Teresa Berganza, la escurialense
Teresa Berganza, la escurialense
Es normal que todos tengamos algunos artistas a los que, por una causa u otra, llevamos en el corazón. Esta columna está centrada hoy, vaya por delante, en una de las tres figuras líricas –Montserrat Caballé, Plácido Domingo y Teresa Berganza- a las que debo un especial agradecimiento por haberme hecho amar la ópera y por las que siento un cariño muy especial, por más que las relaciones artista-crítico no sean siempre fluidas y, en cualquier caso, las tres están muy por encima de lo que un crítico pueda opinar un día.
A Teresa la conocí cuando yo aún llevaba pantalón corto y almorzábamos, yo con mis padres, en un restaurante de San Lorenzo de El Escorial de cuatro mesas en el que no había carta y el dueño nos cobraba lo que quería escribiéndonos una cuenta ininteligible en el mantel de papel. Teresa y yo compartimos muchas cosas, entre ellas nuestro amor por el pueblo de San Lorenzo. Por eso me proporciona una alegría muy especial que su teatro-auditorio lleve su nombre desde esta semana. Las gestiones del Ayuntamiento dieron su fruto y la Comunidad de Madrid aceptó la sugerencia. Ya es el segundo con su nombre, pues el primero fue Villaviciosa de Odón y, quizá, pronto tendrá un conservatorio.
El nombre del teatro-auditorio de San Lorenzo tiene historia. El edificio fue pergeñado siendo Alberto Ruiz Gallardón presidente de la Comunidad de Madrid. Obedecía a un ambicioso proyecto que no tiene nada que ver con su situación actual. Repsol lo iba a comandar a través de una fundación creada al efecto cuyos patronos se encargaría de convocar. Un equivalente a Glyndebourne. Un par de circunstancias, una de ellas el cambio de presidencia en la Comunidad, hundieron aquel proyecto hasta el punto de que el actual consejero de cultura parece haber afirmado en privado que lo regalaría al primero que pase. De hecho el Teatro Real lo tiene en la cabeza.
Cuando Esperanza Aguirre tomó posesión, el 21 de noviembre de 2003, como nueva presidenta de la Comunidad declaró en su discurso que el teatro que se construía en San Lorenzo llevaría el nombre de su antecesor. Ruiz Gallardón siempre se opuso a que su nombre figurase en obras públicas. Aquello era una barbaridad y un regalo envenenado. Costó meses que la idea no se llevase a cabo. Los detalles de aquellas negociaciones valen oro.
Pero el nombre de Teresa en el auditorio me inspira un temor que espero se desvanezca: que el edificio acabe cerrándose o aún con menos contenido que ahora. Lo que no inspira temor alguno, sino un apoyo total es que el Ayuntamiento de Madrid la nombre “Hija predilecta” antes del 19 de noviembre, a fin de que coincida con el final de las clases que nuestra artista impartirá en la Zarzuela. Teresa ama San Lorenzo, pero nació en Madrid y es chulapa de pleno derecho, más chulapa que otros que poseen la distinción y aún más artista. Carmena, ¿a qué esperas? Gonzalo Alonso
Teresa Berganza ya tiene un conservatorio con su nombre en Madrid, en la calle Palmípedo. Ha sido ganador del Premio Nacional de Educación 2013 y receptor merecedor de otros muchos reconocimientos