Terremoto en la Euskadiko Orkestra
En la mañana de ayer, día 27, el Consejo de Administración de la Euskadiko Orkestra/Orquesta de Euskadi ha tomado la decisión de dar por finalizados los vínculos que unían a esta institución musical con su Director General, Oriol Roch Izard, y con el director artístico titular, el norteamericano Robert Treviño, al fin de “iniciar un proceso de cambio de rumbo” según literalmente consta en la nota hecha pública hacia las 12 horas del citado día.
Sorprende tal decisión de descabezar en tal modo a una orquesta sinfónica, dado que, normalmente, suele ser uno de los dos pilares el que padezca dicho cambio, permitiendo al otro una continuidad para poner al día a quien sustituya el cesante. Estas cosas no suceden de la noche a la mañana, ya que suelen venir ‘cociéndose’ en el secretismo desde tiempo atrás, máxime si como en el presente caso el Consejo de Administración está dentro de la titularidad unipersonal del Gobierno Vasco, bajo la forma de sociedad anónima pública.
El texano Treviño (1984) ha estado al frente de la orquesta vasca durante ocho años dando a esta institución cultural un importante marchamo en cuando a calidad en el sonido y a conformación de una programación de mucho nivel. Ello ha sido reseñado por la crítica de los conciertos en los que ha tenido ‘el palo’.
Sí extrañó que en los eventos celebrados los pasados días 13 y 16 del presente enero en el Auditorio Kursaal de San Sebastián, fuese sustituido por la batuta de Alexandre Bloch, sin explicación alguna, llegando incluso a modificar el programa diseñado, sustituyendo a Schönberg por Dvorak. Bajando a la ‘quinta galería’ para conocer los por qué, todo apunta a una más que tortuosa relación con importantes sectores de la orquesta.
Al barcelonés Roch Izard el cese le llega tras casi once años rectorando -administrativamente- a la orquesta, si bien el Consejo de Administración le ha comunicado que “dejará la dirección general de la orquesta en fechas próximas”. Ha sido, por decirlo de algún modo, ‘un hombre de partido’ con algunos encuentros pocos satisfactorios, internos y externos, en determinados sectores del mundo de la música. Oriol se ha configurado como un acérrimo defensor de Treviño y tal empeño ha propiciado, en modo casi definitivo, que la institución le ponga en pista de una necesaria, forzada y oportuna salida.
No se pide ‘luz y taquígrafos’ porque es un quimera, pero sí aciertos no politizados en los dos nombramientos que ha de llegar para el bien de la ciudadanía, en general, y de los maestros de la orquesta, en particular.
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