Teatro Regio de Turín: los números antes que el arte
Teatro Regio de Turín: los números antes que el arte
Público y expertos critican una dirección del Teatro Regio centrada en aumentar las cifras frente a la propuesta artística
Beckmesser recogía en sus últimas publicaciones los abucheos que nublaron la presentación de la nueva temporada del Teatro Regio de Turín – aquí el artículo al respecto – , unas protestas dirigidas tanto a la pérdida de calidad de la programación del teatro como a las denuncias de los registas Giancarlo Del Monaco, Henning Brockhaus y Ezio Frigerio hacia la dudosa gestión del director del Teatro, William Graziosi – lea aquí más información -.
El periodista Giuseppe Ripano se cuestiona en el diario ‘Il caffe torinese’ si aún queda espacio para el arte entre las prioridades de la dirección. Tras su nombramiento, Graziosi comparó la gestión de un teatro de ópera con el plan de acción de una empresa, “como si la institución lírica debiese reorientarse hacia el modelo del teatro corporativo para volverse productivo”, describe Ripano. Los últimos informes de rendimiento del Teatro demuestran que los resultados esperados por Graziosi no se corresponden a la realidad: a las protestas del público, la denuncia de artistas y las dudas de los expertos, se suma una bajada del rendimiento de sus empleados.
En una entrevista del 7 de julio para el diario La Stampa, Davide Livermore, regista turinés reconocido mundialmente, declara con pesar no saber si se involucraría en la dirección del Regio: “No lo sé porque el aspecto artístico no es una prioridad, como debería ser, y es aquí desde donde deberíamos comenzar. Si las ideas sobre la producción son claras, la gestión económica no es fácil, es facilísima. Con un buen proyecto artístico, llega el dinero. Y se pueden proponer temporadas importantes como las de Valencia, un teatro donde hicimos espectáculos con grandes artistas internacionales y, al mismo tiempo, mantener un diálogo con el territorio. Esto es lo que una casa de ópera tiene que hacer porque recibe fondos públicos. El límite no es el dinero”.
“Me parece que hoy en día en los teatros italianos hay dos problemas”, continúa Livermore, “La primera es que están dirigidos por burócratas designados políticamente, mal tolerados por los profesionales del entretenimiento. Pero el teatro es ese lugar paradójico donde en el escenario tienes que ponerte la máscara, pero no puedes usarla afuera, no puedes farolear, debes saber cómo hacer algo, tener habilidades específicas”. En cuanto al segundo problema, Livermore se aproxima así: “Creo que la política debe decir qué tipo de teatro quiere, qué se quiere conseguir. Para mí, el teatro no puede ser más que una puerta al mundo, y a la vez, un lugar de participación ciudadana. En Valencia me dijeron que no programase en junio porque la gente va al mar. Programé ‘The turn of the screw’, ‘Tancredi’ y ‘Píramo y Tisbe’, tres títulos no muy populares. Se agotaron. Es simple, son tres espectáculos preciosos”.
Otro de los aspectos que refuerzan la mediocridad de la oferta del Regio son, en opinión de Livermore, el sueldo del director y el papel del Teatro para con su ciudad. Respecto al primero, Livermore incide en que si el sueldo del director, que maneja presupuestos de hasta ocho cifras, es responsable de 300 trabajadores y es una cara pública, no supera los 140.000€ anuales, se manejarán para el teatro cifras así de mediocres. Respecto al vínculo entre la ciudad y el teatro, Livermore considera que este no refuerza su presencia en el imaginario de la ciudad, alejándose de sus raíces. Se olvidaron los años de oro del Regio y a sus responsables, Carlo Majer y Claudio Desderi, fallecidos en 2018: “Orgullo, el sentimiento de pertenencia de quienes trabajan en el Regio, es fundamental para que la ciudad reconozca el valor central de su teatro”.
La perspectiva empresarial y la obsesión por las cifras empañaron el último año del Regio, reduciendo su presencia en los medios a la difusión de los escándalos a los que hace frente su cúpula directiva. Con el tiempo se verá si las réplicas y demandas del público devuelven el arte al lugar al que pertenece… o si lo conseguirá su nuevo director, Sebastian Schwarz.
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