Teatro de la Zarzuela: un nuevo despropósito
Teatro de la Zarzuela: un nuevo despropósito
Gerónimo Giménez: Enseñanza libre. Gerónimo Giménez y Amadeo Vives: La Gatita blanca. Dirección musical: Manuel Coves. Dirección de escena: Enrique Viana. Escenografía: Daniel Bianco. Iluminación: Albert Faura. Coregografía: Nuria Castejón. Teatro de la Zarzuela, Madrid. 6 de mayo de 2017.
Enseñanza libre, Apropósito cómico-lírico, y La Gatita blanca, Humorada lírica, estrenadas respectivamente en 1901 y en 1905, fueron representativas del género lígero que por esos años adquirió carta de naturaleza. Piezas de argumentos banales, con presencia de “chicas guapas” –de pantorrilla y muslo fáciles-, de sicalipsis desbocada: pícaros comentarios, alusiones sexuales vecinas a lo pornográfico. Nada que hoy nos pudiera escandalizar en todo caso, con lo que ha llovido.
La dirección actual del coliseo de la calle de Jovellanos las ha recuperado, aunque dándole la vuelta a su primigenio carácter. El tenor y actor Enrique Viana, aquí en misiones de director de escena, y el escenógrafo Daniel Bianco, que es el responsable de los designios del coliseo, construyen un espectáculo en un acto que hace desaparecer Enseñanza libre. De tal manera que la obra de Giménez se ha reescrito por completo y se pone al servicio de la creada al alimón con Vives.
El resultado es un nuevo despropósito que no mejora realmente los originales y en el que la anécdota argumental se pierde en el batiburrillo montado, con animada y espectacular coreografía revisteril, en un patio de butacas en el que éstas han sido sustituidas por un suelo de material espejeante, donde se desarrolla la confusa acción, con muchos problemas acústicos. Las voces no se escuchan bien ante un público que ocupa el escenario y tan solo la primera fila de los tres primeros pisos.
Hay detalles tan facilones como el de colocar a los de Cuenca un gorro coronado por una reproducción a escala de las Casas colgadas o de vestirlos con un ostentoso traje regional. Humor un tanto grueso… aunque eficaz. Viana ha sabido mover todo el cotarro con avispada soltura ayudado por la bien estudiada coreografía de Nuria Castejón. Personajes paveros, como las dos burbujas –Iñaki Maruri y Mitxel Santamarina- colaboran al despropósito con una loca y estrepitosa movilidad. Entre unas cosas y otras, el público, pese a las deficiencias sonoras, se lo pasa bien con las gansadas de nuevo cuño.
En el capítulo vocal destacó, lógicamente, la mezzo Cristina Faus, con la voz en su sitio, que no tuvo problema en una parte poco exigente y mostró sus dotes de versátil actriz en el personaje de Rosario, caracterizada aquí como subnormal. La vicetiple Roko,–la única que llevaba amplificación- dio vida con soltura a La Gatita mostrando un timbre vocal poco grato. Graciosos y en su sitio Gurutze Beitia, María José Suárez, Ángel Ruiz, José Luis Martín y el galán Axier Sánchez. Funcionó muy bien la orquesta a las órdenes seguras y eficientes de Manuel Coves, que supo impulsar los aires danzables y darles el balanceo requerido. Números tan célebres en su día como el “Tango del morrongo”, el “Vals de las nadadoras”, la “Canción del chocolate”, las polkas y los galops, todos bien bailados, pudieron ser así convenientemente degustados. Arturo Reverter
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