periódicamente con la emoción siempre a flor de piel de la experiencia de la voz en su estado más puro, al fin y al cabo una de las razones de la persistencia de este fósil artístico.
Pureza y belleza vocal rebosa esta luminosa ópera que comienza con la palabra Pace, finaliza con Felicitày que supone una auténtica explosión vocal siempre y cuando se disponga de los elementos artísticos precisos. Y hay que felicitar aquí al Maestranza por haber podido disponer (en un caso por casual carambola) de las mejores intérpretes posibles para los dos papeles protagonistas. Como buen guerrero medieval, Daniela Barcellona presentó sus armas desde el primer momento. Ya en la primera frase (Oh patria!), atacada con una exhuberante y perfecta messa di voce, Barcellona sedujo con su bellísimo timbre, su control técnico y su fraseo lleno de detalles y matices. El agudo suena con luminosidad y los graves demuestran estar sólidamente apoyados, lo que le permite abordar la infinidad de pequeñas notas con que Rossini llenó su partitura. Por su parte, Mariella Devia volvió a dar una lección de control de la emisión, de fiatoy, sobre todo, de emotividad en la voz. Ambas firmaron dúos para el recuerdo. Kunde sólo se lució en la zona aguda y en forte, porque el fraseo fue brusco y el timbre poco agraciado en dinámicas medias. Gierlach dibujó un Orbazzano de rotundos medios vocales y solventes agilidades.
Benini, a pesar de alguna lentitud en las cavatinas, imprimió buen ritmo y arropó con mimo a los cantantes, con la colaboración eficaz de una ágil y transparente orquesta granadina. El coro estuvo a buen nivel, salvo cuando cantaron en piano, momentos en que sonaron desimpostados.
La producción es luminosa (¡por fin!), en blanco y negro, pero con las inevitables genialidadesde los registas, tales como el mandril, los farolillos o la catana.
Andrés Moreno Mengíbar
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